• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Ni se os ocurra suspender la Cabalgata

Por Javier Ancín

La ilusión de los niños desaparece pronto, pero dura para siempre su poso de felicidad.

Cabalgata de los Reyes Magos en Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY
Cabalgata de los Reyes Magos en Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY

Los datos y la ciencia te dicen que hemos conseguido, yo que sé, vacunas, variantes y tal, que el Covid ahora sea poco más o menos que un resfriado. Todos tenemos estas fechas conocidos que lo están pasando casi sin enterarse. ¿Qué tal estás? Bien, un ligero dolor de cabeza, algo de fiebre suave, mocos, a veces no hay fiebre, a veces no hay mocos y a veces no hay nada. Sigo dando positivo pero no tengo ningún síntoma, también leo en mis grupos de WhatsApp.

Hay complicaciones, siempre las habrá, con este virus y con cualquiera, claro. La vida va de esto, de que un día enfermas y te mueres, recuerden, pero por el camino hay que rellenar el viaje, tampoco se nos debe de olvidar este hecho, y eso es lo que urge cuanto antes, que nos dejen seguir viviendo, que ya vamos para dos años de existencia entre limitada y suspendida.

El Covid ya no mata como mataba, ya no hiere como hería, ya no colapsa el sistema sanitario como lo colapsaba, pero los políticos nos han vuelto a poner el bozal por la calle y nos cierran la hostelería, incluso en Cataluña, esa Cataluña dócil y pastoreaba por insensatos iluminados, les han calzado de nuevo toques de queda como en las más atroces dictaduras.

Txibite incluso nos ha vuelto a prohibir, a instancias de Urkullu, el consumo de fritos de gamba y cañas en las barras a los solitarios como yo. Manda cojones lo de hacerle caso a ese euskotxalado que está llevando desde hace meses la gestión de la pandemia como un paranoico hipocondríaco, pero Txibite es así, obediente y de poco rechistar, que donde manda patrón no manda cirbonera.

Es todo ya ridículo. Quizás la mayoría de las medidas lo fueron siempre. ¿Qué sentido tiene que yo por la mañana haya ido por un recorrido andando con mascarilla de forma obligatoria y por la tarde corriendo, bufando como un ñu, pueda hacer el mismo recorrido sin mascarilla? ¿Qué sentido tiene cerrar la hostelería a la una de la madrugada, como si el virus entendiera de horarios y empezara a contagiar de forma más grave llegado a ese punto de la noche?

Pasé este martes en mi deambular urbanita, de manos enlazadas en la espalda, por la plaza del Castillo y allí estaban los pajes de sus Majestades de Oriente, dando paseos en camello a los niños que hacían paciente y ordenada cola. ¿Va a hurtar Txibite por segundo año consecutivo a los críos la posibilidad de generarse los buenos recuerdos a los que poder anclarse de adultos, cuando vengan mal dadas?, pensé. La infancia es la patria, el reino republicano, la república de reyes, de las personas, el lugar mítico al que volver, una y otra vez, para soportar la absurda existencia cuando ya eres maduro. ¿De verdad que Txibite va a reventar todo ese espacio sentimental de los niños que serán adultos mucho antes de lo que piensan?

Al final la infancia se te hace eterna pero en realidad dura muy poco. Desde que empiezas a ser consciente de ella hasta que ya la magia desaparece, permítanme por una vez no ser tan contundentemente claro, quizás haya niños leyendo, no pasan mas de tres o cuatro años. Tres o cuatro cabalgatas que puedes gritar a Melchor con el convencimiento inocente de que estará ahí ese brillo el año que viene.

Pero no es así, los adultos lo sabemos bien. La ilusión de los niños desaparece pronto, pero dura para siempre su poso de felicidad. Volver a prohibir la Cabalgata sería una de las mayores barrabasadas que podría cometer Txibite. Otra más. No se lo permitamos. Los hombres y mujeres del mañana nos agradecerán toda su existencia que hoy, pudieran generarse los buenos recuerdos que mañana les salvarán la vida.

Me acuerdo tanto de aquellas veces que, de la mano de mis padres, volvía a casa comiendo caramelos y la alegría con la que después ponía el zapato en la puerta del balcón, que me cabrea y subleva que una política mediocre, de la que nadie se acordará cuando deje el cargo pasado mañana, juegue a ser Dios prohibiendo desfilar a Melchor, Gaspar y Baltasar por las calles de Pamplona y de las demás ciudades y pueblos de Navarra.  Y eso es todo.


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