• martes, 16 de abril de 2024
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Blog / La cometa de Miel

El hombre de la flor

Por Pablo Sabalza

Siempre serás a mis ojos un abanico de colores.

Una persona entrega una flor.
Una persona entrega una flor.

Todos los que ahora están leyendo mis letras, jóvenes y mayores, se han topado o lo harán una vez en la vida con ‘El hombre de la flor’.

Y si aún no han dado con él (ella) lo descubrirán en cuanto lo conozcan.

Esa persona que cuando la conociste iluminó tu existencia.

Ese alguien que por su manera ser o de hablarte o de tratarte o de estar contigo generó en tu interior un jardín de bienestar.

El hombre de la flor.

Y en este escrito, a ti que te lo mereces, te voy a decir dónde podrás encontrarle de nuevo o por primera vez.  

“Todo el mundo tiene una gran historia… Sólo hay que pararse a averiguar cuál es”. 

Hace varios años la ULPGC, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, me contrató durante tres años para impartir una asignatura de libre configuración denominada, ‘De la idea a la estantería de una librería’.

Es decir, acercar a los alumnos cómo escribir un libro.

Se impartía todos los martes (siempre ha sido para mí el día de oro que engalana la semana).

El primer año se apuntaron ocho, pero el tercer curso, acudieron veintidós.

Por favor, disimulen mi vanidad, pero así fue. 

El primer día de clase les preguntaba a los estudiantes quién era su autor/a preferido y en función de su contestación eran reconocidos durante el curso.

Debo decir, sin sonrojo, que impartí clase a Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Mario Benedetti, Pablo Neruda, Ken Follet, Tomás Morales, que por cierto era una preciosa joven, y a Benito Pérez Galdós, entre otros.

Abordamos cómo proceder el cuento, el haiku, el microrrelato, el poema, la columna periodística, el diálogo.

Hablamos de la familia y de las responsabilidades a acometer en la vida. 

Profundizamos en el amor. Muchas de sus vertientes conversamos.

Los celos; la pérdida; el carmín en el cuello de la camisa que se puede convertir en un instante en rosa o en un hilo de veneno; la muerte; la infinita ilusión…

Un día les presenté un libro. Un libro de ilustraciones.

Se titulaba…¡exacto! El hombre d la flor.

El libro muestra a un hombrecito adorable dibujado en color y que sostiene una flor en la mano. El protagonista llega a la entrada de una población. Imagina un pueblo o una ciudad en la que todos los edificios (como si fuese 13 Rue del Percebe), y las plazas y las calles están oscurecidas. Un lugar oscuro en el que los habitantes no salen al exterior.

No se socializan. Han perdido todo, incluso su ilusión e inspiración.

El hombrecito entrega la flor a una niña y así, como el amor que concede una novia, como una risa de una acacia, como el oro dulce que hay en la malva de la tarde, la jovencita se viste de color.

Y la flor va pasando por los distintos personajes del libro convirtiendo la oscuridad en color. Cuanta más gente va recibiendo flores de más color se nutre el pueblo. 

Las personas son caracoles mojados, se socializan, sus rostros pasan de ser tristes y angustiados a felices. 

Y cuando todo está lleno de color y todos los labios son de cereza y el perfume de las espigas exhalan luz y bondad, el hombre de la flor coge su maleta y se marcha a otro lugar para volver a hacer lo mismo.

¿Recuerdas a esa persona que te entregó la flor? ¿Aquélla que cuando estabas en un momento complicado de tu vida, te concedió, con su manera de ser, con su abrazo y su abrigo, tu despertar?

Quizá, amigo de Navarra.com, tú no la hayas necesitado. 

Pero quizá algún familiar o amigo tuyo sí.

Hace tres tardes, paseando por el paseo de la Playa de Las Canteras, me topé con una alumna a la que había impartido clase en la Universidad.

Y me dijo algo que debía compartir con todos ustedes:

-Pablo, ¿te digo una cosa?

Gracias a ti he sido para muchas personas, ‘El hombre de la flor’.

…Y me hice, al instante, de color.

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El hombre de la flor