• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El aberchándal odia la bandera de Navarra

Por Javier Ancín

Un aberchándal nunca busca lo común. Le repele poder tener algo compartido con los que considera sus enemigos. Siempre persigue imponer su ideología a todos y contra todos. 

Las broncas en Navarra de los aberchándales ya son a calzón quitado. Los que van sin mascarilla y los que la siguen usando, todos, con el ciruelo de la bicrucífera vasca euskotricolor al aire. Haciendo molinillo por las calles, las insitituciones y en los medios. Pasen eta vean, las majorettes de la ikurriña, en homenaje a las que salieron faldicortamente ridículas en Atocha, será, en huraño desfile reivindicativo haciendo malabares con la chorra al viento.

Que se han enfadado, vamos, es decir, que están en lo de siempre, el cabreo perpetuo. Esta vez porque se ha decidido poner, para hacer bonito, en la plaza de los Fueros de la capital de Navarra -oh, dios, mío... ¿puede haber ofensa mayor?- una bandera de Navarra.

Antes nos decían que les producía alergia solo la española, ya saben, con las excusa de que no es la de todos porque aquí, oh, había que respetarles a ellos, los monolíticos de la ikurriña. Muy bien, cedemos. Te respeto... a ver hasta dónde respetas tú, aberchándal, buscando lo común, algo, lo que sea, bajo lo que podamos estar todos representados. Pues ni por esas, que ahora también han empezado a atacar la bandera de Navarra. Tampoco les vale como símbolo común. Ellos, en la trinchera, su trinchera, obsesionados por tener a la población siempre enfrentada hasta que la sometan por completo a sus fantasmagórica ideología.

¿Bajo la bandera de Navarra tampoco cabemos todos, aberchándales y no aberchándales? No, tampoco. Ellos están en otra cosa, su ikurriña, que está por encima de todo. Una bandera única, que invalide hasta la de Navarra. No hay más. Consiguieron desterrar la de España y ahora quieren hacer lo mismo con la de Navarra.

Los aberchándales ya se ha visto que llegado el caso, con la mayoría de Navarra no quieren nada. Ellos, la ikurriña. Solo. Exclusivamente. Ah, pues muy bien, cojonudo, la bandera de Navarra como símbolo de todos los navarros tampoco les vale. Por si aún queda algún iluso que no sepa de qué va su juego, de qué ha ido siempre su juego.

Un aberchándal nunca busca lo común. Le repele poder tener algo compartido con los que considera sus enemigos. Siempre persigue imponer su ideología a todos y contra todos. No quiere el entendimiento, quiere la sumisión al cien por cien por parte de la sociedad a todas y cada una de sus premisas, por eso ahora les ha dado por atacar ese símbolo de Navarra que representa a todos, porque no quieren estar en la sociedad, quieren estar sobre la sociedad.

No les vale nada. Ni Iruña les valía como nombre oficial en euskera de Pamplona porque era aceptado hasta por los no aberchándales. Necesitaban tener el propio, el exclusivamente suyo, donde solo ellos se vieran representados, donde solo ellos cortaran el bacalao exigiendo pleitesía al resto, por eso se inventaron lo de Iruñea. Siempre obsesionados por diferenciarse y desde la diferencia, la superioridad de la diferencia, imponer al resto su paranoia. Nunca buscan lo común. Jamás.

Y eso siendo minoría elección tras elección, imagínate si consiguieran ser una mayoría, qué harían con la minoría navarra de Navarra. Aplastarla, claro. Aún más. El aberchandalato, es decir, el totalitarismo vasco, siempre acaba asomando la patita, la misma patita destructiva de siempre, por eso Mitterrand, aquel presidente socialista francés de hace 40 años, dijo que el nacionalismo es la guerra. Solo se detienen cuando completan su obra, sin fisuras, sin resquicios por los que pueda crecer disidencia a su proyecto dictatorial. El aberchandalato solo acepta aberchándales. Y eso es todo.


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