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Blog / El espejo de la historia

Íñigo López: defensor u opresor de Pamplona

Por Javier Aliaga

La narración histórica de la herida de San Ignacio en el castillo de Pamplona ha experimentado versiones contradictorias.

Maqueta de Ciga de la Pamplona de 1521 con el castillo en la parte inferior. A la derecha detalle del castillo de la herida de Íñigo López.
Maqueta de Ciga de la Pamplona de 1521 con el castillo en la parte inferior. A la derecha detalle del castillo de la herida de Íñigo López.

El lunes de Pentecostés es especialmente señalado para los jesuitas, día en el que conmemoran la herida de su fundador en el castillo de Pamplona en 1521.

En realidad el hecho acaeció el 20 de mayo; ahora bien, los ignacianos son fieles al calendario litúrgico. Para ellos la llegada del Espíritu Santo no se presentó con una paloma, sino en forma de bala de bombarda, en cuya trayectoria se interpuso la pierna de Íñigo López de Loyola. Aquella herida, su posterior conversión a la vida espiritual y la fundación de la Compañía cambiaron la historia de la Iglesia.

Comencemos por los antecedentes. Navarra había sido conquistada por el ejército de Fernando el Católico comandado por el duque de Alba en julio de 1512, siendo incorporada tres años más tarde a la Corona de Castilla. Los Foix-Albert habían intentado, sin éxito, la reconquista del reino en otoño de 1512 y en 1516. Todos los actores de 1512, en tan sólo nueve años, habían fallecido: Fernando el Católico, Catalina I de Navarra (de Foix), Juan III de Albert (Labrit) y el rey francés Luis XII.

En 1521 entra en escena un nuevo elenco: por Navarra, Enrique II el Sangüesino hijo de Catalina y Juan; por Castilla, unificada ya con Aragón, Carlos I que es también emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V; por Francia, Francisco I y el jefe del ejército atacante Andrés de Foix, Señor de Asparros.

En Castilla había surgido la rebelión de las Comunidades (1520-1521) contra la política de Carlos I concerniente a subidas de impuestos y a la extranjerización de cargos. Ante la debilidad castellana «Juan Padilla -según Jimeno Jurío- y su mujer, María Pacheco, habían convenido con Francisco I de Francia y Enrique II de Navarra una expedición militar de apoyo a su causa».

El virrey de Navarra había enviado tropas y artillería para combatir a los comuneros dejando el reino indefenso. El monarca francés, aprovechando la oportunidad, decidió atacar la España imperial, a través de Navarra, con un ejército de 12.000 hombres comandado por Asparrros. Sin embargo, cometió el error de retrasar la invasión hasta el 15 de mayo, cuando el ejército comunero ya había sido desbaratado el 23 abril en la Batalla de Villalar y sus tres líderes ejecutados.

Para mejor comprender la actuación del pequeño de los Loyola planteamos siete cuestiones.

1. ¿El castillo defendido por Íñigo correspondía al recinto amurallado de Pamplona? No, el castillo de Santiago o ciudadela, era una parte militar para la defensa del ejército, e independiente de la ciudad. Su planta era cuadrada, tres de sus muros (palios), con foso, daban al exterior. Según Martinena «El cuarto frente, en el que estaba situada la puerta, miraba hacia el interior de la ciudad». Es decir, la única forma de entrar al castillo, era desde el interior de Pamplona. Ver maqueta.

2. ¿Íñigo López era capitán del ejército? Tradicionalmente se le ha atribuido el grado de capitán, pero su nombre no se encuentra en la lista de capitanes de la guarnición. Para el fundador de la Legión, José Millán Astraín San Ignacio es un «legionario Mutilado… Los Jesuitas son los soldados de la Compañía de Jesús, que es legionaria, que tiene como eterno Capitán a Ignacio de Loyola».

3. ¿Quiénes eran los defensores? La guarnición del ejército de Carlos I que se hizo fuerte en el castillo, en la que se enroló Íñigo como gentilhombre del virrey; constaba de 250 soldados y 21 artilleros.

4. ¿Íñigo defendía a los habitantes? La víspera del ataque al castillo, el 19 de mayo, los miembros del Concejo de Pamplona se reunieron con Asparros en Villaba; capitularon, juraron lealtad a Enrique II de Albret y le entregaron las llaves de la ciudad. Es obvio que Íñigo López no defendía a los pamploneses. Por tanto, el título “Iñigo defensor de Pamplona” del folleto de Cultura Popular, autor Valeriano Ordóñez, no es muy certero.

5. ¿Quiénes eran los atacantes? No hay unanimidad. La respuesta más ponderada corresponde a Martinena: «las huestes francesas de Andrés de Foix, señor de Asparrós, con la ayuda de muchos legitimistas navarros».

Para los abertzales, reconvertidos en neoagramonteses, como Asirón los atacantes son: “los legitimistas” o “las tropas franconavarras”; exagera la participación de navarros partidarios del Sangüesino, «el Bearne y la Baja Navarra eran hervidero de tropas, en las que formaban miles de bajonavarros, bearneses y altonavarros exiliados».

Por el contrario, para el historiador francés Boissonnade, autor del libro de referencia “Historia de la incorporación de Navarra a Castilla”, el ejército atacante era francés. De esta opinión son otros historiadores franceses como Bordenave o Labau. Así como la inscripción conmemorativa de la herida de San Ignacio de 1.601 -actualmente en el patio de la Cámara de Comptos-.

Coincide en esta línea F.J. Navarro: «Por su composición, por su mando -Andrés de Foix, señor de Asparrós- y por sus objetivos, era un ejército francés y no navarro. Pretendía hostigar a Carlos en Castilla más que devolver el trono a Enrique II, al que no se autorizó a participar en la empresa».

En efecto, cuesta creer que la expedición era legitimista, «Se sospechaba –en Boissonnade- que el rey de Francia pretendía conservar Navarra para sí mismo». Evidentemente se marginó al joven Enrique II: ni entró con la expedición atacante, ni tomó posesión a los 20 días cuando toda Navarra estaba bajo control de Asparros.

Martinena añade otro detalle: «Asparrós designó alcaide al capitán Tolet, y con gran sorpresa de los pamploneses, izó el pendón del rey de Francia, en lugar de las armas reales de Navarra». Bordenave, describe la sustitución en los edificios, de los armoriales de España por los de Francia. Asparros ejerció tiránicamente «como si fuera –en Boissonnade- una provincia francesa», y según Labau «mandó acuñar moneda en nombre del rey de Francia».

De todos modos, las verdaderas intenciones de Francisco I se pusieron de relieve cuando Asparros dirige sus tropas a la conquista de Castilla, a su paso por Los Arcos saquea la villa, y pone cerco a Logroño. Esta evidencia desmantela la tesis neoagramontesa; razón por la cual Asirón, en un ejercicio de manipulación histórica, omite el asedio de Logroño.

6. ¿La artillera del castillo disparó contra la ciudad? Las tropas francesas entraron en Pamplona con el consentimiento y alborozo de sus habitantes, «Poco después -según Martinena- su artillería [francesa] atacó el castillo con intenso fuego de bombarda. Se disparó desde varios puntos, uno de ellos la torre de San Nicolás. Los castellanos respondieron, dañando varias casas». Para el historiador pamplonés los franceses iniciaron el bombardeo desde la ciudad.

Contrasta con la versión de Asirón que por un pretexto pueril, invierte, con poca lógica, la secuencia de los hechos: «Las ruidosas demostraciones de alegría realizadas por los pamploneses tras su liberación debieron despertar la furia de los soldados españoles… bombardearon la ciudad, causando grandes destrozos. Los franconavarros respondieron disparando… Iñigo de Loyola responsable del bombardeo».

7. ¿Tras la capitulación del castillo, los soldados de Carlos I fueron linchados? Conforme a Boissonnade fueron linchados por los franceses: «La infantería [francesa] irritada de que muchos de sus compañeros hubieran muerto en el asedio, atacó; algunos murieron». Sin embargo, Asirón omite este linchamiento y para evitar acusar a los “legitimistas” carga culpas a los pamploneses: «la población pamplonesa, furiosa por los indiscriminados bombardeos, quiso linchar a los soldados».

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