• viernes, 29 de marzo de 2024
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Blog / La cometa de Miel

Pobre Mamá

Por Pablo Sabalza

No eres la oscuridad que soportaste. Eres la luz que se negó a rendirse.

No eres la oscuridad que soportaste. Eres la luz que se negó a rendirse.

Papá me pegaba.

Y a mamá, -la pobre-, también.

Si no tuviese una espalda como armadura

mis hermanas pequeñas hoy se llamarían 

Angustias y Dolores.

El alcohol que bebía papá 

ya nunca lo he bebido yo.

Sus gritos, y aquellos odiosos reproches.

Los portazos, ¡madre mía!,

esos afónicos portazos

Un día le oímos blasfemar

mientras subía las escaleras.

Cerramos con llave todas las habitaciones.

Mamá nos rodeaba con sus brazos.

Temblaba. Vaya si temblaba.

Pobre mamá.

Cuando papá se levantaba y se duchaba

e iba desnudo a su habitación

-Una celda oscura. No miento. Neutra y oscura-,

todas mirábamos qué cinturón vestía.

El marrón tenía la hebilla dura.

El negro aún dolía más.

Se murió un día que hizo un sol radiante.

La gente nos daba el pésame a mis hermanas y a mí.

Mamá, -no me preguntes por qué-, lloraba.

Con el tiempo la luz entró en la casa

como una bandada de luciérnagas.

Las puertas las dejábamos abiertas

y si el viento que se colaba las cerraba,

rápidamente, 

las volvíamos a abrir.

Lloré la tarde que vi a mamá reír.

Era Gila en la tele diciendo:

‘¿Es el enemigo? Que se ponga’.

Pobre mamá.

La vida tiene muchas etapas.

Buenas. Muy buenas, a veces.

Otras, las muchas, normales y cotidianas.

Y las malas. Las muy malas.

Mamá sufrió las últimas.

Ahora vive las normales.

Las de luciérnagas y puertas abiertas.

Y está tan feliz. Tan feliz.

Pobre mamá.
 

*Dedicado a una amiga.

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