• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / La vida misma

Falta de costumbre

Por César Martinicorena

Ciudadanos y otros ciudadanos se van a reunir en Alsasua este 4 de noviembre para reivindicar algo que les parece reivindicable.

Rompen una enorme bandera de España con el escudo franquista durante la manifestación realizada por Ernai en Pamplona por la libertad de los agresores de Alsasua. PABLO LASAOSA
Rompen una enorme bandera de España con el escudo franquista durante la manifestación realizada por Ernai en Pamplona por la libertad de los agresores de Alsasua. PABLO LASAOSA

Ciudadanos y otros ciudadanos se van a reunir en Alsasua este 4 de noviembre para reivindicar algo que les parece reivindicable.

Este hecho, de nula o insignificante repercusión si se produjera en otro lugar de España por éste u otro motivo que les pareciere reivindicable, se convierte gratis et amore para la patulea indignada-a-ratos en un acto propio del nacional-catolicismo español, de la derecha rancia- por supuesto que extrema y fascistoide - y, si me apuran, homófobo, xenófobo y pro -guerra nuclear.

Recuerden; la costumbre hace ley. Nunca fue más cierta esta sentencia que en este país en el que vivimos en el cual el pábulo para la pataleta lo disfrutan- ojalá podamos decir con prontitud “disfrutaban”- en exclusiva una serie de colectivos que, sin excepción, disponen de la razón eterna, terrena y celeste, para ciscarse en todo aquello que sientan como ciscable.

No viene mal hacer un repaso a las últimas décadas para acuñar la definición que del término “provocación” hacía la batasunada. Provocar era-es no ser ellos. Provocación era-es gritar “gol” si un avispado delantero vestía la camisola española metía uno.

Provocar era-es decir Gibraltar Español. Provocación era-es cagarse en los muertos de Chapote porque lo que en realidad haces no es otra cosa que poner palos en las ruedas
de la “paz”. Así fue; y es.

¿Lo despreciable? Que quién ahora te tilda de provocador no milita en las filas de la boina a rosca sino en los medios nacionales que dictan quién se comporta como un buen ciudadano, no provoca oleaje y sigue a machamartillo las consignas que marcan la Sexa y Cía.

Observen las caras de indignación- a medias, nunca olviden- de tertulianos a granel tachando el acto de electoralismo facha. Miren cómo sufren ciertas mentes preclaras dado que este hecho no va a conseguir otra cosa que dificultar el tortuoso camino hacia la paz social, la reconciliación y no sé qué más gloriosas intenciones.

¿Cómo se atreven estos ciudadanos de segunda a hollar la luna separatoide?

Pues mire. Primero, porque les sale del pomo. Segundo, porque es necesario. Tercero, porque en Barcelona, gloriosa, se ha abierto una espita anti-nacionalista y, esta vez sí, ¡antifascista! que ha hecho tanto daño dentro de la borregada nacional como no lo pudiera haber conseguido el estricto cumplimiento de las leyes vigentes.

Primero Barcelona, después Pamplona defendiendo su navarridad y españolidad y ahora Alsasua . Esperemos que dentro de poco otros lugares desasistidos de ley y derecho se presentan ante el resto de España como punta de lanza de un movimiento que poco o nada tiene que ver con el voto y mucho o todo con la mera defensa de la libertad individual y del derecho a la vida. Si, a la vida.

Esa vida que se les ha negado durante cuarenta años de democracia en forma de goma dos antes y ahora a través de la negación de su condición de ciudadanos.

Esa y no otra cosa se defiende el día cuatro. El día de la gran provocación para los basuras. El día del fascista. No nos equivoquemos con el diagnóstico. Ese domingo de noviembre muchos o pocos se van a colocar delante de algunos de los que brindaban con cada tiro o bomba mientras una parte de España les va a escupir en la cara que ellos son los provocadores.

Vaya, la extrema derecha.

PD: Leo que va a asistir a la concentración Santi Abascal. Recuerden, aquel cuya familia sufrió más de una decena de atentados de la beatífica ETA. Ese es el malo ¿Eh? Lo aclaro para que no confundan a este fascio redentor con los pacíficos ciudadanos que tratarán de reventar la manifestación de Alsasua, aquellos que metió Pascual Sala por la puerta de atrás en las instituciones de nuestra ejemplar democracia.


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