• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Armas de construcción masiva

Por Fermín Mínguez

No las hay, no existe un botón rojo que al pulsar construya una ciudad, un proyecto o una nueva realidad social, la construcción siempre es progresiva y unitaria, pero la destrucción, ay, esa sí que es inmediata.

Se van a reír, pero desde que tuve la idea de escribir este artículo tengo en la cabeza a los Fraggel. Sí, los de la serie Fraggel Rock, ¿se acuerdan los boomers que me leen?, era una serie infantil, ¿infantil?, de mediados de los 80 creada por Jim Henson y protagonizada por unos muñecos que no tenían otra cosa que hacer que vivir.

Vista ahora es bestial, define perfectamente los perfiles humanos, como se relacionan entre sí, cómo afrontan la vida y cómo buscan respuestas, por ejemplo cuando necesitan consejo recurren a una montaña de basura, que cada uno lea lo que quiera. Pues bien, en esta serie los Fraggel, como decía su canción, no tenían que trabajar (clap, clap / ven a Fraggel rock; ya no se la sacarán de la cabeza los que la recuerden) porque había unos seres en su mundo, los curris, que estaban todo el día trabajando sin parar construir unas estructuras comestibles que los Fraggel arrasaban cada vez que tenían hambre.

Unos construían y los otros se lo comían sin reparo ni consideración. Destruían en un segundo lo que otros llevaban tiempo construyendo sólo para saciar su hambre. Igual les suena esto. Pero todo funcionaba bien, porque el sentido vital de los curris se lo daba trabajar, así que se enfadaban, pero como su razón para vivir era trabajar, necesitaban que alguien destruyera lo construido para poder seguir trabajando sin cuestionarse nada más, ¿me siguen?

La vida de los Fraggel, al no tener preocupaciones reales, discurría entre otras preocupaciones menores, relacionales, con las que dar sentido a su vida. La serie es un reflejo brutal del comportamiento social, de lo que nos enredamos en estupideces; de lo que no vemos porque lo tenemos garantizado, y de lo que poco que valoramos el daño que causamos cuando sólo buscamos el beneficio personal. Y todo en una serie infantil, qué grande Jim Henson.

Pensaba en la serie después de una conversación larga sobre lo que nos hace felices y lo que no, y esa falacia de buscar la felicidad en los demás, como si alguien tuviera que compensarnos o completarnos. Convencidos como estamos de lo importante de sentirnos plenos satisfaciendo a otros o acumulando bienes que nos den seguridad, como si fuéramos curris, apostando por un mañana que muchas veces no depende de nosotros, sin pensar que cualquier Fraggel de la vida se pueda comer nuestra construcción o cualquier arma de destrucción masiva nos barra del mapa. O simplemente alguien nos saque de su vida. O que mañana no nos levantemos y dejemos un montón de trabajo hecho para otros y muy poco para nosotros mismos.

Esto es lo que Séneca llamaba vivir en plena fuga. De los Fragggel a Séneca, volantazo en la argumentación. En su Consolación a Marcia, bestial, de verdad, decía “nada hay prometido sobre la noche de hoy; aún he dado un plazo demasiado largo”. Que es un poco dramático, sí, pero que no se debe olvidar, también.

Confiamos en que las cosas se solucionarán a medio plazo, confiamos mucho en que alguien vendrá a arreglarnos la vida, a liderar el cambio, pero la construcción masiva sólo puede hacerse si muchas personas construyen a la vez. ¿Han pensado en todas las causas en la que han militado este año? 

¿Se acuerdan de lo mal que lo pasamos todos con la muerte de Pau Donés y como compramos como máxima ese “Vivir es urgente”? ¿Cuánto duró esa urgencia por vivir? ¿Dónde está ahora que ha muerto la emoción?

Oigan, ¿y las mujeres de Afganistán? ¿Se acuerdan de lo mal que nos parecía todo? Esas mujeres a las que ahora estarán degollando, apaleando o humillando bajo un burka una panda de analfabetos armados ya no son asunto nuestro, por lo visto, epatados como estamos con el volcán de La Palma. Que si yo fuera palmero estaría asustado pensando no sólo en el volcán, sino en cuándo nos olvidaremos de ellos, enfrascados en la próxima lucha generalizada pero no personalizada. Militar en rebaño mola más. Da más calor y gustico ir arropado.

Si estamos esperando que alguien lidere el gran cambio, que nos guíe e ilumine como millones de armas de construcción masiva lo tenemos claro, aquí o milita cada uno y construimos poco a poco, o nos seguiremos indignando cada quince días sin continuidad ninguna.

Se construye desde lo individual, desde el convencimiento de que puede generarse algo bueno. Lo más generoso no es trabajar para los demás, sino trabajar para uno mismo y luego compartir lo hecho, en general y en particular. Cometemos el error de creer que lo importante es hacer felices a los demás, o ser productivos para otros, o incluso poner como valor máximo el sacrificio que hacemos por terceros, y lo que pasa muchas veces es que llega un Fraggel de la vida y se lo lleva puesto, sin valorar el esfuerzo que nos ha costado o lo importante que ha sido para nosotros. Hay que construir porque sí, porque lo creemos, porque nos parece algo bueno, sin pensar en el resultado final. 

En el mundo profesional se ve más claro esto, están las personas que trabajan con miedo a perder su trabajo porque lo necesitan, están quienes deciden el futuro de otros desde un puesto de pretendida superioridad. Hay todo un entramado basado en producción objetiva y no en crecimiento. Son las reglas, decimos, pero no tiene por qué ser así, renunciar a la creatividad pensando en la producción es convertir personas en curris, limitarlas, pero la decisión de jugar a esto es de cada uno, ojo.

En lo personal es igual, no crean, Nos esforzamos  por satisfacer a terceros, acumulamos lo que nos puede hacer felices sin pensar que la forma más sencilla de ser feliz es serlo por uno mismo, sin esperar la validación de otro. Esperamos el chantaje de “qué feliz me haces”, en lugar del infinitamente más sano “cuando estoy cerca de ti es más fácil ser feliz”. Es lo que proyectamos, lo que brillamos lo que tiene que atraer, no lo que producimos. Harto de ese “es que no me haces felíz”, es que no tengo por qué, cansa almas.

Que también se produce brillando, ojo, pero a esta vida se viene a brillar, y si alguien se deslumbra en el camino será su problema, no el nuestro. Apagarnos para no molestar es el absurdo más grande, no es necesario que nadie nos valide, ser feliz, brillar, es una opción personal, el resto no depende de nosotros. Ni siquiera el tiempo que nos queda. Seamos felices hoy, trabajemos por lo bueno ahora, confiando en que mañana podamos seguir haciéndolo. Y si no podemos al menos dejemos el ejemplo de que se puede para que otros sigan.

Séneca lo define muy bien cuando dice “A menudo hay que recordar al espíritu que ame las cosas tal como si fueran a desaparecer, mejor dicho, como ya desapareciendo”. Se ama mucho más intensamente sabiendo que todo puede desaparecer, no como drama, sino como acicate.

No se me ocurre propuesta más bonita que ese “vivir en plena fuga” del que habla Séneca, que nada tiene que ver con vivir huyendo, sino con saber que cada lucha, cada decisión o cada beso tiene que ser el mejor, porque a saber si es el último.

Hagamos que todo lo bueno sea masivo.

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices.

Sonrío.


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