• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

El ‘cholismo’, un mal a desterrar del fútbol

Por José Mª Esparza

Pasó el Atlético por El Sadar, sin nada nuevo bajo el sol, un equipo de 400 millones dedicado a defender, a no dejar jugar y a marcar un gol si tercia, que terció.

Partido de La Liga Santander entre Osasuna y Atlético de Madrid disputado en el estadio de El Sadar. IÑIGO ALZUGARAY
Partido de La Liga Santander entre Osasuna y Atlético de Madrid disputado en el estadio de El Sadar. IÑIGO ALZUGARAY

La propuesta del Atlético de Madrid poco lugar deja a la sorpresa. Deben confabularse los astros para que su entrenador, Diego Simeone, el fundador del ‘cholismo’, cambie un ápice la forma de planificar un partido. Sus planteamientos defensivos, de esperar al rival, de no dejarle jugar, de destrozar el partido, aburren, resultan tercermundistas. Se trata de uno de los clubes con mayor presupuesto del fútbol mundial, 400 millones, redondeando, que juega como uno de 40. Tiene buenos jugadores, claro; una plantilla que para sí la quisiera Osasuna, pero que carece de algo básico en fútbol: de mentalidad ganadora y sentido del espectáculo. 

Entre los comentarios escuchados en los mingitorios de El Sadar durante el descanso, entresaco el que decía: “A Osasuna le falta ritmo”. Obviamente, puede llevar razón, pero es que resulta sencillamente imposible imponer ritmo continuado ante un equipo mucho más potente y que juega a impedir precisamente que haya ritmo. El Cholo, doce años sufriéndolo en el fútbol español, siempre en el Atlético, al que ha conformado a su imagen y semejanza, planteó su consabida defensa de ocho, con dos hombres por delante, Griezmann y Correa, para molestar la salida de balón del rival y organizar la ofensiva. Ante un equipo así, lo normal es estrellarse.

Si el Real Madrid también se estrelló durante casi todo el partido de Copa, no extraña que a Osasuna le ocurriera lo mismo. Logró desbordar con Abde o con los movimientos de Rubén García o Chimy, pero cuesta mucho desarbolar a un equipo de 400 millones concebido para no dejar jugar. Lo intentaron los rojillos, más cómodos cuando los cholistas, los peones del Cholo, dieron dos pasos adelante tras el descanso en busca de algo más que jugar a mus a la chica. Bastó un balón por encima de la defensa, un balón que supo ver uno de sus jugadores inteligentes, Saúl, para sentenciar el marcador y volver a la defensa de nueve

Porque ésa es otra. El perfil del jugador del cholismo es harto conocido: físico, de trabajo físico, de fútbol físico. En el fútbol regional clásico les llamaban tuercebotas. Los tuercebotas del Atlético tienen calidad, lógico, uno más que otros, lógico. El eje del juego cholista, Rodrigo de Paul, es capaz de dar el pase que le pide Saúl en el gol, algo que Giménez no puede ni soñarlo, pero son igual de tuercebotas, como casi todos. El jugador que pide más fútbol tiene que irse, como Joao Felix, aunque luego regresen por diversos motivos como Saúl, Carrasco o Griezmann, un pedazo de fútbolista que invierte todas sus energías en trabajar en lugar de en proyectar fútbol de altura, el de un ‘10’ clásico, concepto que no existe en el diccionario cholista.

La pregunta es ¿por qué el Atlético aguanta al Cholo? La respuesta está clara. Se entiende como nadie con los Gil Marín, tanto en las idas y venidas de jugadores difíciles de comprender como en taparse mutuamente las vergüenzas. Esta semana ha venido este contubernio en forma de un comunicado lamentable de uno, apoyado después por el otro, y que obviamente marcó el arbitraje en El Sadar desde el primer minuto. Son perdedores natos. No saben rentabilizar una plantilla de 400 millones, echan la culpa al empedrado, y lloran para que les concedan lo que no saben lograr. 

No hizo el mejor partido Osasuna para contrarrestar a un rival así. Tenía motivos Arrasate para venir aprendido. Ya le ha pasado lo mismo  unas cuantas veces, como para andar más avispado, pero esta vez vamos a aplaudir el esfuerzo colectivo, la imagen dada, y las ocasiones creadas, merecedoras de un empate digno. Esta vez se trata de poner en la picota a un equipo grande con corazón pequeño, un club rojiblanco que no sabe jugar a ganar, acostumbrado a hacerlo para no perder. Eso, pues, hay que desaterrar el cholismo. El fútbol lo agradecería.


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