• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Es periodista, uno de los fundadores de Telemadrid y su primer director de informativos.

Regeneración

Por Fermín Bocos

En las elecciones del pasado 20 de Diciembre pasaron algunas cosas que delatan la deficiente calidad de nuestro sistema democrático.

En Segovia, un candidato lastrado por el estigma de la corrupción,  Pedro Ramón Gómez de la Serna, fue elegido diputado en la lista del PP. Los electores sabían que el partido le había expedientado y que sus compañeros de candidatura le habían repudiado exigiendo que renunciara a presentarse. La conducta de este ciudadano, diputado en la anterior legislatura al que la Fiscalía investiga por el presunto cobro de comisiones a empresas extranjeras a cambio de mediar en contratos, no tiene un pase, pero el de los paisanos que le votaron sabiendo de sus andanzas también merece reproche. Que se haya atrevido a recoger su credencial de diputado (de manera vergonzante, a través de un procurador), es la prueba de que algo va mal en el sistema. Y no solo se trata de cambiar la Ley Electoral, que ya sería un adelanto.

La corrupción pudre la democracia y cuando los corruptos actúan con impunidad --o así parece-- alimentan la indignación y el resentimiento social que lleva a buscar amparo en organizaciones políticas que se presentan como justicieras. Amén de otras causas directamente relacionadas con el desafecto a los partidos políticos tradicionales (PP y PSOE), tengo para mí que el espectacular crecimiento experimentado por Podemos (69 diputados) tiene mucho más que ver con un desahogo de la gente que con la adhesión de los votantes al ideario neo comunista-populista que caracteriza a la organización que lidera Pablo Iglesias. Votar a alguien como Gómez de la Serna de quien se sabe por la publicación de conversaciones con  alguno de sus socios que se quejaba de que las obligaciones de diputado en el Congreso fueran una carga para los negocios, es un acto impropio de demócratas. Quienes le han renovado su confianza como diputado, deberían reflexionar. Casos como este alertan acerca de lo vulnerable que es la democracia cuando los pillos se aprovechan del sistema. Regeneración, es la palabra. ¡Pillos fuera¡ el primer paso.


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