• jueves, 28 de marzo de 2024
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SOCIEDAD

La erupción del volcán de Tonga llega a los Pirineos: detectan deformaciones

Los datos obtenidos por el sensor sísmico muestran un ejemplo de especial interés de este tipo de registros ya que esta estación se encuentra a unos 17.000 kilómetros del volcán.

Erupción submarina cerca de la isla de Tonga. NASA
Erupción submarina cerca de la isla de Tonga. NASA

El sismólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Jordi Díaz, ha analizado los efectos de la gran explosión del volcán Tonga, que entró en erupción el pasado 15 de enero, cuyas ondas han quedado registradas en el sismómetro del Laboratorio Subterráneo de Canfranc, en el Pirineo de Huesca.

El CSIC ha explicado en una nota de prensa que hacia las 04.00 horas UTC --Tiempo Universal Coordinado--, este volcán submarino, denominado más exactamente Hunga-Tonga-Hunga-Ha'apai, entró en erupción provocando un tsunami en el océano Pacífico, una pluma volcánica de cerca de 30 kilómetros de altura y una fuerte explosión, cuya energía ha sido estimada por la NASA en unos 10 megatones, unas 500 veces mayor que la bomba nuclear explosionada en Hiroshima durante la segunda guerra mundial.

La variación de la presión atmosférica generada por esta explosión se ha propagado por todo el planeta, desplazándose como una onda de choque, con una velocidad cercana a los 1.100 kilómetros por horas, y que ha sido detectada por diversos tipos de sensores, tales como los barómetros integrados en estaciones meteorológicas, sensores de infrasonido o estaciones geodésicas. Las variaciones de presión al paso de la onda oscilan en general entre 1 y 8 milibares.

El CSIC ha detallado que la súbita variación de presión producida a la llegada de esta onda ha provocada variaciones del nivel del mar en muchos lugares del planeta, incluyendo localidades de las costas españolas de Valencia y Baleares, llegando a generar variaciones de 50 centímetros de altura.

La deformación del suelo producida por la variación de presión asociada puede ser detectada también por sensores sísmicos, cuyo objetivo principal es el registro de las ondas sísmicas generadas por terremotos.

Según el citado Consejo, los datos obtenidos por el sensor sísmico instalado en el Laboratorio Subterráneo de Canfranc, gestionado mediante un convenio de colaboración por el instituto GEO3BCN del CSIC, muestran un ejemplo de especial interés de este tipo de registros ya que esta estación sísmica se encuentra a unos 17.000 kilómetros del volcán, relativamente cerca de su punto antipodal, situado en el sur de Argelia.

REGISTROS EN EL PIRINEO

El sismómetro ha registrado, en primer lugar, la llegada de las ondas sísmicas producidas por la erupción, que han viajado a velocidades cercanas a los ocho kilómetros por segundo, llegando a los Pirineos unos 20 minutos después de la explosión. Unas 16 horas más tarde, se ha producido la llegada de la onda de presión, que ha provocado una deformación claramente detectada por el sismómetro.

Analizando en más detalle los datos, se han podido identificar la llegada de dos señales acústicas. La primera onda, después de viajar siguiendo el trayecto más corto entre Tonga y los Pirineos, ha sido detectada en la estación sísmica cerca de las 20.00 horas UTC.

Asimismo, unas cuatro horas después, se ha registrado la onda acústica que había recorrido el globo en dirección contraria, siguiendo pues un trayecto más largo.

Si bien las señales han podido identificarse en las tres componentes de los registros sísmicos, su identificación ha sido "más clara" en la componente orientada Norte-Sur (HHN), ya que las ondas llegan a los Pirineos en esta dirección, han indicado desde el CSIC.

El punto de mayor interés de los datos obtenidos en Canfranc es que permiten identificar la deformación del suelo producida por el segundo paso, unas 36 horas más tarde, de las ondas de presión, que han alcanzado los Pirineos después de haber circunvalado nuevamente la Tierra y viajado uno total de 57.000 kilómetros, siendo aún capaces de generar una señal claramente perceptible.

Al producirse terremotos de gran magnitud, las ondas superficiales generadas han circunvalado el planeta y han tardando unas 3,5 horas en cada vuelta. "Es relativamente habitual detectar dos o tres de estos pasos en sensores sísmicos situados en zonas con poco ruido ambiente; sin embargo, la detección sísmica de la deformación del terreno producida por el segundo paso de las ondas acústicas ha sido un hecho excepcional, que pone de manifiesto la gran energía de la explosión", han concluido desde el Consejo.


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