• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

 El nacionalismo vasco destruye Pamplona

Por Javier Ancín

Ser político nacionalista vasco en Pamplona y Navarra es el mayor chollo del mundo.

Joseba Asirón sale del Ayuntamiento de Pamplona con el bastón de mando tras ser elegido alcalde de la capital navarra EFE Jesús Diges
Joseba Asirón sale del Ayuntamiento de Pamplona con el bastón de mando tras ser elegido alcalde de la capital navarra EFE Jesús Diges

Te aplauden a rabiar y pagan no por construir, por idear, por proyectar sino por destruir y por derogar. Leyes, proyectos y demás historias con el nacionalismo vasco pasan a ser habitantes del limbo, erial, escombrera. Da igual que sea un ascensor, un tren o una ley que impide poner en Navarra la bandera inglesa para daltónicos de los vecinos.

La labor de gobierno de Barkos y Asiron solo tiene como guía máxima la destrucción de todo lo construido sin ninguna gana de edificar nada encima. Parecen críos jodiendo el exin castillos que con tanta paciencia edificó el primo, nunca mejor dicho. Manotazo y piezas por todo el suelo de la sala. Euuuuu. Y si la abuela dice algo se cubre el destrozo con una ikurriña, puño en alto, para evitar que te castiguen sin postre y listo, o sea, tonto.

Para construir algo hace falta el empeño y el conocimiento de mucha gente, pensar hasta la extenuación, pero para derruir algo basta una cabeza de un borono embistiendo con sus cencerros en el culo contra los muros, ahí, cotoclón, a ritmo.

Destruir es tan fácil y sale tan barato en esta ciudad de iluminados que piensan que dinamitar algo para dejar un solar es un acto de avance, de progreso, que aún me parece un milagro que haya resistentes heroicos contra el nacionalista rampante, rutilante y retrógrado. Es tan fácil ser nacionalista vasco en Pamplona, se lo ponéis tan fácil, que no entiendo cómo no tienen el 80% de los votos.

Ahora andan con su proyecto estrella que es evitar que solo los símbolos de Navarra ondeen en Navarra y para eso solo tienen que quitar la ley que nos dotaba a los navarros de símbolos navarros. Dejando a Navarra sin ley de símbolos solo consiguen que Navarra sea menos Navarra y tan felices todos.

Ya puede colocarse la ikurriña, esa bandera imperialista y chusca, regionalista vizcaína, rancia como un baile de aldeanos con chalequicos oscuros decimonónicos sosos y horteras como un Kristo traficando con Goma 2. Esa bandera infeliz como un vasco rural bajando a la ciudad cosmopolita para vender los talos por santo Tomás, con esa cara que se les pone a los baserritarras antiguos cuando entran en la plaza de Moyua o en la Avenida de San Sebastián y ven de qué cojones está hecho el mundo de verdad, tan ajeno a su tronchar troncos y bailar no agarraos.

¿Sabéis dónde está lo vasco de verdad? En los frescos que hay pintados en la antigua sede del banco de los vizcaínos en la calle Alcalá de Madrid, o en los garitos de jazz donostiarras que tan magistralmente describió Muñoz Molina en su Invierno en Lisboa. Eso sí que es vasco, de una vasquidad que mete miedo de la potencia que tiene, no en cuatro aldeanos vendiendo huevos con boina y dopando a bueyes para que ganen carreras, copón.

¿Por qué el nacionalismo vasco del siglo XXI reclama lo euskorrural como motor para involucionarse hacia la gruta solo para Navarra? Pues para que Bilbao siga como un tiro. A Iberdrola que ni juangoikoa (sic) le tosa, nos cobre las burradas que nos cobre, y a San Sebastián que nadie le haga sombra como gran capital cultural del norte de España, sur de Francia, centro de euskalpieles homogéneas o hipercentro de giputxiland.

Mientras los nacionalistas vascos en Euskadi van haciendo, los nacionalistas vascos en Navarra van deshaciendo. San Sebastián es una pedazo de ciudad que acojona por su dinamismo, por la velocidad con la que fluye y progresa, todo lo contrario a la arteriosclerótica Pamplona de vasos obstruidos por el nacionalismo vasco que hace que lo vasco, lo que no es Navarro, vamos, despegue y lo navarro, lo que nunca será vasco, jamás, dejándolo que se amorfe y pudra.

Pamplona va camino de ser una Soria de los años sesenta en una EuskalEritropoyetina que no piensa separarse de España ni de coña. ¿Para qué? Una Navarra regalada a la que someter neutralizando sus fueros, o sea, un competidor menos, y el privilegio de ser español con privilegios dentro de España y por tanto, de Europa. Jauja para Bilbao y San Sebastián y más progreso para ellas. Y AVE, que allí el nacionalismo vasco no es que lo quiera es que lo reclama a gritos.

De Bilbao ni hablamos, porque si San Sebastián le da un sopapo a Pamplona en todo, ya hasta en la estación de autobuses, Bilbao, una de las tres o cuatro ciudades más cañeras de España, le deja a Irroña, una de las tres o cuatro peores, en calzoncillos blancos Abanderado, de los que tenía el abuelo con abertura diagonal para sacar la chorrica para mear, ay, con la próstata jodida las noches de invierno pamplonés.

Una ciudad filial del Bilbao (sic) clú (sin) de júrgol (sin) y ya. Ese es todo el proyecto que tienen para Pamplona los nacionalistas vascos. A ver si os quitáis a esos que os están hundiendo en el fango irrelevante y emprendéis vuestro camino, el vuestro, solos, porque lleváis la senda de pasar de ser unos españoles con privilegios a unos vascos de cuarta regional o quinta puteados hasta por los alaveses. A más nacionalismo vasco peor Pamplona. Eso es inobjetable.

Las ikurriñas en Pamplona son como el colesterol, atracón loco de chuletón hoy e infarto seguro mañana. Desde la distancia se os ve al borde del colapso. Vosotros mismos. Y eso es todo.


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