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Blog / La cometa de Miel

La carretera ya nunca será la misma

Por Pablo Sabalza

No compro abrigos de piel ni joyas. Tengo coches viejos.

No hace mucho tiempo que tengo carnet de conducir. Reconozco que nunca me han interesado ni los coches ni la conducción. Mis amigos, pongo por ejemplo a mi cuadrilla de Sangüesa, llevan conduciendo desde los dieciocho años como, interpreto, muchos de los que ahora estarán leyendo este texto. 

Añado que, además, no se me da bien. Me pongo nervioso, tengo cierta fobia y, si esto fuera poco, se me cala con frecuencia. Ese maldito juego de pies entre el acelerador y el embrague que me trae loco. Aprovecho para invitar a l@s conductores a que tengan algo de paciencia con los que tenemos una L mayúscula en la parte trasera del coche.

Me gustaría comprarme un automático. Ese tipo de coches está hecho para tipos como yo. Acelerador y freno. Sin más historias. Me quedaré con las ganas de tener mi coche preferido: Un ‘dos caballos’, pero amigos de Navarra.com, demasiados rocines para tan torpe caballero.

A mí más que los coches siempre me han gustado los apodos con los que se les bautizaban. Principalmente de animales…Al mismo dos caballos, creo recordar, que se le llamaba ‘la cabra’, ya que podía circular por cualquier camino.

¿Y, recuerdan, ‘el escarabajo’? Pero el antiguo, ¿eh?

¿Y ‘la mula’? La Citroën C15 equiparada al animal por su resistencia y que era capaz de ir cargada hasta arriba sin rechistar.

Y mucho antes de la famosa canción ya conocíamos, en coche, el famoso Citroën ID/DS, y que por más que se le denominara inicialmente como “la Diosa”, siempre será mundialmente conocido y recordado como ‘Tiburón’. Ahí está, eh, ahí está…

Y no paro, sigo, sigo, con otro apodo de coche, algo más antiguo que los anteriores, eso sí, denominado ‘El Pato’, por su parecido razonable si se miraba por la parte frontal al Citroën Tracción Avant.

Y si menciono un coche antiguo no se me puede olvidar ‘La sardina’, un Hispano-Suiza Alfonso XIII de 1914 con formas muy afiladas y carrocería aluminio.

Si es que somos muy dados a poner motes enseguida. O es que ya no se acuerdan del ‘cuatro latas’. ¡Qué gracia me hacía ese apodo! Otro sobrenombre de coche que me hacía sonreír por su ocurrencia era ‘el haiga’. ¿No se acuerdan? 

Eran los coches de gran tamaño en los 50 y los 60. Se decía con sorna que el comprador había pedido en el concesionario el más grande “que haiga”. O por el contrario, un coche en el que entrara “todo lo que haiga falta”.

Muchos y muy buenos motes bautizaron a los coches de aquellos años pasados que circulaban por esas carreteras que nada tienen que ver con las de ahora.

El ‘Milqui’, apelativo cariñoso del SEAT 1500; ‘Lola Flores’, ya que el sonido del motor diésel del Mercedes 170 D parecía imitar a las castañuelas de la famosa folclórica española; ‘Mofletes’, pues las formas del frontal del Z-202/Z-203 le valieron este apodo al camión Pegaso; ‘Chorizón’, mote cariñoso del Talbot Horizon; ‘Bocanegra’, por la pieza de plástico que adornaba el frontal de los SEAT 1200/1430 Sport y que dio sobrenombre al modelo…

Y así, muchos, muchísimos apodos para los coches de ayer.

Es domingo. Las Palmas de Gran Canaria despierta con un cielo mezclado de azules y amarillos. La mar, de púrpura y cristales, sueña en su enorme rumor de silencio de oro.

Y la voz de mi mujer, sensual como un ramo de rosas, aclama:

-¡Vámonos, que hoy conduces tú!

…y unos nervios me sacuden en este día que más parece un brote de primavera.

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La carretera ya nunca será la misma