• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 18:52

Opinión / Sabatinas

Las maneras

Por Fermín Mínguez

Es común justificar la forma de actuar diciendo que se hace a la manera de cada cual, como si eso fuera suficiente.

José Luis Mendoza, consejero de educación. PABLO LASAOSA
José Luis Mendoza, exconsejero de educación. PABLO LASAOSA

Y los “a mi manera” no pueden perder de vista las necesidades de los otros que nos rodean ni mucho menos pasar por encima. Si sólo se piensa a la manera propia  no sabremos hasta el final si ha sido adecuada, y los finales suelen llegar demasiado tarde.

Dicen la mayoría de escuelas y teorías de liderazgo que en lo que uno pone su atención es donde está la oportunidad, y que según nuestro interés estamos más pendientes de determinados estímulos que de otros. Como cuando te compras un coche y de repente todos son como el tuyo, o cuando estas esperando un hijo y sólo ves mujeres embarazadas, ¿les suena?, pues estas últimas semanas he estado muy atento a las despedidas, y no crean que por gusto. Esto me ha servido para reflexionar sobre cuánto sabes sobre cómo ha sido alguien a través de cómo le despiden.

Me llamó la atención la despedida al consejero navarro de educación, muy de puerta de atrás. Con sus propios compañeros diciendo que era algo esperado y que eran conscientes de sus errores, que había hecho las cosas “a su manera”. Ni dimitir con dignidad le dejan a uno, sonaba más a “lo hemos dimitido”, estas situaciones tan propias de Gila. Lo ha hecho muy bien pero mejor se va. Poco ruido para alguien que durante su actividad fue bastante ruidoso. Una despedida llana y gris, con poca pena y con menos gloria.

Sin embargo participé de otra despedida, pero esta de las de verdad, de las que ya no se vuelve, y de alguien cercano a que  me hubiera gustado conocer más sobre todo después de ver la despedida que le dispensaron, dispensamos, sus cercanos: la ceremonia acabó con una ovación cerrada. Y larga. Y sonó My Way. Él también hizo las cosas a su manera, y damos fe de eso. Sonrío.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre la ovación y el portazo si ambos lo hicieron a su manera? Pues que confundimos ser auténticos con ser egocéntricos, que muchas veces defender que uno es como es y que hay que entenderlo lo único que esconde es una incapacidad de relacionarse y de empatizar patológica. Y a fuerza de justificar estas actitudes lo que se consigue es reforzarlas, aislarse y no ser conscientes del impacto que tiene en los demás nuestra forma de comportarnos.

Diría que la percepción más extendida entre ciertos  políticos de hacer las cosas “a mi manera” es la de hacer cumplir sus ideas o proyectos en la forma en la que mejor les  parezca, y lo malo es que esto cala. Nos llueve a los demás y creemos que es la forma adecuada de hacer las cosas, eso y que además nos conviene, claro, porque imponer criterios siempre es más fácil. Enseñar la zapatilla a la vida es mucho más cómodo que negociar con ella. Y cuando el estilo es imponer no hay que esperar que te despidan con emoción, más allá de los palmeros de turno, esas plañideras en versión 2.0 que son los estómagos agradecidos.

El “a mi manera” que termina en ovación tiene más que ver con una postura de entender la necesidad del otro, ayudarle a conseguirlo pero sin renunciar a la propia forma de ser. Creo que lo llaman estilo. No es un tema de poner condiciones, sino de enfrentarse a la situación que sea, negociar y ofrecerse. Tomando la decisión que consideramos que se ajusta más a la situación en la que estamos. Ahora que ya son unos expertos en rugby, esta es la diferencia entre chocar y quedarse el balón o pasarlo antes de caer; ese momento en el que valoras tus posibilidades y las necesidades de tu equipo. Click, ahí.

Hacer siempre lo mismo porque es tu estilo sólo hará que a veces aciertes por azar, al 50%, y lo que deja a las claras es que eres incapaz de ofrecer otras soluciones. Incapaz, ojo, no incomprendido. La cuestión no es decir hice algunas cosas bien y otras mal, porque eso no tiene mérito, sino ver qué decisiones fueron correctas y donde mejorar para que si el resultado no es el esperado pueda mejorarse.

La diferencia es que nuestros “a mi manera” tienen que incluir, sí o sí, a los destinatarios de nuestra decisión aunque a veces no nos guste y lo que pida el cuerpo sea imponer, que es lo fácil, da igual que sean criterios que modelos educativos. Impositor e impostor se pareen que demasiado, ¿no les parece?, bendito lenguaje y sus giros.

La imposición produce miedo y cuando el miedo desaparece, te enseñan la puerta de atrás. La ayuda consensuada produce respeto, y el respeto se despide aplaudiendo.

Menos Mendozas y más Enrics.

Respect. En pie.

Los pelos como escarpias con esta interpretación, como hay que vivir, con emoción.


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