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SAN FERMÍN 2022

Este es el mejor microrrelato sobre San Fermín de entre 478 obras: "No me despeines"

La obra de Milagros Arizcuren Balda ha sido la favorita del jurado del XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín.

El XIV Certamen de Microrrelatos de San Fermín revela los trabajos ganadores del concurso literario en el Palacio Condestable. IRAITZ IRIARTE.
El XIV Certamen de Microrrelatos de San Fermín revela los trabajos ganadores del concurso literario en el Palacio Condestable. IRAITZ IRIARTE.

“No me despeines” de Milagros Arizcuren Balda ha logrado el primer premio en el XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín. El relato cuenta una enternecedora historia entre un padre y una hija que sorprende con un giro final.  El acto se ha celebrado este viernes en el Palacio de El Condestable de Pamplona.

Este año el jurado ha estado compuesto por la escritora Idoia Saralegui, por el escritor Miguel Izu y por José Antonio Arrieta, representante de Arpa Abogados y Consultores, colaborador del certamen. Los miembros del jurado han escogido el ganador entre los 478 relatos que han sido presentados este año, provenientes de 24 países diferentes. El segundo premio ha sido para “Por fin conozco a mi nieta”, de Josu Álvarez de Eulate Navarlaz y el tercero para “Picarona”, de Carmen Remírez Barragán.

Los tres ganadores han recibido un premio valorado en 1.000, 250 y 100 euros respectivamente.

Además, se ha editado un libro con los 10 microrrelatos ganadores traducidos a los tres idiomas del concurso, castellano, euskera e inglés; que se suma a la colección de libros del Certamen, siendo ya un total de catorce. Se distribuirá en centros públicos, en hoteles de la ciudad y en la oficina de Turismo.

Microrrelato ganador

No me despeines

¡Qué orgulloso iba! Llevaba a su hija a hombros, con el vestido blanco y un pañuelo rojo al cuello. La niña le enredaba los rizos con sus manos y él le decía “no me despeines y agárrate fuerte para no caerte”. Iban por la calle disfrutando del ambiente, la música, la gente que iba y venía de un lado a otro. Al cruzarse con la vendedora de globos cedió a los deseos de su hija y un poco más adelante le compró también una pulsera de colorines. Con las manos ocupadas la niña seguía revolviendo los rizos de su cabeza y él le insistía “no me despeines y agárrate fuerte para no caerte”. Recorrieron las calles en busca de los gigantes, se emocionaron con sus bailes y escaparon de Caravinagre antes de que les atizase. Después en las barracas se montaron en los caballitos y la niña comió el barquillo del vino dulce. Al atardecer, cuando estaban en la plaza del ayuntamiento su hija propuso ir a ver el encierrillo y le dio un beso mientras revolvía los escasos pelos de su cabeza. Él le contestó “no me despeines y agarra fuerte la silla de ruedas para que no me caiga por la cuesta”.

Segundo premio

Por fin conozco a mi nieta

Después de dos años de pandemia, hoy veré por primera vez a mi nieta. La pequeña Irune debe tener ya casi dos años. Supongo que habrá dado sus primeros pasos y tal vez hasta sepa decir alguna palabra. Nos hemos visto por el móvil, pero no es lo mismo. Recuerdo esas conexiones con sonido entrecortado e imagen difuminada mientras estaba encerrada en una habitación enana. Han sido dos años complicados. Al principio aproveché para hacer repostería y cociné unos churros como los de la Mañueta, pero gané unos kilitos y llegué a pensar que no volvería a entrarme nunca el impresionante traje rojo que llevo puesto. Tuve que ponerme a hacer gimnasia de forma desesperada y torpe. Tenía los brazos rígidos para hacer flexiones y no podía doblar el cuerpo en los abdominales. Noto esa falta de ejercicio en estos primeros pasos, pero la ilusión puede con el cansancio. Unos ojos amplios y brillantes sobresalen entre la multitud. Debe de ser ella. Me agacho para saludarla y ella me ofrece su chupete. —¿Cómo te llamas? —Irune. ¿Y tú? —Yo soy Braulia — respondo mientras giro con energía e ilusión en busca de los 9.236 niños y niñas navarros a los que todavía no conozco.

Tercer premio

Picarona

Imposible que pasaran desapercibidos. Eran una cuadrilla de las que imponía. Bailaban como si nadie les mirase. Todo estaba lleno. Ocho cabezas. Muy de Pamplona, exigiendo su distancia de seguridad a la marabunta. Como si no fuesen Sanfermines y los cuerpos, mezcla maltrecha de sólidos y líquidos, se abrieran hueco como podían. De un primer vistazo, me gustó el que llevaba algo de barba. Aunque, bueno, había otro con perilla y pendiente que tampoco estaba nada mal. Quería acercarme hasta ellos, así que me puse a pensar en alguna excusa con la que romper el hielo. “Hola, me encanta ese gorro. ¿Dónde lo has comprado?”. Sonaba simpática, sin ser desesperada. Es verdad que también había chicas, pero iban a lo suyo, y solo dos parecían marcar territorio. Unos eran pareja fijo, estaban cortados por el mismo patrón. Mismas expresiones, mismo uniforme blanco y rojo. La música comenzó a sonar de nuevo y bailamos. Vi mi hueco. Pero también a ella. Con dos coletas. Simpática y tan desesperada como para adelantarse a todos y colarse sin preámbulo entre sus faldas. Le tomó la mano, le dio un beso y, picarona, le entregó la primera su chupete. Orgullosa, se volvió a perder entre la gente.


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