Gracias, maestro.

Pisadas en la rena a punto de ser borradas por la marea. Photo by Khadeeja Yasser on Unsplash

Estas líneas recogen una emoción muy grande de agradecimiento, admiración y tristeza.

Hace unos días me llamó un maestro de mi vida, una persona que hizo de mí alguien mejor, para decirme adiós. El cáncer se lo va a llevar y quería despedirse.

Mientras escuchaba su voz a través del teléfono tenía la necesidad de grabármela en mi memoria para acudir a su recuerdo cuando necesite refugiarme o alegrarme. Su despedida es una nueva enseñanza. La más grande que me ha impartido. Llamó a mi consciencia y me regaló la oportunidad de agradecerle su presencia en mi vida. 

 Se va una persona maravillosa. Un ser paciente, vital, empático, divertido, inteligente y sabio.

Heredamos su sabiduría, su conocimiento, sus chistes malos, su bondad, su optimismo y su paz.

Abrazo a su familia, a sus amigos, a sus compañeros/as, a sus otras alumnas y alumnos que como yo acudieron a él para que les ayudara a vivir mejor.

Lo conseguiste. Nos has hecho mejores.

Gracias, Eduardo. Estarás siempre.