Navarra

La leyenda de San Gregorio Ostiense en Sorlada, que aniquiló la plaga de langosta

La Basílica de San Gregorio Ostiense en Sorlada. Navarra.com
Se mantiene la tradición de pasear la reliquia por los pueblos y pasar agua por la cabeza para posteriormente echarla sobre el campo.

La Basílica de San Gregorio Ostiense se levanta a 702 metros del altitud sobre una colina próxima al pueblo de Sorlada, a unos veinte kilómetros al suroeste de Estella en la zona del valle de la Berrueza.

Desde su emplazamiento se disfruta de una vista privilegiada sobre la comarca y es posible observar los pueblos de los valles de La Berrueza y Valdega, la Sierra de Codés, la Sierra de Lokiz, la de Andía, Monjardín y Montejurra.

Desde 1982, son los pueblos del entorno quieres acuden en romería, entre las que destaca el de Los Arcos, cuyo Ayuntamiento, Cabildo y pueblo, procesionalmente y con cruz alzada suben a la basílica el segundo día de la Pascua de Pentecostés.

Una vez llegados, los alcaldes de Sorlada y Los Arcos intercambian sus varas y, terminada la misa y bendecidos los campos, el alcalde de Los Arcos invita a comer cordero asado a las autoridades del pueblo vecino, obsequiándoles también con bolsas de almendras garrapiñadas.

Imagen exterior de la basílica de San Gregorio en Sorlada. Navarra.com

La majestuosa basílica es una muestra de la gran popularidad que tuvo el Santo entre los siglos XVI y XVIII, y del poder económico que alcanzó la Cofradía cuando no existían las compañías químicas ni los modernos insecticidas, pesticidas o plaguicidas.

Los agricultores, al ver sus campos atacados por plagas que con frecuencia anunciaban hambrunas y muerte, miraban al cielo pidiendo el perdón de Dios y la protección del Altísimo, para lo que buscaban la intermediación de los Santos.

La leyenda del Santo arranca a principios del siglo XI, cuando asolados los campos de Navarra y La Rioja, territorios que en aquellos tiempos pertenecían al Reino de Pamplona, por una plaga de langosta que oscurecía la luz del sol.

Agotados los medios para combatirla, reunido el Consejo de Reino con los obispos de Pamplona y Nájera, se decidió enviar una comisión a Roma para exponer a Benedicto IX el problema y pedirle oraciones públicas para que el Cielo acabara con ese azote.

Interior de la basílica de San Gregorio en Sorlada. Navarra.com

Al finalizar los rezos, se apareció un Ángel al Sumo Pontífice, y le ordenó que enviase a Gregorio, su bibliotecario, además de Cardenal y Obispo de Ostia, para que con su presencia, oración y predicación devolviera la salud a los campos que baña el Ebro.

Gregorio bendice los campos afectados por la langosta, y ese insecto que azotó España hasta comienzos del siglo XX, queda totalmente aniquilado. Conocido el fallecimiento de Gregorio en 1044, los obispos de Nájera y Pamplona se disputan sus restos deseando enterrarlos en sus respectivas catedrales.

Pero, al saber de la disputa entre los clérigos, el rey de Pamplona García Sánchez III el de Nájera determina que sea enterrado en la cima del monte donde tiene un castillo llamado San Salvador de Piñalba (Pigna-alba = Peña-blanca). San Gregorio ordenó que a su muerte cargaran su féretro sobre una mula y allá donde parara, allí debería ser enterrado.

Ataron el ataúd sobre el lomo de la mula, la cual cruza el Ebro, toma el camino de Estella, y al llegar a Los Arcos cae al suelo. Se levanta, gira hacia la Berrueza siguiendo el curso del río Odrón, y en Mues, donde hoy está la ermita de la Virgen de la Cuesta, vuelve a caer.

Se levanta por segunda vez, y muere al llegar a la cima de Piñalba. Los discípulos, cumpliendo la voluntad del Santo, entierran el cuerpo de Gregorio en lo alto del cerro, donde se construye la actual basílica.

Sepultado en la basílica, pronto se convirtió en protector contra la langosta, el pulgón y otros insectos. De ahí la tradición que se mantiene de pasear la reliquia por múltiples localidades y pasar agua por la cabeza para posteriormente echarla sobre el campo con el fin de asegurar una buena cosecha. Ello justifica la frase hecha: "Andar más que la cabeza de San Gregorio".