Mi derecho a no hacer nada

Imagen creada con IA.
El arte de no hacer nada consiste en disfrutar de la vida sin preocuparse por las obligaciones y responsabilidades del día a día.

Quedar con amigos, ir al cine (les adelanto que la fiesta del cine será del 4 al 7 de noviembre), regar las plantas, realizar una caminata…

Cuántas han sido las ocasiones en las que hemos aceptado planes que no nos apetecían por el mero hecho de no molestar a las personas que nos los planteaban.

La sensación de que podemos decepcionar a aquellas amistades, familiares y allegados con los que no coincidimos por motivos varios, bien por trabajo, familia, etc…nos condicionan a tener que decir que sí a determinadas citas que rechazaríamos al instante.

Cada vez advierto más cómo la sociedad genera, inconscientemente, un listado de tareas a realizar en su tiempo libre que a mí me produce estrés y una cierta dosis de ansiedad.

Visitar parques temáticos, descubrir restaurantes para saborear sus deliciosos platos, acudir a eventos que no te puedes perder por nada del mundo…

Necesito no hacer nada.

Sé que en mi caso, con una niña de quince meses, es una batalla complicada y que debo estar activo para ofrecer a mi pequeña Amalia una cierta dosis de estímulos y activación, pero mi derecho a no hacer nada, a estar un domingo en el sofá tapado con una manta viendo, que no disfrutando, de la película de antena 3 o, por el contrario, dedicar todo el fin de semana a leer pausadamente el libro de ‘El extranjero’ de Albert Camus, ‘El niño que perdió la guerra’ de mi querida Julia Navarro o  ‘Un caballero en Moscú’ de Amor Towles, libro éste a la postre que pedí encarecidamente a mi mujer por mi cumpleaños y que a día de hoy es, junto a los mencionados, entre otros, extensiones de mi mesilla de noche, no hacen sino aferrarme al deseo y/o derecho a no hacer nada. 

Nada es nada. Res.

Nuestras vidas están cargadas de tareas. Multitud de compromisos que debemos atender, ya que consideramos que nos pueden alejar de nuestro entorno familiar y cercano y, por ende, perder contacto con las personas que queremos y nos importan.

A mí me importa mi salud mental. 

Necesito descansar y no hacer nada.

Dedicar, al menos, un fin de semana al mes a no correr, a no volar de un lugar a otro

Apearse, por un instante, del tren cotidiano de la vida para preguntarnos cómo estamos.

Darnos cuenta de que no hacer nada es una manera de hacer mucho por nosotros mismos.