• viernes, 19 de abril de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Chivite está cansada

Por Eduardo Laporte

La presidenta asegura en una entrevista que «opera la fatiga pandémica», entre las explicaciones a una incidencia que no acaba de bajar.

La Presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, en el atrio del Parlamento Foral. MIGUEL OSÉS
La Presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, en el atrio del Parlamento Foral. MIGUEL OSÉS

Como no tenía cosa mejor que hacer un lunes por la tarde, me puse a escuchar esta larga entrevista en Onda Cero a la presidenta de la Comunidad Foral de Navarra, María Chivite. En mala hora, porque lo hice después de comer y no sé si algo de fatiga pandémica o de modorrilla me entró, así que quizá no presté toda la atención para lo que se pretendía una afilada ‘anatomía de una entrevista’.

Bien es cierto que nuestra presidenta tiene un hablar suave, algo narcótico, y que la mayoría de la entrevista la ocupaba el tema de la pandemia, cuestión que roza la infodemia, que diría el profesor José Luis Orihuela, y que añade más fatiga a la fatiga pandémica que arrastramos. Y si a eso se le suman unas molestias lumbares que me sitúan definitivamente en el estadio de «persona de mediana edad», apaga y vámonos. Chivite, casi de mi quinta, anda en parecida situación, al confesar que «empezamos a estar cansados de las restricciones». Y respecto a lo ‘nuestcho’, pues la culpa la tiene la «alta contagiosidad» de la cepa británica.

Personalmente también estoy cansado. De todo en general, y de lo que tiene que ver con las vacunas en particular. Sí, han venido para salvarnos, pero el ruido que se genera a su paso no es medio normal. ¿Quién nos iba a decir hace un par de años que nos íbamos a convertir en expertos vacunólogos? El sueño de la información produce monstruos, que diría aquel, porque la cuestión ‘es-trombótica’ de AstraZeneca no solo se nos ha ido de las manos, sino que retrata con nitidez a una sociedad infantilizada a la que los medios de comunicación no plantan cara, sino que alimentan. Para alimentar así sus audiencias y sus bolsillos, pisoteando cualquier ética, la periodística, por ejemplo. La marabunta manda.

Luego está esa ñoñería personalista de comentar en los foros públicos que a tu tía abuela, la monja de Pitillas, la han vacunado, ¡por fin!, o aquello de compartir tus temores ante el evidente pinchazo del vial astrazenequés. He llegado a leer solemnes y sentidos textos de padres de familia, rectos dueños de despachos madrileños, en vísperas de tan crucial momento inoculativo, como los enviaran poco menos que al desembarco de Normandía.

Se comentaba de un peluquero de Lumbier que era demasiado amigo de pegar la hebra. Sus clientes, a la pregunta de ¿cómo te corto?, respondían, sin dudar: ¡callado! Pues con las vacunas deberíamos hacer igual. Pínchate y calla. Como los yonkis de los ochenta en la Chan, barrio confliktivo. Con música, si eso, de jota: Anda y pínchame una veeeeena, si piensas que no te quierooo.

E informar de lo debidamente necesario. Que si llega Janssen, con su monodosis, que si se va a hacer un esfuerzo, eso he creído escuchar a Chivite, para que la franja 60-100 (años) esté toda todita vacunada para antes del verano. Lo demás, ruido. Y furia. Y fatiga.

Como también me genera fatiga, en este bucle cansino sin fin, el que no se hable de otra cosa. En mi escucha somnolienta, apenas he podido quedarme con apenas ningún otro tema que no sea el zarpazo letal de la covid19. En Navarra, hay ahora 37 ingresos en UCI. Ese dato sí lo he retenido. Mis mejores deseos para todos ellos.

Pero por lo demás, quizá deberíamos salir de esta parsimonia vital que parece que la pandemia ha legitimado. En mi adomercida escucha radiofónica, he creído entender algo de ‘Next Generation’. Me ha sonado como algo molón, no sé, un programa para incentivar a los jóvenes a desarrollar sus talentos, a evitar cierta fuga de cerebros o, al revés, a fomentar viajes, salidas, intercambios, proyectos académicos, culturales. Luego, al despertar, he caído en que se trata en realidad de un programa de canalización de fondos para la recuperación económica. O sea, una cosa necesaria y tal, pero que tampoco te saca de la fatiga pandémica así de ‘repenete’.

Del resto ya no me acuerdo. Tan cansado estaba que he caído fulminado hacia un sueño profundo en que no se hablaba de enfermedad, muerte y laboratorios, sino de las mejores novelas de Pío Baroja. Me han dado las mil. Resaca moral. Existencial. Cansancio de lunes. Los que no somos Chivite también tenemos días así, con un invierno aún en la chepa y un horizonte con su dosis de incertidumbre y posibilidad de chubascos.

Ya falta menos.

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