• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Cuando dos quieren reñir, engrandecen la pelea

Por José Mª Esparza

Osasuna y Real Madrid ofrecieron espectáculo del bueno, entretenimiento en estado puro. Victoria justa blanca con un once no habitual pero capaz de ganar la Liga.

Chimy Ávila trata de mover el balón entre varios jugadores del Real Madrid. ALZUGARAY

Si los partidos fueran todos así, no habría dinero para pagar el abono. Disfrutar un encuentro tan intenso entre David y Goliat, de ida y vuelta, abierto, sin parar medio segundo, con incidentes y accidentes, con el portero de casa deteniendo dos penaltis al mejor goleador de la Liga, con ritmo imparable, siempre vertical, con presión alta, con dos equipos entregados, nobles, tratando de ocupar el campo rival, sin dejar de buscar provecho en cualquier parcela de césped, a lo largo y a lo ancho.

La diferencia la marcó el físico. Un equipo como el Real Madrid marca la pauta, manda, juega de cara al balón. Por el lado contrario, a otro como Osasuna le toca correr, buscar, pelear cada milímetro, es decir, gastarse más. Cansarse. Habrá quien argumentará que el once de Ancelotti distó de su alineación de gala, que nada qué ver con el conjunto que se midió al PSG o Chelsea. De acuerdo, pero con un matiz importante. El once blanco de El Sadar habría podido ganar perfectamente esta Liga.

Ancelotti refrescó. Lógico, le espera el City. Sin embargo, arriesgó mucho en un partido que realmente no se jugaba nada: Benzemá le dio un susto, y el problema muscular de Alaba le habrá quitado el sueño. Además, los que salieron quisieron hacerlo bien, o muy bien, como el portento de Alaba (¿central, pivote?) hasta que se partió, o Ceballos, Rodrygo por la izquierda… La calidad del once no habitual, que no desconocido, quedó contrastada, fuera de toda duda.

Osasuna plantó cara de principio a fin, complitió, obligó a los blancos cuanto pudo, jugó muy concentrado, lo dio todo, brilló el conjunto dirigido por Moncayola, omnipresente y pletórico en el reparto de balón. Sin olvidar a Sergio Herrera, claro. En cualquier caso, no es un partido para destacar a nadie por encima del bloque. Tanto es así que el bajón resultó evidente tras las sustituciones. El bloque ya no era el mismo, bajó el rendimiento, y no solo por el agotamiento físico.

La derrota también deja detalles a evitar, especialmente en defensa, en los goles, en los dos rebotes que subieron al marcador, en la mano absurda del Chimy en el primer penalti. El argentino, genio y figura, lo dio todo, no podía con su alma a la media hora de juego, jugó en todas las posiciones y en ninguna destacó. Por supuesto que necesita libertad, pero también atarle en corto y darle el papel adecuado. Posiblemente, el de segundo delantero.

El Madrid remató el doble que Osasuna, disparó cuatro veces más entre los tres palos, y sumó el doble número de pases, más de seiscientos. Sin embargo, la diferencia de juego sobre el césped dio la impresión de distar de la contundencia del resultado. Sin duda, el Madrid fue un justo vencedor, y al tercer gol no se le puede quitar un ápice de merecimiento, pero la soltura, las ganas, la nobleza y honradez del juego rojillo habrían tenido un reconocimiento más justo sin él.  

El resultado duerme los sueños europeos de los más optimistas, pero la derrota no empaña el disfrute de un espectáculo tan tremendo, solo posible porque los deberes ya están hechos.  A ver que depara el destino hasta el final de Liga. Otra cita así, ojalá, pero difícil.


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