El pamplonés Jonan Basterra, periodista y director de marketing, vuelve a casa como fotógrafo todos los Sanfermines
Jonan Basterra Muniáin (Pamplona 1970) es un periodista profundamente vocacional, estudió Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Tras dos años ejerciendo como fotógrafo en Diario de Navarra (DN) marchó a Madrid donde trabaja como director de marketing. Antes venía frecuentemente a su ciudad natal para visitar a sus padres y a una tía, al ir falleciendo éstos sus visitas son más esporádicas. Sin embargo, lo que no perdona son los Sanfermines (SF), no viene a divertirse, sino a integrarse en DN como fotógrafo polivalente. Cada siete de julio, en el primer encierro, sigue sintiendo una enorme emoción.
Es un emprendedor en el campo de Internet, aunque para él tanto la tecnología como la fotografía son simples medios para transmitir la noticia, mejor dicho, como repite machaconamente para “contar una historia”, porque en cualquiera de las facetas que aborda sigue siendo periodista. No le gusta ni practica la fotografía artística, en sus instantáneas no hay paisajes, tienen que haber personas, figurantes que formen parte de la historia que pretende contar.
De joven anhelaba ser periodista de conflictos o periodista de deportes. La desafortunada circunstancia de haber contraído el Covid, al principio de la pandemia, le brindó la posibilidad de estar en primera de línea de la noticia en el hospital de campaña que se montó en Ifema de Madrid. Así, sin comerlo ni beberlo, se convirtió en el periodista más mediático que informaba a periódicos, cadenas de tv nacionales y extranjeras de lo que allí estaba ocurriendo.
De aquella experiencia ha sabido sacar lo positivo: ha aprendido a cuidar su salud y a involucrarse en proyectos de tipo social. De hecho, acaba de llegar de formar parte de una expedición de Beriáin a la zona afectada por la dana en la Comunidad de Valencia.
¿Cómo surge su vocación por el periodismo?
En un principio estudié periodismo soñando en ser reportero de guerra -como se decía entonces- o periodista de deportes. Al principio de la carrera tuve una crisis de identidad de lo que estaba estudiando. A la facultad venían reconocidos periodistas; entre ellos, José María García, un personaje que levantaba pasiones de amor y odio. Le preguntaron por qué había decidido ser periodista, dijo que siempre había querido ser contador de historias. Eso lo interioricé y encontré un sentido a la profesión.
¿Y su interés por la fotografía?
En la facultad, Miguel Urabayen impulsó un taller de fotografía, del que fue profesora Koro Cantabrana; en una práctica nos pidió hacer el tema del Día de Difuntos. Cuando llegó a proyectar mi foto dijo una frase que marcó un hito en mi vida: “Esta foto me gusta mucho, cuenta una historia”. Entonces pensé que iba por el camino correcto.
¿Entiende la fotografía como noticia o como arte?
A la fotografía puedes acceder por la vía artística, pero eso me aleja de contar historias. Necesito personas, un paisaje “a secas” no me dice nada. Al finalizar la carrera entré en DN, encontré en Javier Sesma y Jorge Nagore mis grandes maestros. Javier descartaba fotografías muy bellas, “mira que foto tan bonita, pero la que cuenta la noticia es esta otra”.
Durante un tiempo le asociamos a Be Pixel, ¿sigue trabajando en tecnología?
Descubrí en Internet un gran tema en el que comprendí que necesitaba meterme en ello. He trabajado en varios sitios, he creado dos empresas. Be Pixel fue un proyecto que monté con un amigo. Sigue existiendo, pero no tiene actividad… Ahora estoy trabajando por cuenta ajena, sometido a un horario.
¿En qué consiste su trabajo actual?
Trabajo como director de marketing y creo contenidos en diferentes soportes y medios. Una empresa tiene que cuidar su página web para que se dé a conocer y se sepa lo que hace: su posición en Google, hacer campañas de publicidad para promocionar productos y servicios de esa marca. En definitiva, potenciar la imagen. Una faceta que siempre ha existido, incluso antes de Internet, lo que pasa es que con la tecnología tienes más palancas para mejorar la imagen.
Pero eso, ¿no le está apartando del periodismo?
No, en absoluto, está relacionado con contar historias. Mi trabajo consiste en ayudar a la gente a contar historias para atraer a nuevos clientes.
¿Qué tienen los Sanfermines para que acuda todos los años?
No puedo dejar los Sanfermines porque es una parte importante de mi vida. Estuve dos años 93-94 contratado como fijo en DN, desde entonces trabajo en San Fermín con contratos temporales; siempre acudo tomando días de vacaciones. Para mí me renta por la satisfacción personal que me produce estar en primera línea y poder contar la fiesta de mi ciudad. No tiene precio. Hace poco acababa de entrar en un proyecto nuevo, en una empresa distinta, les advertí: “Si no os importa empiezo el 16 de julio”. Cada año, en el encierro del siete de julio siento una emoción increíble.
Pero, ¿después de tantos años, no ha hecho todas las fotos posibles en SF?
Para el fotógrafo el momento es todo, captar el instante y dejarlo fijado. Si queda en la cabeza no se borra, pero se va distorsionando. Tengo una foto de San Fermín en la cabeza que estoy intentando hacer, pero es muy difícil; la sigo buscando. Podría poner los muñecos y hacerla. Las fotos de kilikis y su relación con los niños se cuentan solas.
¿Qué es lo que más le llama la atención en Sanfermines?
Es muy complicado. En mi cuadrilla de aquí, decimos los “momenticos”. Por ejemplo, del año pasado seleccionaría dos: uno con foto y otro sin. La foto de una señora de cien años comiendo en medio del bullicio y la diversión de la gente en la Estafeta. ¡Qué bonito! El otro, una niña cantando una de las canciones de los gaiteros de la Comparsa de Gigantes.
¿Tiene algún sitio preferente para hacer el encierro?
En el encierro vamos rotando cubriendo una posición. Mi misión es cubrir ese tramo y hacerlo lo mejor posible. No soy especialmente amigo de la curva de Mercaderes, es un sitio incómodo para trabajar. Prefiero Santo Domingo, por la interacción con los mozos, los rezos, los cánticos… Me gusta Estafeta, el callejón y oler toro.
Desde hace años cubre el Chupinazo desde la plaza del Castillo, ¿qué difiere de la plaza Consistorial?
Lo que se hace frente al Ayuntamiento se mimetiza con los años en la plaza Castillo, tal como vengo observando desde ese sitio los últimos 12 años, porque los ingredientes son los mismos.
¿En el campo de la fotografía, además de San Fermín se dedica algún tema más?
Mi actividad fotográfica se restringe a los SF y poco más. Voy al Pilón de Falces y alguna cosa más que me apetece. Me gustaría hacer cosas, pero no encuentro tiempo. Estuve de vacaciones en Nueva York, en la Sexta avenida me encontré con el cortejo de acompañantes y guardaespaldas de Mariano Rajoy coincidiendo con una cumbre de jefes de Estado. Le saqué la foto encendiéndose un puro. Los de seguridad me dijeron que no se podía hacer fotos. Yo tenía lo que quería, se publicó en la portada de El Pais.
De joven quiso ser reportero de conflictos, en la pandemia de 2020 le ingresaron en Ifema donde pudo ejercer como periodista informando desde la primera línea de la noticia. ¿Como contrajo el coronavirus?
Tenía planeado celebrar mi 50 cumpleaños en Pamplona, debido a las noticias alarmantes y la declaración del Estado de Alarma, decidí cancelarlo y volverme a Madrid. A los pocos días comienzo a sentirme raro, cansado y pierdo el olfato. Fui al centro de salud, donde me diagnosticaron una neumonía bilateral, de allí al Ramón y Cajal. En cuatro horas me derivaron al pabellón nueve de Ifema, en donde voluntarios fontaneros habían hecho una instalación de oxigeno en un tiempo récord.
¿Qué sintió al entrar en Ifema?
Los primeros momentos fueron muy curiosos, un sitio que conocía por exposiciones y ferias se había convertido en un hospital. En pocos días mi saturación de oxígeno bajó mucho. En la cuarta noche llegó una enfermera muy graciosa o así me lo pareció. Nos dijo “A ver si no me dais mucha guerra que estoy sola para todos vosotros”. Ella estaba muy pendiente de mí, porque me encontraba un poco en el límite, vino hasta ocho veces para comprobar si dormía boca abajo y si tenía bien puesta la máscara de oxígeno. Fue una persona que me ayudó mucho, montó una pequeña biblioteca, luego una más grande. Se llama Ana Ruiz su nombre ha trascendido porque le concedieron un premio. Actualmente es una gran amiga.
¿Por qué da el salto de paciente a informador?
Todo se inició cuando un compañero me envió un mensaje preguntando por su madre que estaba ingresada también en Ifema, pensaba que iba a fallecer. No era de extrañar, no había información, la gente creía que nos enviaban allí a morir. Le contesté, no te equivoques no sé cómo está tu madre, ha dejado una cama en el hospital para otra persona que lo necesita más que ella, en unos días estará en casa. Siempre me ha gustado el periodismo, por casualidad me encontraba en una situación privilegiada en el punto de la noticia; mi labor como periodista era contar lo que estaba ocurriendo.
Al final acabó atendiendo a todo tipo de medios y convirtiéndose en un periodista mediático.
Una compañera de promoción se chivó a Sonsoles Ónega que podía informar con el móvil. Tras mi intervención en Tele 5, Ónega me puso un mensaje muy emotivo agradeciendo la visión superpositiva que había trasmitido a la gente. Lo cierto es que concedí unas 70 entrevistas, prensa, agencias y cadenas de tv, entre ellas Sky News.
¿Qué le ha quedado de la experiencia de haber contraído el Covid?
Al final lo que se podía haber convertido en un momento duro, salí un poco cambiado. Si todo el mundo ayuda yo tengo que ayudar. Un amigo periodista que había sufrido cáncer y que estaba muy alerta para impedir contagiarse de coronavirus, me dijo una frase que se me quedó grabada, “después de la guerra que he dado y tanta gente que ha luchado para que yo salga adelante. No me puedo permitir coger el Covid e irme al otro barrio”. No es que yo hiciese una vida de excesos, era una persona despreocupada de la salud, porque nunca enfermaba. Pesaba 140 kg, me puse las pilas para perder 37 kg.
¿Sintió el regusto del famoseo por aparecer en tantos medios?
Nunca me ha gustado ser famoso. Me pasó una anécdota, la panadera me reconoció “Te vi en la tele. Estás bien, ¿no?”. TVE realizó un documental La vida después, que fue Premio Ondas. Entre las distintas historias está la mía, yo me siento muy pequeñito comparado con el asilo de Estella y otros casos. Me conformo con haber tenido la oportunidad de contarlo y el agradecimiento individual de muchas personas. Me he sentido superrealizado no sólo como persona, sino además como profesional.