• viernes, 29 de marzo de 2024
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SOCIEDAD

Naia y su lucha contra la diabetes en Pamplona: quiere ir al cole y comer allí sin problemas

El departamento de Educación del Gobierno de Navarra se desentiende por completo del control de las comidas de los niños diabéticos en los centros públicos.

Naia se mide el azúcar en sangre con la ayuda de su madre. (3). IÑIGO ALZUGARAY
Naia Blanco se mide el azúcar en sangre junto a su madre, Yolanda García. IÑIGO ALZUGARAY

Naia Blanco García tiene 7 años y no para de hacer volteretas laterales junto a los columpios de un parque de Ripagaina (Pamplona), muy cerca de su casa. Mientras, su hermana June, de 5, salta a la comba. Acaban de comer y pronto sus padres, que charlan animadamente con ellas, las volverán a llevar al colegio para asistir a las clases de la tarde.

El problema reside en que el centro al que acude Naia es público, y Educación no garantiza el control de los alimentos en el comedor, así como de las posibles complicaciones que puedan surgir a la niña. Sus padres han pedido al departamento que ponga solución a este grave problema o el traslado a un centro que sí lo haga (todos concertados) para poder tener la tranquilidad de que nada le ocurra a su hija. En el aula y durante las horas de recreo la pequeña también precisa de cuidados si surge una eventualidad.

A Naia le diagnosticaron diabetes tipo 1 en diciembre de 2014, recién cumplidos los 6 años, y no puede quedarse a mediodía en el comedor escolar porque, como explican sus padres, Juan y Yolanda, no existen las medidas necesarias para asegurar los cuidados que requiere.

La enfermedad que sufre es crónica, de origen autoinmune, sin causa conocida y, hasta el momento, no tiene cura. El páncreas de las personas que la padecen deja de funcionar y no produce insulina, la hormona que se ocupa de la utilización de los hidratos de carbono que se ingieren. Por eso, los enfermos de diabetes precisan de unos cuidados muy concretos, tanto en la alimentación como en su estilo de vida. 

"Con un buen control de la enfermedad y tratamiento, no tiene por qué tener complicaciones", señala el padre. Así, Naia debe controlar sus niveles de azúcar en sangre cada dos horas y media, y llevar una alimentación equilibrada, baja en grasa y con un control riguroso de los hidratos de carbono. Por supuesto, también tiene que inyectarse insulina. La propia niña ya sabe hacerlo, bien en los brazos, bien en el abdomen. Habitualmente, una vez por cada comida.

CONTROL EN COMEDOR

"Hay que pesar los gramos de hidratos de carbono porque la administración de insulina tiene que ajustarse a estas raciones. Y controlar siempre de las posibles hipoglucemias, las bajadas de azúcar", apunta. Y ahí llega el problema con el comedor escolar, un servicio que, como reconocen los progenitores, les ayudaría mucho en su día a día, como a tantos padres. 

Sobre este conflicto, el matrimonio denuncia que "Educación se desentiende. Dice que es una cosa de la Apyma o de las personas que atienden el comedor. Nosotros no reclamamos nada al centro, ni a los docentes, sino a Educación y a Sanidad. Tienen que sentarse a hablar. El problema está ahí", resalta la madre.

En este sentido, señalan que lo mismo que sucede en los comedores ordinarios, ocurre en los comarcales, dependientes del departamento dirigido por José Luis Mendoza. "Según la última encuesta de la Fundación para la diabetes, el 70% de los padres con hijos diabéticos no los dejan en el comedor", subrayan.

La respuesta que han recibido por parte del cátering que gestiona el comedor de su centro, El Lago de Mendillorri, también ha sido insuficiente: "Nos han dicho que nos dejan una báscula. La opción que te dan es darle de comer pero tú tienes que ir a pincharle, pesarle los alimentos y vigilarla después. Una eventualidad, como una hipoglucemia, puede ocurrir a la media hora de comer".

Asimismo, destacan que "no puede ser que a menos de 600 metros de distancia haya un colegio donde ella puede comer y otro donde no. Es concertado, ninguno en la red pública".

GRAN APOYO DE LA TUTORA

Los cuidados que precisa en el comedor también se extienden al aula, y ahí han encontrado el apoyo de la tutora, a quien explicaron la enfermedad y sus necesidades. "Encontramos una persona receptiva, que rápidamente se hizo cargo de la situación. Ha sido un gran alivio y una gran suerte", valoran.

En cualquier caso, la incertidumbre continúa ahí con la llegada del nuevo curso porque sigue sin existir en Navarra "una legislación específica ni un protocolo al respecto y, por tanto, esta situación deja a los niños diabéticos en manos de las 'voluntades' de los profesores y cuidadores. Quedan en una situación de desamparo legal".

Sobre este aspecto, resaltan que "no vale cualquier protocolo. Tiene que establecer los cuidados que precisa un niño y las responsabilidades. Si no las hay, no hay protocolo que valga".

PEREGRINAJE FAMILIAR

Desde que diagnosticaron a Naia la enfermedad, sus padres están viviendo un calvario para encontrar un centro en el que su hija reciba todos los cuidados que precisa. La niña ya ha tenido que cambiar una vez de colegio, porque en el que estaba matriculada inicialmente no encontraron la respuesta que debiera de haber para que tuviera un control adecuado y estuviera garantizada su salud".

Por eso, acudieron a Educación y a la Comisión de Escolarización donde les comunicaron que podían cambiarla de centro. "Comenzamos el peregrinaje por varios colegios y nos interesamos por cómo se estaban resolviendo estas cuestiones tanto en la red pública como concertada. Descubrimos que hay algunos colegios concertados, por su filosofía, la costumbre que tienen en el trato con otros casos, determinados protocolos, o que cuentan con enfermera, va a estar mejor atendida". 

Precisamente, el papel de la enfermera escolar es una de las reclamaciones de esta familia pues "la solución pasa por contar con personal sanitario en los colegios que garantice la atención de estos niños".

PETICIÓN A MENDOZA

Pese al cambio de centro, sus necesidades no están cubiertas por lo que han pedido tanto a Educación como a la Comisión de Escolarización que Naia pueda acudir a un centro donde sí lo estén y "no tengan que esperar a septiembre para conocer al tutor y ver si hay voluntad o no en su atención. No se puede pretender que sean los padres los que vayan resolviendo la situación de esta manera tan precaria".

La respuesta fue decepcionante: "Nos dice que el centro escolar donde está ahora Naia tiene establecidas las medidas de atención que requiere. No sabemos en qué se sustenta ya que no nos consta que hayan hablado con la tutora o con el Colegio, ni que la Comisión conozca sus necesidades". Han recurrido la decisión y pedido explicaciones a este respecto, pero impera el silencio. 

Los padres eximen de culpa en todo momento a los maestros y cuidadores y reclaman que sea Educación que instaure un protocolo serio que marque las pautas a seguir, en colegios público y concertados, así como los profesionales sanitarios que lo seguirán. La lucha de Naia continúa.


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