Llegan a Pamplona los toros que vuelan: el cuarto encierro de San Fermín es con Victoriano del Río
Fieles a su cita con San Fermín desde 2010, los toros de Victoriano del Río volverán este 10 de julio a recorrer los adoquines del casco viejo de Pamplona con una mezcla de velocidad, nobleza y fiabilidad que los ha convertido en uno de los hierros más respetados —y queridos— por los corredores. Será el cuarto encierro de las fiestas de 2025, justo en el ecuador, y si hay algo que invitan a pensar las cifras es que podríamos estar ante una de las carreras más rápidas y limpias de estas fiestas.
Hablar del encierro es hablar de emoción, riesgo y tradición. Cada mañana, cuando suena el cohete a las ocho en punto, cientos de mozos se lanzan al recorrido de 848,6 metros que une los corrales de Santo Domingo con la plaza de toros. Son apenas unos minutos de adrenalina pura donde todo puede pasar. Cualquier descuido, una caída, una curva mal tomada… y el peligro se convierte en tragedia. Aunque hay ganaderías que suelen traer carreras caóticas y llenas de sobresaltos, otras como la de Victoriano del Río han construido una reputación muy distinta: encierros rápidos, limpios y con muy pocas cornadas.
Desde que debutaron, han participado en 13 encierros. Y en ese tiempo solo han dejado 6 corneados, concentrados en apenas 4 carreras. Dicho de otra forma: en el 70% de sus participaciones no ha habido ni una sola cornada. Son datos que no pasan desapercibidos. Si a eso se le suma su proverbial rapidez —con una media de 2 minutos y 28 segundos—, la ecuación parece clara: estamos ante una ganadería noble, veloz y, en general, muy segura. Nunca han protagonizado una carrera de más de 4 minutos, algo que muy pocas ganaderías pueden decir. Incluso su “peor” encierro, el del año pasado, se saldó con un tiempo de 2 minutos y 24 segundos, que sigue estando por debajo de su propia media. Y en el otro extremo, su participación de 2013 fue una joya: 2 minutos y 14 segundos, sin un solo herido.
Pero si algo convierte al 10 de julio en un día especial —y contradictorio— es su historia. Porque aunque en los últimos años ha ofrecido carreras limpias, también es el día más trágico en la historia de los encierros de Pamplona. Hasta cuatro corredores han perdido la vida en esta fecha. El primero fue Gonzalo Bustinduy, un joven mexicano que murió en 1935, tras ser corneado por un toro de Carmen de Federico. En 1947 se produjo un hecho insólito: por primera vez, dos mozos murieron en el mismo encierro, ambos víctimas del toro “Semillero”, de la ganadería de Murube. Y ya en tiempos recientes, en 2009, el madrileño Daniel Jimeno perdió la vida al recibir una cornada mortal de “Capuchino”, de la temida ganadería de Jandilla. Cada año, su memoria se recuerda con un homenaje minutos antes del inicio del encierro, en uno de los momentos más emotivos y solemnes de la fiesta.
Sin embargo, en los últimos tiempos esta fecha ha dado un giro. Van seis ediciones consecutivas sin corneados el 10 de julio, lo que supone la mejor racha en los últimos 40 años. Desde aquella mañana de 2016, cuando los toros de Pedraza de Yeltes dejaron un herido por asta, no se ha vuelto a registrar una sola cornada en esta jornada. Y si además tenemos en cuenta que en los últimos seis encierros celebrados en un 10 de julio todos han bajado de los 2 minutos y 25 segundos, el pronóstico no puede ser más alentador.
Incluso el día de la semana aporta datos interesantes. Este año, el 10 de julio caerá en jueves, y en la última década, los jueves han sido relativamente tranquilos: en el 60% de los encierros celebrados en ese día no ha habido corneados. Otro dato que refuerza la teoría de que podríamos estar ante un encierro sin sustos.
Todo apunta, por tanto, a una mañana en la que los toros podrían volar. Si los mozos están atentos, si la manada se mantiene agrupada, si no hay caídas ni tropiezos en las curvas más complicadas, el encierro del cuarto día de San Fermín podría pasar a la historia como uno de los más rápidos del año. Pero con los toros, nunca se puede asegurar nada. Porque aunque las estadísticas estén del lado de Victoriano del Río y del propio 10 de julio en los últimos años, la imprevisibilidad es parte del ADN del encierro. En ese juego entre tradición, tensión y valentía, no hay garantías. Solo una certeza: a las ocho en punto, el corazón de Pamplona volverá a acelerarse.