Los aberchándales son de plástico

Chupinazo de fiestas de Tafalla con pancartas de plástico elaboradas por los aberzales. PABLO LASAOSA
"El fenómeno aberchándal se explica mejor desde la psiquiatría que desde la politología: traumas infantiles, cabezas desquiciadas, Freud en estado puro".

Querido diario, caro diario, como la película de Nanni Moretti. Hoy es Ferragosto, Feriae Augusti, 15 de agosto. Ojalá ser italiano, italiano de esos de las películas veraniegas italianas: un Vittorio Gassman al volante de su Lancia Aurelia descapotable en Il Sorpasso, un Gregory Peck paseando a Audrey Hepburn en Vespa por Vacaciones en Roma, o un Jep Gambardella caminando junto al Tíber en La gran belleza.

Pero mi realidad es otra, más cutrilla, menos glamurosa, y yo no tengo hechuras de galán cinematográfico. Mi misión es distinta: estudio a los aberchándales, como un Félix Rodríguez de la Fuente foral, con prismáticos y cuaderno de campo, observando su comportamiento en su hábitat, lejos de la gente normal. No es tan romántico como tirar monedas en la Fontana di Trevi, pero, al menos, te partes el culo.

Querido diario, anoto. Tras ser vetados en las fiestas de Tudela, capital de la Ribera navarra, los aberchándales trasladaron su espectáculo al chupinazo de Tafalla, un pueblo más pequeño donde, con menos personal, pueden armar más follón. Allí estaba Txibite, la presidenta del aberchandalato, que ya solo se deja ver entre aberchándales. Quien empieza cediendo para chanchullear acaba atrapada en la cesión y en el chanchullo.

El PSOE de Sánchez y Txibite es ya indistinguible de sus socios del partido de la Eta, con pancartas plásticas a favor de los etarras e ikurriñas de la Comunidad Autónoma Vasca. También vi una ikurriña de esas con forma de tres en raya que ahora intentan colar como emblema de Navarra. Curiosa elección de colores: rojo y amarillo, los mismos que siempre rechazaron por ser “españoles” y a los que, al final, toma, dos tazas.

Querido diario, aquí hay tema. La relación con el plástico de los aberchándales es flipante. Se proclaman defensores de la naturaleza, pero donde hay un aberchándal hay kilos y kilos de plástico: pancartas, bolsas, botellas que alfombran el suelo de sus akelarres. Mientras acusan a los demás de ser capitalistas antiecologistas, con sus chapitas de Nuklearrik ez, los aberchándales consumen más plástico para sus mierdas que una persona corriente en una vida.

Me acuerdo de Elanchove, en Vizcaya. Hace un par de años, se hizo viral un vídeo mostrando la basura plástica que dejaron los aberchándales tras una noche de juergotak. La hemeroteca habla de 10 toneladas recogidas en un solo día, y “eso que solo hemos recogido la basura del puerto, que aún queda por sacar la del fondo del mar”, apuntaba un operario. Tardaron ocho horas en limpiar el estercolero. Donde pasa un aberchándal, hay detrás un operario con un escobón y una manguera limpiando el rastro de mugre que deja: sangre de algún asesinato, restos de contenedores quemados, recogida de cascotes y hierro de bombazos o mierda a mansalva en sus akelarres.

El fenómeno aberchándal se explica mejor desde la psiquiatría que desde la politología: traumas infantiles, cabezas desquiciadas, Freud en estado puro.

En fin, querido diario, este verano me saco el doktorado. Título de la tesis: Los aberchándales son de plástico. Sin el plástico, su aberchandalato no existiría. Y eso es todo.