• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Más inútil que Pedro Sánchez

Por Javier Ancín

Conseguir que toda una sociedad se ponga la mascarilla por la calle de forma inútil, sin que nadie proteste, sin que haya un motín y lo saque a gorrazos de la Moncloa es de ser un genio. 

Yo soy un gran defensor de la inutilidad. La inutilidad nos eleva de categoría en el universo, nos sitúa por encima de los animales en general y de los monos en particular. La civilización proviene de la inutilidad. Cuando el ser humano deja de vivir constantemente para la utilidad, que básicamente consiste en tratar de encontrar comida, se emancipa de su parte irracional y empieza a pensar; y pensando tomamos conciencia de nosotros mismos, que es el origen de todo lo que hemos construido. La inutilidad nos hace humanos. 

Cómo llegamos ahí es lo de menos. Unos dicen que es el chispazo que provoca Dios, ese Dios cristiano creador de la Capilla Sixtina pintado por Miguel Ángel con forma de cerebro, no falta ni el tallo pituitario, y que acerca su dedo al dedo de Adán, generando el detonante de la existencia. Otros como Kubrick en la peli 2001 lo centran en un monolito negro. Cuando aparece ese artefacto que traía por la calle de la amargura al gran Pumares en su programa radiofónico, los monos dan un salto evolutivo dejando de ser monos para pasar a ser otra cosa, quizás hombres, quizás más bestias todavía, es decir, aún más hombres. Yo qué sé. 

A mí me gusta la inutilidad. No hay mayor elogio que alguien pueda hacer de algo que definirlo desde el desprecio como inútil. Algunos creen denigrar el fútbol, por ejemplo, describiéndolo como una actividad donde once contra once corren tras una pelota de forma inútil. Todo lo que no sirve para nada es lo que realmente merece la pena.

¿Para qué sirve la belleza sino es para nada en realidad? Y no hacemos más que perseguirla. Constantemente. Toda la vida detrás de lo bello, olfateándolo como un perrillo sin dar del todo con él, sin saber qué hacer cuando creemos topamos con ella, la belleza cantada por Aute. ¿Para qué sirven unas piernas cruzadas por el punto exacto, enfundadas en unas medias a medio muslo y calzadas con dos imponentes zapatos de tacón? Para nada, olvídate, sobre todo si eres feo.

Últimamente he vuelto al cine y he visto dos películas tan inútiles como hermosas. 'Belfast' de Kenneth Branagh y 'La crónica francesa' de Wes Anderson. No sé por qué pero me quedaría a vivir en el acento norirlandes de la primera, también en ese blanco y negro en el que está rodada, y en los planos estáticos y de una simetría perfecta de la segunda. ¿Sirven para algo? Para poco, quizás la primera para aumentar la cuenta de resultados de las empresas de pañuelos de papel, vaya puta llorera, y la segunda para que los que tenemos un toc insoportable con los cuadros torcidos de las paredes podamos descansar un rato de nuestra neurosis.

En esta legislatura del PSOE hemos llegado al paroxismo de todo esto que expongo. La inutilidad hecha arte. La inutilidad hecha belleza. La inutilidad como obra cima de las políticas de la izquierda española.

Conseguir que toda una sociedad se ponga la mascarilla por la calle de forma inútil, sin que nadie proteste, sin que haya un motín y lo saque a gorrazos de la Moncloa es de ser un genio. Me quito el sombrero ante él y ante su despropósito de gobierno hago una reverencia doblando el espinazo hasta la sumisión absoluta, que aún reconociendo que es una medida alejada de cualquier motivo sanitario, es decir, inútil, que solo fue tomada por unas encuestas entre la gente del común para tener la ficción de que el gobierno hacia algo útil, nadie se ha sublevado contra ella. 

Una sociedad tan dócil se merece a un artista sin escrúpulos como Sánchez. Me rindo. Yo ante Sánchez, a lo Valle-Inclán, me quito el cráneo.  No hace nada útil y ahí sigue, volando en su avión privado que pagamos el resto. Qué puto crack de la inutilidad. Y eso es todo.


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