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Blog / El espejo de la historia

Las Cinco Llagas

Por Javier Aliaga

Proponemos un hecho histórico para que el lector adivine si se trata o no de una falsedad.

La corporación de Pamplona participar en el voto de las Cinco Llagas. PABLO LASAOSA (1)
La corporación de Pamplona participa en el voto de las Cinco Llagas. PABLO LASAOSA

Verdadero o falso:

El alcalde republicano Nicasio Garbayo, a diferencia del actual, Joseba Asirón, en sus años de mandato no acudió a renovar el voto de las Cinco Llagas.

La peste del siglo XIV

La pandemia que asoló Europa entre 1346 y 1353, constituyó una catástrofe demográfica que mermó su población de un 30 a un 60 por ciento. Esta peste también dejó huella en Navarra y en su capital, en el tiempo que ocupaba el trono la reina Juana II. En 1347, atacaron el reino dos de los jinetes de la Apocalipsis simultáneamente: el hambre y la peste. La escasez de cosechas había provocado una espantosa hambruna que afectó principalmente al campesinado, a consecuencia de la cual, llegaron a fallecer familias enteras. La situación de debilidad física y psíquica de la población, sumado al fenómeno migratorio de la huída, favoreció la propagación de la peste. No se sabe el número de muertos, se perdieron los datos, pero Peio J. Monteano partiendo del descenso en la recaudación de tributos, ha realizado una reingeniería estadística, afirmando que: «Aunque es imposible evaluar con precisión el número de personas que fallecieron, podemos afirmar que durante los años 1347, 1348 y 1349 habrían desaparecido poco más de la mitad de los navarros».

La Peste del siglo XVI y las Cinco Llagas

La peste más conocida y de la que hablan todos los historiadores, es la de final del siglo XVI, cuando Navarra ya se había incorporado a la Corona de Castilla, reinando Felipe II. La peste llegó a Estella en unos tejidos que contenían pulgas que portaban la mortífera bacteria, de aquí pasó a Puente la Reina. Al detectarse la enfermedad en la ciudad del Ega, Pamplona se aisló, pero unas vecinas de la Magdalena, saltando el cerco, fueron a vender productos de la huerta a Puente, en el trueque se trajeron unas telas y pulgas portadoras de la peste. Días más tarde, casi todo el barrio de la Magdalena murió.

A diferencia de la peste del siglo XIV, ya se conocía más de la peste y se pusieron en práctica medidas profilácticas para evitar el contagio y la propagación; sin ellas, el desastre hubiese sido mayor. Cuando se detectaba un enfermo, éste y sus allegados eran trasladados a unas casas del barrio de la Magdalena y los que habían convivido más con el enfermo se llevaban a unas casas próximas al puente de la Rochapea, donde se había instalado una gran enfermería. En total contrajeron la enfermedad 344 pamplonenses, de los cuales, murieron 279, resultando una tasa de mortalidad del 81 por ciento.

Enterado el Obispo de Pamplona de la revelación de un fraile del convento de los franciscanos de Calahorra, mandó confeccionar unas insignias con la corona espinas y las Cinco Llagas, que se repartieron por todas las parroquias. Durante 15 días se repitieron las funciones hasta que al final se cumplió la profecía del fraile.

Por eso, cada Jueves Santo, desde 1600, la Corporación para conmemorar el final de aquella peste, en traje de etiqueta, hace un “paseíllo” desde la Casa Consistorial hasta la iglesia de San Agustín, para renovar el voto de las Cinco Llagas. Esta liturgia de Semana Santa es la más genuina de Pamplona, hasta el punto que la simbología de las Llagas -con y sin corona de espinas- está maridada con los signos representativos de la ciudad: el envés de la medalla de los concejales, el reverso de la bandera, estandartes y las mazas del Consistorio. Unos años más tarde, en la mitad del siglo XVII, hubo otro brote de pestilencia en Navarra que ya no afectó a Pamplona, no sabemos si fue gracias a la devoción de las Llagas.

Hoy día, en un mundo con la disponibilidad de un arsenal de antibióticos para combatir la bacteria de la peste, puede parecer anacrónico apelar al voto de las Cinco Llagas. Al margen, de las consabidas resistencias que inutilizan a los antibióticos, es preciso saber que los científicos que han estudiado los restos de los cementerios, ponen en duda el origen bacteriano de la gran peste europea del siglo XIV, sugiriendo un origen vírico, en cuyo caso, los antibióticos resultarían ineficaces. Desde finales del siglo XIX, por los trabajos de Yersin y Shibasaburo, ya se conocía la bacteria de la peste, e incluso existían sueros contra la enfermedad, pero habría que esperar hasta 1928 en el que Alexandre Fleming descubre la penicilina. Sin embargo, no todo estaba resuelto, se tardarían unos años más en desarrollar antibióticos de elección contra la peste.

Por tanto, poco importa el origen de aquella epidemia pamplonesa de final del siglo XVI, las Cinco Llagas es un signo de identidad de la ciudad, que debiera ser vista desde la óptica de la supervivencia y de la esperanza de Pamplona contra un agente patógeno, tal y como sufrieron otras ciudades –Londres, Viena o Marsella-, situación que Albert Camus escenifica en Oran y describe la reacción humana en su novela “La Peste”. Hoy día la peste no está erradicada, todavía siguen apareciendo brotes, que pueden controlarse si se actúa con rapidez mediante los antibióticos adecuados.  

No queramos dejar todo en manos de la medicina, porque siguen existiendo y existirán, pestes que no se curan mediante la farmacopea; como el terrorismo yihadista, incubado en nuestra propia sociedad occidental. Que unos partidos firmen el Pacto Antiyihadista y otros no, poco altera la eficacia contra esta epidemia, pero es muy significativo que no lo firmen algunos partidos: que no lo haga Podemos, IU, EH Bildu, está dentro del guión; que no firme el PNV pone de relieve su mezquindad por ser una propuesta del PP. En definitiva, para luchar contra la inesperada peste yihadista, Pamplona debiera renovar el voto de las Cinco Llagas.

El alcalde Nicasio Garbayo, en sus años de mandato de 1931 a 1934, no renovó el voto de las cinco Llagas, no por ser médico y pusiese en duda la eficacia del voto; sino porque era republicano. Con la II República también se rompió la tradición de que el Ayuntamiento costease la función de San Agustín, que se hizo por suscripción popular. Aquellos años, sólo acudieron a la renovación del voto, los ediles de la derecha arropados por exalcaldes y exconcejales. Cuando Garbayo dimite del cargo en agosto de 1934, es sustituido por el tradicionalista Tomás de la Mata, que acude al año siguiente a la función de forma semioficial, dado que el Ayuntamiento no acudió corporativamente.

Pregunta planteada

Con respecto a la pregunta inicialmente planteada, como hemos explicado, el alcalde Garbayo en sus tres años de mandato no renovó el voto de las Cinco Llagas. Ahora bien, el actual alcalde, en el primer Jueves Santo de su mandato, ha acudido a la función de San Agustín. No sabemos lo que hará Asirón en el resto de su mandato, ni siquiera si seguirá en su puesto. Por tanto, hoy por hoy, la respuesta la dejamos en suspenso, el tiempo nos dará la solución. 

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