SOCIEDAD

Una decisión en el último minuto consigue cambiar el rumbo de la huelga de villavesas que amenazaba San Fermín

Parada de villavesa en la Plaza de Merindades de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY
Los conductores votan posponer la huelga tras las negociaciones de última hora, pero la amenaza sobre San Fermín sigue viva mientras no haya un acuerdo definitivo.

Pamplona ha estado a punto de vivir este martes 1 de julio un colapso absoluto del transporte urbano en plena cuenta atrás para San Fermín. La huelga indefinida de los conductores de villavesas —formalmente convocada por la tarde del lunes— quedó aplazada en el último momento, tras unas negociaciones de urgencia que se alargaron hasta bien entrada la noche. A pesar de haberse decretado servicios mínimos del 60% en hora punta y del 70% en hora valle y de haberse activado los protocolos para el inicio del paro, un giro de última hora ha salvado —de momento— a la ciudad de una situación crítica, resultado directo de la incapacidad de gestión de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona, dirigida por una coalición de independientes afines a EH Bildu y el PSN.

Fue poco después de las 22:00 horas cuando comenzaron a circular mensajes entre los trabajadores alertando de que había avances que podrían dar lugar a una votación en asamblea para decidir si continuar o no con la huelga. A las 6:00 de la mañana de este martes, hora de arranque del servicio diurno, el comité de empresa ha explicado a los conductores el contenido de esas propuestas y ha convocado una votación in situ. La plantilla ha decidido finalmente posponer el inicio de la huelga, sin renunciar a sus reivindicaciones, a la espera de nuevas reuniones con TCC, la empresa adjudicataria del servicio.

El resultado: las villavesas han circulado este martes con normalidad, pese a que a lo largo del lunes se había dado por seguro que el paro comenzaría este mismo 1 de julio. Ni la empresa ni el comité han querido detallar cuáles han sido los avances que han permitido este cambio de rumbo. Lo cierto es que el alivio es momentáneo: la amenaza de huelga indefinida sigue sobre la mesa, y todo apunta a que si no hay un acuerdo firme en los próximos días, San Fermín podría quedar paralizado en términos de movilidad.

Este episodio vuelve a poner en evidencia la fragilidad del sistema de transporte urbano comarcal y el escaso liderazgo de los actuales responsables políticos de la Mancomunidad, que en plena crisis rechazaron la creación de un gabinete de crisis como propuso UPN, y cuya respuesta institucional se ha limitado a ofrecerse como mediadores en caso de que no hubiera acuerdo. Ni el presidente, David Campión, ni el resto de su equipo de gobierno han sido capaces de ofrecer una solución clara tras más de un año de conflicto laboral. Mientras la plantilla denunciaba falta de baños en cabeceras de línea, vehículos obsoletos o convenios laborales sin actualizar, Campión anunciaba, sin fechas concretas, que se renovarán 43 autobuses de aquí a 2027 y que “se está avanzando” en la instalación de aseos, aunque reconocía los retrasos.

El lunes fue una jornada marcada por la confusión. Por la tarde, la huelga se había dado por oficializada tras no alcanzarse un acuerdo tras casi tres horas de reunión entre la dirección de TCC y el comité. La situación se daba por cerrada con los paros confirmados y los servicios mínimos ya anunciados: del 60 % en horas punta entre el 1 y el 4 de julio, del 40 % en horas valle, y del 70 % entre el 6 y el 14 de julio, en plena celebración de San Fermín. Además, el inicio del paro coincidía con la entrada en vigor de las nuevas tarifas del servicio, que han generado un importante malestar entre los usuarios: las bonificaciones para mayores de 30 años han sido reducidas del 50 al 40 %, mientras que los menores de entre 5 y 14 años pueden viajar gratis con una tarjeta específica. Solo este lunes, se habían solicitado más de 16.500 de estas nuevas tarjetas.

En medio de este panorama, la plantilla ha actuado con una responsabilidad que no ha mostrado la parte política. Han querido escuchar, votar y aplazar una huelga que sigue ahí, latente, como recordatorio de una mala gestión sostenida en el tiempo, una falta de diálogo real y una incapacidad manifiesta de anticiparse a los problemas. El alivio que se respira hoy en Pamplona podría esfumarse en cualquier momento si no hay un acuerdo real. Y, con San Fermín a la vuelta de la esquina, la ciudadanía sigue pendiente de si podrá o no subirse a la villavesa para llegar al centro.