• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Analista político.

Gobierno de la XII Legislatura

Por José Luis Heras Celemín

Un Presidente, una Vicepresidencia única y 12 titulares para cubrir las necesidades de un gobierno concebido por Rajoy con las mismas carteras ministeriales que tuvo su primer Gobierno, en la X Legislatura.

Presidente: Mariano Rajoy. Vicepresidenta, ministra de la Presidencia y Administraciones Territoriales: Soraya Sáenz de Santamaría. Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación: Alfonso Dastis. Ministro de Justicia: Rafael Catalá. Ministra de Defensa: María Dolores de Cospedal. Ministro de Hacienda y Función Pública: Cristóbal Montoro. Ministro de Interior: Juan Ignacio Zoido. Ministro de Fomento: Iñigo de la Serna. Ministro de Educación, Cultura y Deporte, y portavocía del Gobierno: Íñigo Méndez de Vigo. Ministra de Empleo y Seguridad Social: Fátima Báñez. Ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital: Álvaro Nadal. Ministra de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente: Isabel García Tejerina. Ministro de Economía e Industria: Luis de Guindos. Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad Dolors Montserrat.

Un Presidente, una Vicepresidencia única y 12 titulares para cubrir las necesidades de un gobierno concebido por Rajoy con las mismas carteras ministeriales que tuvo su primer Gobierno, en la X Legislatura. Con la única innovación de una Agenda Digital desconocida que se ha unido a la carteras de Energía y Turismo.

A pesar de los rumores, Rajoy ha concebido un gobierno con una estructura parecida, casi idéntica, a la del primero de sus ejecutivos. Hay, no obstante, algunas peculiaridades que pueden señalarse, sin la pretensión de agotar el tema y con una más que posible falibilidad:

El tiempo tardado en lograr configurarlo, que no está en consonancia con la urgencia que se reclamaba, ha dado pábulo a toda suerte de rumores sobre conversaciones, acuerdos, pactos e imposiciones, reales o supuestas, de los posibles “condescendientes” (PSOE y C’s) y otros.

En el Primer Gobierno de Rajoy, con el que inició la X Legislatura a finales de 2011, hecho según opiniones “en defensa propia”, se apreciaba un intento de buscar la supervivencia en el equilibrio compensado de las tendencias que había en el Partido Popular de entonces. El PP disfrutaba de mayoría absoluta, pero arrastraba una debilidad de un liderazgo que se debía a muchos de dentro y fuera del partido. Ese fue el motivo del reparto apareado de carteras ministeriales y competencias en asuntos varios (Economía, autoridad dentro de el partido y grupo parlamentario, relaciones europeas y Exteriores, áreas de influencia, etc), de la entrega de algunas carteras a personas concretas (Ruiz Gallardón en Justicia fue un ejemplo) y de la aceptación de alguna imposición (real y/o no real) que no ha sido publicada y que a estas alturas puede quedar en el terreno de la hipótesis. Sin embargo, en estos momentos, con el liderazgo en el PP sin cuestionar, la supervivencia de Rajoy y el éxito de su gobierno no depende de aquellos equilibrios, sino de otros muy distintos que tienen que ver con las necesidades de gobernabilidad nacional y con los pactos con otros partidos.

A la hora de señalar las tendencias de los ministros, a diferencia de otras veces, no cabe fijarse en las llamadas fidelidades secundarias a personas, grupo o clan. En otras ocasiones, aparecían como motivo de nombramientos y posicionamientos la búsqueda, lógica, de la prosperidad de unas carreras políticas. Ahora, sabiendo todos que Rajoy cesa con la legislatura (las normas aceptadas evitan un liderazgo superior a los 8 años), no cabe otra opción que la lealtad y el posicionamiento respetuoso de todos (incluso el propio presidente) a quien tenga posibilidades de sustituirle. De esta forma, los inmersos en una fidelidad concreta que ha sido productiva y tiene futuro seguirán en ella; pero aumentará lo que hoy mismo un maestro de periodistas llamaba “fidelidades a sí mismos”. De la misma forma, aunque pueda aparecer en el futuro, ahora no se atisban grupúsculos como el deshecho G-8.  

El respeto aludido en el apartado anterior ha sido trascendental a la hora de ofrecer, y aceptar, carteras ministeriales. Ello ha traído aparejada la visión general de no beligerancias estériles y el cese de unas hostilidades viejas (Soraya-Cospedal; Montoro-de Guindos, etc); que existieron y ahora resultan fuera de lugar. Tanto que producen convicciones tan claras como la que recibí esta misma tarde procedente de un ministerio al poco de conocer el reparto de carteras: «Los medios están incidiendo en la pérdida de poder de Soraya. Te aseguro una cosa: Soraya se ha quedado con lo que ha querido».

En ausencia de otras necesidades, el presidente ha repartido el poder que lleva implícito cada nombramiento atendiendo sobre todo, parece, a criterios de eficacia. Este proceder es el que justifica: El reparto de competencias económicas entre Montoro y De Guindos. La sustitución del antiguo ministro de interior por un magistrado. El reemplazo de Margallo por el Embajador en la UE Dastis, que mantendrá la negociación constante con la UE y quitará trabajo al Presidente en Europa permitiéndole más tiempo para emplearlo en la “gobernabilidad nacional”. La continuidad de los eficaces (Soraya, De Guindos, Montoro, Fátima Báñez, García Tejerina, Méndez de Vigo y Catalá). El asentamiento o mantenimiento de personas con perfil joven y/o dialogante en ministerios que han de buscar colaboraciones con PSOE y C’S (Catalá, Iñigo de la Serna, Méndez de Vigo, Fátima Báñez, Álvaro Nadal, García Tejerina, Dolors Montserrat). La entrega de algunas carteras a personas señaladas (Un magistrado en Interior, Asuntos Exteriores a un Diplomático, Fomento a un Ingeniero de Caminos, Agricultura a una Ingeniera Agrónoma...)

Como afianzamiento del partido y consolidación de la política popular en la pasada legislatura, se han mantenido en puestos claves los autores de las reformas pasadas. Unas reformas que habrán de discutirse en esta legislatura con el matiz, ya apuntado, de sustituir la revocación de políticas y medidas por la búsqueda de la perfección de las reformas pasadas populares sin, con ello, destruir lo ya hecho.

Puede con el mismo motivo, y hasta como hito para marcar postura, aparece el nombramiento de María Dolores de Cospedal en Defensa. Un nombramiento en el que únicamente aparecen tres razones que alguien aportaba esta tarde: «Mostrar a Rivera quien manda y qué ha de esperar C’S de un PP que desoye sus ataques sobre supuestas corrupciones. Erigirla como “banderín de enganche” para los reclutas Ciudadanos que parece asoman en los aledaños del PP buscando sitio. O mostrar lo que en otras épocas se tuvo como “deferencia con La Corona”.

Y, finalmente, la forma de encarar uno de los principales problemas del Estado en el que se ha implicado la Vicepresidencia del Gobierno encargándose de “Administraciones Territoriales”. Es sabida la postura independentista y son graves los problemas que existen. El hecho de que Rajoy haya decidido y Sáenz de Santamaría haya aceptado enfrentar el independentismo catalán como lo ha hecho, y colocando de Ministro de Interior a un magistrado, lleva implícitas dos consecuencias que parecen obvias: Este Gobierno va a encarar el problema aplicando las normas con rigor. En el empeño se ventila, además del prestigio de Rajoy y su vicepresidenta, el futuro personal de ésta, como líder popular y acaso como aspirante a Presidenta de Gobierno.

Dicho esto, tras la jura o promesa de los cargos, sólo queda desear éxito al nuevo Gobierno. Y esperar que acierte. 


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