Ayer, al terminar la segunda votación de la fallida investidura le pregunté a un importantísimo dirigente del Partido Popular y uno de los señalados como candidato a la sucesión, por qué Rajoy no daba un paso al lado, cedía el testigo y abría el melón sucesorio, facilitando así el desbloqueo institucional histórico que vive este país.
Al día siguiente a las elecciones, en una tertulia de televisión, un colega se preguntaba en voz alta qué pasaría en este país si, en la próximas elecciones, desaparecieran todas las encuestas, si no hubiera sondeos ni pronósticos, si nadie se aventurara a decir por donde iban las cosas y cuál sería el veredicto de las urnas.