• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Los herederos del franquismo son los aberchándales

Por Javier Ancín

Hasta hace 10 años el colmo de la izquierda era tener una furgoneta con la que no estarse quieto, ahora es quitarse la furgoneta y sustituirla por una bici con la que cerrar el radio de acción. Has comprado dócilmente que lo progresista es pedalear en tu rueda de hámster como cuando éramos críos.

Eh Bildu presenta su candidatura al Parlamento de Navarra con Laura Aznal a la cabeza. PABLO LASAOSA
Eh Bildu presenta su candidatura al Parlamento de Navarra con Laura Aznal a la cabeza. PABLO LASAOSA / ARCHIVO

Otro mundo fue posible. Se intuye en esa avenida que entra en Villava desde Burlada de casitas cuidadas, de escuelas de peritos, de empresas históricas, de apeaderos de trenes surgidos al calor de la iniciativa privada. O en el primer ensanche de Pamplona, con sus repujadas barandillas modernistas, con sus edificios preciosistas. Otro mundo más fino, delicado, mejor, más bello pudo ser. No fue. Nunca es.

Los sesenta trajeron el desarrollo pero los setenta fueron una puta masacre social y urbanística. Los ochenta la confirmación de que los nuevos tiempos no iban a ser mejores. El franquismo nos metió en colmenas y la izquierda y los aberchándales posteriores no nos dejaron salir de ellas. Todos nos necesitaban estabulados.

Durante un tiempo pudimos los pobres comprar coches e irnos un mes de veraneo a la playa. Eso también nos lo quieren quitar. Nos lo han quitado ya realmente. Una sociedad que se mueve no es de fiar, una sociedad que se desplaza sin control es peligrosa para los que mandan. Si no es por un virus es por las putas focas, las excusas son lo de menos, siempre hay, y la gente traga con una facilidad que asombra: vamos a morir todos, enciérrate con la muerte como única solución... y se encerraron sin rechistar.

Hasta hace 10 años el colmo de la izquierda era tener una furgoneta con la que no estarse quieto, ahora es quitarse la furgoneta y sustituirla por una bici con la que cerrar el radio de acción. Has comprado dócilmente que lo progresista es pedalear en tu rueda de hámster como cuando éramos críos: no cruces la carretera, no salgas de este cuadrado delimitado por las aceras. Todo por el bien del planeta, recuerda. Enciérrate para salvar las ballenas. Quieto, delincuente... o contaminas. El planeta es la arcada feliz, la patria de los rojos. A veces también lo llaman euskalherria porque la frontera se diluye y así matan los mandamases, sus mandamases, dos pájaros de un tiro.

Todos encerrados, sometidos, dominados bajo la misma utopía para que no haya líos. Izquierda y nacionalismo fusionados para siempre. La dictadura perfecta, la de las promesas de un mundo feliz que nunca acaba de llegar porque hay siempre algo que lo impide. Los fachas no nos dejan, por ejemplo. Hay que acabar con ellos, sean quienes sean esos, que tampoco nunca está muy claro. Búscate un enemigo externo y a vivir, dirigente, y a morir, pueblo pardillo.

Si los setenta fue la muerte del antiguo régimen, los ochenta fue la consolidación de un nuevo igual de dictatorial, el aberchándal unido al izquierdismo que, metidos en los bloques de ladrillo como nos tenían, a los suyos fueron comiéndoles la cabeza, para que no se sublevaran contra las nuevas élites, con las bellezas mitológicas de lo que un día fue su pueblo, allí donde no alcanza ni la historia a dar luz, y que eso era lo que había que perseguir... unicornios.

Mientras tanto los dirigentes aberchándales y rojeras del cotarro se buscaron la buena vida. Ya me muevo yo por ti, ya tengo chalets con piscina por ti, ya me voy del barrio por ti a la urbanización de lujo, por ti viajo, por ti yo tengo familias numerosas mientras tú solo puedes aspirar a tener un gato, un perro, una ikurriña colgada en el dormitorio, como el retrato del gran hermano, junto a ese escudo de euskalherria que tienes en la pared del balcón que miras mientras rezas: algún día me llevarán a la tierra prometida y podré por fin salir de estos barrios anodinos que nunca sabes si estás en Bilbao, Pamplona, Soria, Palencia o Albacete y correr millonario por las verdes praderas de mi patria, libre de sus enemigos. Y vas tú, aberchandalillo, y te lo crees. Y eso es todo.


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