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FÚTBOL

Del Ribera Navarra a los grandes del fútbol: el sueño de cualquier niño que dos tudelanos están cumpliendo

Pablo Pozos y Alejandro Domínguez dejaron hace años su Tudela natal para perseguir su sueño de ser futbolistas en el Atlético de Madrid y en el FC Barcelona, respectivamente

A la izquierda, Pablo Pozos vistiendo la camiseta del Atlético de Madrid, a la derecha, Alejandro Domínguez con la del Barcelona ASPIL VIDAL
A la izquierda, Pablo Pozos vistiendo la camiseta del Atlético de Madrid; a la derecha, Alejandro Domínguez con la del Barcelona ASPIL VIDAL

Aunque todavía son unos niños, tienen sueños de ser grandes. Estos crecieron en la base del Ribera Navarra FS, donde dieron sus primeros toques al balón hasta que llegaron los cantos de sirena de los grandes. El cambio del parqué por la hierba, del Ribera Navarra FS por el Atlético de Madrid y el FC Barcelona, de su pequeña Tudela, por las enormes Madrid y Barcelona.

Esta es la historia de Pablo Pozos Bueno (1/12/2004) y Alejandro Domínguez Gárate (15/06/2006), que hace seis y tres años recibieron la llamada, respectivamente, de colchoneros y culés para dar inicio a un sueño que todavía hoy continúa en pie y que sigue creciendo. A pesar de que la situación de ambos cambió de forma súbita, de un día para otro, las historias de Pozos, mediapunta, y Domínguez, mediocentro, son diferentes.

Pozos, que se fue con ocho años tras apenas dos en el Ribera, recuerda que fue un domingo por la noche de septiembre cuando llegó la llamada que le cambió la vida. “Estaba en la cama y vino mi madre, que estaba muy ilusionada, y me dijo que nos habían llamado del Atlético para hacer una prueba. Al día siguiente salí pronto del colegio y nos fuimos hasta Madrid a entrenar”, explica Pozos. “Y así estuve un mes entero, yendo y viniendo todos los días, pero no había cansancio porque estaba ansioso por entrenar”, cuenta Pozos.

Y así, hasta que la familia encontró un colegio y una casa en la capital.

“Estábamos viendo la televisión y llamaron del Barcelona a mi padre para jugar un torneo, pero me dijo que le habían llamado de otro equipo... y me puse a llorar”, explica ahora con una sonrisa. “Luego me dijo que era broma, que era el Barcelona, y me puse a saltar de alegría. Y después ganamos el torneo, me volvieron a llamar y ya me quedé”, dice Domínguez, que, a cambio de Pozos, se quedó sólo en la Masía.

“Ya estoy bien, pero al principio fue muy difícil, aunque el primer año mi padre dormía allí conmigo porque era muy pequeño. Este año ya he estado sólo, he sido el más pequeño de la Masía, y he hecho mucha vida con mis compañeros porque a veces me iba a sus casas, y eso también es chulo. Además, mis padres también vienen a verme a menudo”, señala Domínguez con una serenidad impropia de un niño de 12 años.

ECHAN DE MENOS TUDELA Y EL ASPIL

La principal diferencia entre el Ribera y sus nuevos equipos, señalan ambos es que allí "sólo juega el que trabaja". “Es humildad, esfuerzo y trabajo diario”, indica Pozos, que reconoce que el principio fue complicado porque venía del fútbol sala y tuvo que adaptarse, “aunque me vinieron muy bien los conceptos que había aprendido en el Ribera”.

“Me aportó toda la técnica y la rapidez con el balón”, añade Domínguez, que tuvo la oportunidad de ver el duelo entre el Aspil-Vidal y el Barcelona en la ciudad condal gracias a dos entradas que le dio Joselito, uno de los entrenadores que tuvo en la base antes de jugar dos años en el CD Lourdes.

Sus años en el Ribera los recuerdan con mucho cariño, y también añoran Tudela, a la que sólo visitan en Navidad y en verano, ya que el resto del año trabajan, con los pies en el suelo, para llegar a ser profesionales, o llegar lo más alto posible, aseguran.

“Sobre todo, echo de menos las fiestas, el ambiente, el estar con tus amigos todos los días, aunque allí hay más cosas que hacer, y el ver los partidos del Aspil- Vidal, que ahora sólo puedo seguir por Twitter”, explica Pablo Pozos, que reconoce que el cambio fue más duro para su hermana, que ahora tiene 12 años.

Por su parte, la familia y el salir por ahí con su hermano mayor, de 14 años, es lo que más añora Domínguez, que sigue trabajando, al igual que Pozos, por el sueño con el que fantasea la mayoría de niños del mundo, el de ser futbolista. Una ilusión que tiene un punto de origen común, el Ribera Navarra.


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