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Blog / El espejo de la historia

El Estatuto Vasco de 1936 (IV)

Por Javier Aliaga

Proponemos un hecho histórico para que el lector adivine si se trata o no de una falsedad.

El 21 de diciembre de 1933 el alcalde republicano de San Sebastián, Fernando Sasiain (a la derecha) entrega al presidente del Congreso de los Diputados, Santiago Alba, un ejemplar del Estatuto Vasco plebiscitado.
El 21 de diciembre de 1933 el alcalde republicano de San Sebastián, Fernando Sasiain (a la derecha) entrega al presidente del Congreso de los Diputados, Santiago Alba, un ejemplar del Estatuto Vasco plebiscitado.

Verdadero o falso:

Álava dijo NO al Estatuto Vasco en el plebiscito celebrado el 5 de noviembre de 1933, el resultado fue compensado con los irregulares de Vizcaya y Guipúzcoa. 

Irregularidades del plebiscito

Partiendo de la base de que los partidos no nacionalistas promovieron la abstención en el referéndum del Estatuto Vasco (EV4) del 5 de noviembre de 1933, los resultados en Vizcaya y Guipúzcoa fueron delirantes, máxime si comparamos la participación con las legislativas de 1933 y 1936. La prensa de la época utilizó el apelativo de “bolilleros” para los suplantadores de votos; el término no debiera sernos ajeno, pues los chavales de Pamplona utilizábamos la expresión “hacer bolilla” cuando trampeábamos un futbolín o un billar electrónico para sacar partida gratis.

Al día siguiente de la jornada plebiscitaria, el “Heraldo de Madrid” incluye en su crónica de Guipúzcoa: «Tanto en la capital como en los pueblos ha habido algunos incidentes como consecuencia de que algunos electores, al llegar al colegio correspondiente, se encontraban con que su voto ya había sido emitido.»

El martes 7, el editorial del diario “El liberal” de Bilbao, propiedad del socialista Prieto (Indalecio), desvela el porqué de los resultados: «El Partido Socialista se abstuvoSe abstuvieron, igualmente los republicanos, y no dejaron tampoco de abstenerse los tradicionalistas. Entonces, pensará el lector, ¿de dónde sale ese noventa por ciento del Censo electoral? Sale, naturalmente, de los esfuerzos que se impusieron, sin gran violencia al parecer, por ausencia de todo control en los colegios, los partidarios del Estatuto…a las “emakumes”, que, en el plebiscito de ayer, ejercieron su derecho electoral con una largueza…La vieja regla democrática de cada hombre un voto, ha sido modificada en beneficio de la mujer: cada hombre un voto, cada mujer un voto; pero no más que uno, no cincuenta ni cien, como se han atribuido el domingo las “emakumes”.»

En la misma línea, el órgano oficial del PSOE, “El Socialista” analiza irónicamente lo ocurrido: «Las “emakumesse han portado varonilmente. ¿De verdad no habían votado nunca las “emakumes”? Pues a partir de hoy se puede asegurar que han emitido muchos más votos que todos los que pudieran corresponderles de haber conseguido el derecho electoral hace veinte años. Sería injusto no extenderles el certificado de “bolilleras” máximas, reservado en otros días para los más expertos suplantadores de electores… Pudiendo haber realizado un plebiscito serio y efectivo, se ha preferido por una simulación escandalosa

Otros diarios de Madrid, como “Ahora”, “El Sol” y “La Nación” incluyen noticias sobre las denuncias presentadas por “suplantación de votos”.“La Época” y el integrista “El Siglo Futuro” añaden además las declaraciones del gobernador en Bilbao: «…sobre la votación del Estatuto, la suplantación de votos, debemos consignarlo, fue escandalosa...Los contrarios al Estatuto se abstuvieron en su mayor parte de acudir a las urnas, pero los que tuvieron, la humorada de acercarse a ellas se vieron en la situación de retirarse sin votar, porque ya lo habían hecho por ellos. Era lo previsto, dada la falta de intervención en las mesas…Hubo nacionalista que presumía de haber votado por siete y hasta por más personas, y, desde luego, en las primeras horas muchos de ellos hicieron lo que pudiera llamarse la rosca en los colegios, volviendo una y otra vez de la mesa a la cola para volcar apresuradamente el Censo.»

El rotativo integrista madrileño, narra un caso ocurrido en Álava, que a pesar del resultado, también hubo “pucherazos y suplantaciones”: «El presidente de la Mesa le preguntó a uno que cómo se llamaba. Le dio el nombre, el apellido, la profesión, por cierto inspector del Timbre, y el domicilio. Cuando terminó de filiarse el presidente, asombrado, le replicó: -Ahora me dirá usted quién soy yo, porque ese nombre es el mío, esa profesión es la mía y el domicilio que ha dado usted es el mío.»

Estos “bolilleos” fueron reconocidos por algunos nacionalistas. Tal es el caso de Gaztelurrutia en su carta a Aguirre de enero de 1934: «El día pasado ha hecho Vd. algunas declaraciones acerca de la escrupulosidad con que se votó el Estatuto Vasco, pues bien, nacionalista yo de toda mi vida [...] debo salir al paso, para rogarle prudencia en afirmaciones de esa índole, ya que bien sabemos los nacionalistas que en la citada votación hubo cosas muy feas que bien poco honran a nuestro partido. De aquí se deduce que no podemos estar muy orgullosos del resultado obtenidoEs notable el testimonio del nacionalista Eusebio Zubillaga (Muga junio de 1979) sobre el pucherazo del plebiscito en Rentería: «los fallecidos se levantaron de sus sepulcros y votaron

Pero el “bolilleo” no fue una improvisación, sino una estrategia preconcebida dos años antes, como indica la carta del 11/12/1931 de Irujo (Manuel) a Aguirre: «Y para vivir en Estatuto, no hay otro medio que acudir a las citaciones de las Gestoras, votando en las asambleas de municipios lo que nos convenga para el más seguro resultado. Y acudir al plebiscito que convoquen las mismas Gestoras, para sacar en él, como se pueda, el 70% a fuerza de pucherazos o de milagros, pero sacarlo. Esa es la enseñanza del momento. Esa fue la orientación marcada por el Partido en la Asamblea de San Sebastián.»

Legislativas del 19-N de 1933

Dos semanas más tarde del plebiscito se celebraron las elecciones generales, primeras legislativas de la II República. El bloque de derechas resultó vencedor pero sin alcanzar la mayoría absoluta, el balance final de los 473 escaños, en las dos vueltas, fue: 211 para las derechas, 163 para el centro y 99 para la izquierda.

En el País Vasco, el PNV capitalizó los resultados del referéndum, obteniendo un resultado histórico de 12 diputados, que permitió formar minoría –grupo parlamentario-. En Navarra el Bloque de derechas obtuvo “el copo” -los 5 escaños de la mayoría y los 2 de la minoría-; mientras que el PNV, sin representación, alcanzó un 9%. Los resultados en las cuatro provincias fueron válidos en la primera vuelta por haberse alcanzado los porcentajes exigidos por la ley electoral.

En plena euforia nacionalista por los resultados, “El Liberal” de Bilbao echó un jarro de agua fría a la victoria peneuvista, titulando: «Los nacionalistas ganan las elecciones pero pierden el Estatuto vasco» El vaticinio que llegaría a cumplirse, lo argumentó así: «En España se atribuye la victoria, en líneas generales a las derechas que han hecho suyo el postulado de la indivisibilidad del territorio español El plebiscito y todo cuanto se relaciona con el Estatuto puede quedar en espera de coyuntura más favorable….Las elecciones han acabado con todos los deseos del nacionalismo que gana las elecciones y pierde el Estatuto

La cuestión alavesa

Instauradas las nuevas Cortes, Lerroux (Alejandro), del partido Radical (PRR), fue elegido presidente del Gobierno, con el apoyo parlamentario de las derechas, incluyendo a la minoría vasca. A los pocos días, el 21 de diciembre de 1933, la “Comisión de los dieciocho” (CD18) y algunos diputados vascos entregaron al presidente del Congreso de los Diputados, Santiago Alba, un ejemplar del EV4. El portavoz del grupo fue el alcalde republicano de San Sebastián, Fernando Sasiain, que era un símbolo del republicanismo por haber sido el anfitrión en los locales de Unión Republicana del Pacto del verano de 1930.

Al día siguiente, Oriol (José Luis), diputado tradicionalista alavés, entregó una carta al presidente del Consejo de ministros y al presidente del Congreso de los diputados, de la “Comunidad de Ayuntamientos Alaveses” –que agrupaba a 57 municipios de la provincia de un total de 77-, solicitando la desvinculación de Álava del EV4, por no haber alcanzado el quórum constitucional.

Formada la comisión de Estatutos, Oriol reiteró la exclusión de Álava, pero se enfrentó a Aguirre que, temiendo el naufragio del EV4, defendió la continuidad alavesa. La comisión acordó la celebración de un nuevo plebiscito en esta provincia que determinase su salida o no, del EV4. El controvertido problema se denominó “la cuestión alavesa”, siendo objeto de dos debates en Cortes, cuyo pleno rechazó por votación la propuesta de retirar a Álava del proceso estatutario. Sin embargo, las Cortes no llegaron votar sobre el referéndum en Álava, que había propuesto la comisión, por lo que nunca se llegó a celebrar.

Los desafíos nacionalistas de 1934

El PNV comprendiendo que aquellas Cortes, con mayoría de derechas, eran poco proclives a la aprobación del EV4, perdió sintonía con el PRR y abandonó a sus socios naturales, adoptando una deriva cada vez más izquierdista en la búsqueda de apoyo al Estatuto.

El parlamento catalán aprobó el 11 de abril de 1934 la ley de Contratos de Cultivos que permitía adquirir terrenos a pequeños arrendatarios viticultores -rabassaires-. La Lliga Catalana –partido burgués- defendiendo los intereses de los propietarios, solicitó amparo al Gobierno de Madrid, que presentó recurso al Tribunal de Garantías Constitucionales. La sentencia declaró la inconstitucionalidad de la ley y reconoció la competencia al Estado español. En franca rebeldía, el Parlamento catalán aprobó un proyecto de ley idéntico al recusado con efecto retroactivo desde la anterior promulgación. El mismo día abandonaron las Cortes la Esquerra y en solidaridad la minoría vasca.

Aquel año debido a un excedente de vino, se propuso en Cortes su desgravación fiscal para favorecer el consumo. En virtud de los Conciertos económicos, el gravamen del vino era la mitad de los ingresos de las haciendas locales y provinciales del País Vasco, la medida suponía su ruina y una injerencia en los Conciertos. Nació un movimiento municipalista nacionalista secundado por la oposición republicano-socialista, en favor del Concierto y por la renovación de las Comisiones gestoras de las diputaciones. Las asambleas de las Comisiones municipalistas y sus votaciones fueron prohibidas por los gobernadores civiles. La mayoría de los ayuntamientos de Vizcaya y Guipúzcoa dimitieron en bloque, los gobernadores los sustituyeron por Gestoras; pero centenares de concejales fueron procesados, inhabilitados y multados, algunos de ellos encarcelados.

Los sucesos de octubre de 1934

En octubre de 1934, la CEDA –legítimo vencedor de las elecciones- provocó una crisis gubernamental, reclamando formar parte del Ejecutivo. Lerroux constituyó un nuevo Gobierno en el que entraron tres cedistas -entre ellos, el navarro Rafael Aizpún en la cartera de Justicia-. La incorporación de la derecha en el Gobierno, sirvió de pretexto al partido socialista y a la UGT para declarar una huelga revolucionaria en toda España, que en Asturias evolucionó en un conflicto armado.

En Cataluña Companys (Lluís) presidente de la Generalitat, se sumó a la rebelión, proclamando el “Estado catalán de la República Federal española”. En pocas horas, el movimiento revolucionario catalán fue sofocado por el Ejército; Companys capituló y los miembros de la Generalitat fueron arrestados.

En el País Vasco se originó un tercer foco virulento contabilizándose 42 muertos (22 en Vizcaya y 20 en Guipúzcoa). Los acontecimientos más graves sucedieron en Eibar y Mondragón, donde los revolucionarios tomaron las poblaciones, asesinando a Rezusta, gestor de la Diputación de Guipúzcoa y a Oreja (Marcelino) diputado a Cortes por Vizcaya, cuyo hijo del mismo nombre, fue ministro y comisario europeo. A la revolución se sumaron los comunistas y los sectores más extremistas del nacionalismo vasco (escisiones del PNV como ANV y los “mendigoizales” del Jagi-Jagi). El PNV optó por la abstención, aunque fue acusado de haber participado, no se llegó a demostrar.

La represión tras los acontecimientos de octubre fue enorme: detenciones, cierre de Casas del Pueblo y la suspensión de las principales publicaciones republicanas, obreras y catalanistas. No obstante, “El Liberal” de Bilbao y los diarios peneuvistas como “El día” o “Euzkadi” siguieron publicándose con censura previa.

Fin del bienio radical-cedista

Las Cortes estrenan el año 1935 con la aprobación de la ley por la que «quedan en suspenso la facultades concedidas por el Estatuto de Cataluña al Parlamento de la Generalitat». Este es el precedente del que se habla, cuando se reclama actualmente la intervención de la autonomía catalana, apelando al artículo 155 de la Constitución de 1978.

Con la autonomía catalana suspendida, el EV4 quedó bloqueado en la comisión durante 1935. Finalizando el año, el partido gubernamental (PRR), se encontraba en entredicho por dos escándalos de corrupción, el Gobierno entró en crisis y se atisbaba la celebración de nuevas elecciones. Es entonces cuando Aguirre manifestó amargamente: «Están agonizando estas Cortes y nuestro Estatuto sigue ahí esperando»

Respuesta a la pregunta planteada

Como vimos en el artículo anterior, en el plebiscito del 5 de noviembre de 1935, Álava dijo NO al Estatuto Vasco (con un 46% a favor del EV4). El quórum del 66,66% exigido por la Constitución, fue compensado por Vizcaya y Guipúzcoa, cuyos resultados fueron producto de innumerables “bolilleos”, que convirtieron el plebiscito en un vergonzoso pucherazo” como lo describió Balparda. Por tanto, el hecho inicial propuesto es verdadero.

En el próximo artículo veremos cómo el Estatuto Vasco supera el escollo de las Cortes, no se lo pierda.

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