• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

A Osasuna no le van fucsia, el rosa o similares

Por José Mª Esparza

De ser dominador absoluto, aunque sin apuntillar, el equipo fucsia, o rosa, que no rojillo, perdió los espacios, el balón y la personalidad

El centrocampista del RCD Espanyol Sergi Darder (d) lucha con Rubén García, de Osasuna. EFE/Andreu Dalmau

La visita a Cornellá resultó surrealista. Es como si vas con tu mejor amigo, dice que va a echar un pis, y sale del WC transmutado en tu peor enemigo. La literatura hablaría de Jekill y Hyde para hacer gráfico el incomprensible cambio de identidad, que no de los rojillos, sino de los fucsias. Cuesta ver a Osasuna con elástica rosa, comentario sin intención alguna relacionada con el feminismo. Cada cual es libre, incluso de vestir a sus hijos con faldas, como la ministra Montero. Sería mejor dejarlo en cuestión de gustos. “Me duele vernos de rosa. No hay necesidad”, me escribía tras el partido de Mestalla un buen aficionado que sabía de la urgencia del factotum de cuadrar cuentas con la tercera equipación (y con muchas más cosas, claro).

Decíamos que, más allá de la camiseta fucsia en un club que presume de norteño, el empate ante el Espanyol tuvo tintes surrealistas. Una primera parte enteramente fucsia y una segunda blanquiazul prácticamente completa. Empate que cualquiera de los dos equipos pudo romper, que debe calificarse de reparto equitativo, pero que deja mal sabor después de someter a los pericos casi a una humillación continuada, sin que les saliera nada, hartos de perder balones en la medular, sin crear una ocasión, con el campo de espaldas a sus futbolistas. El estadio les silbó a ellos, a su entrenador, a los directivos. Nadie escapó a la quema de los fucsias en la primera mitad.

Sin embargo, donde antes había cuatro delanteros fucsias en área rival, tras el descanso los roles cambiaron. La salida de RDT dio una referencia en ataque al cuadro catalán, la de Melendo añadió circulación de balón, y la de Melamed trajo el empateEl Espanyol fue otro, los fucsias también. Tanto que hasta nos hicieron olvidar las probatinas en la que ahondó Jagoba Arrasate pese a utilizar el sistema acostumbrado, aunque ensayando aristas multiusos según vengan dadas. Posiblemente, el técnico tomó notas muy aprovechables para su uso personal, pero el aficionado rojillo, que no fucsia, muy poco recordará hoy de los intentos.

Cuatro defensas teóricos con Juan Cruz de lateral reconvertible en tercer central según ataque o defienda Manu Sánchez, alineado por delante de él. En el centro del campo descansó Torró para avanzar en la labor de Moncayola como pivote de la acostumbrada tripleta de la medular. Adelante salió Kike Barja, también necesitado de protagonismo de cara al futuro. El sistema funcionó en la primera parte, en la que pareció que Osasuna era el conjunto local.  Sin embargo, no supo reaccionar a la mutación espanyolista posterior.

Las sustituciones fucsias no tuvieron la misma eficacia de las pericas. Arrasate tiró de músculo para poner orden (Oier) y conservar la ventaja, después recuperó a titulares habituales (Torró, Rubén, Chimy) para ganar el terreno perdido, pero no lograron dar la vuelta a la dinámica instalada en el partido. Y eso que en los dos últimos remates sobre la bocina pudo suceder. En fin, tampoco importa mucho.


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A Osasuna no le van fucsia, el rosa o similares