El alcalde de Pamplona, Joseba Asirón y la 'AsiroNada' de Pio XII

Acto de inauguración de la ampliación del corredor sostenible de Pío XII de Pamplona. PABLO LASAOSA
"4,5 millones de euros, tú, dicen que ha costado lo que hayan hecho. ¿Y qué han hecho? Pues no lo sé. Recorro la avenida, desde el Edificio Singular a la Clínica Universitaria, ida y vuelta, escudriñando dónde se han podido gastar semejante pastizal".

El alikate Asirón es una calamidad total, como aquel fútbol que practicaba la Holanda de Cruyff. Da igual por dónde lo pilles y le pongas la lupa. En lo ideológico, militar en un partido donde hubo quien quiso socializar el dolor etarra es un pringue que te acompañará siempre. Y en lo práctico, empeñado en acometer un despropósito tras otro en lo tocante —quizás ahí está la clave, que lo tocan demasiado— a la obra pública. Me despollo con el personaje, confieso. A la política aberchándal yo solo me la puedo tomar en serio desde el humor: Asirón está empeñado en pasar a la historia de Irroña por metérnosla doblada.

Yo le perdonaría ser mala persona si al menos tuviera gusto y embelleciera la ciudad. Pero ya se sabe: si no tienes ética —con tilde, sin tilde toda la que quieras—, mucho menos puedes tener estética.

Ya lo hizo en su anterior reinado, cuando dejó durante toda la legislatura una incomprensible losa de hormigón en Navas de Tolosa, en pleno Primer Ensanche, una de las zonas más coquetas de la ciudad, con sus edificios modernistas. ¿Y esto? “Homenaje a Jimmy Hoffa, supongo”, decía yo a las visitas cuando me preguntaban por semejante derroche de dejadez y fealdad. “¿No lo va a arreglar nunca?”. Y no, no lo arregló nunca.

Volvió Maya, que es arquitecto y en esas cosas se notaba, y al poco ya lo tenía en orden. Y eso Asirón lo lleva fatal, acomplejado como es, porque él no y no sabe.

Y lo está haciendo de nuevo —más tocante, supongo— primero con la desmesurada autopista de asfalto para bicis, genocidio de árboles mediante, que se ha cascado en Beloso y en Pío XII. Él sabrá qué ha hecho, porque a simple vista no se nota mucho.

Ayer Asirón inauguró la Avenida de Pío XII. No sé el qué, pero la inauguró. Las fotos son gloriosas: Asirón con su séquito, de paseo, diciendo que queda inaugurada la obra. Cuatro coma cinco millones de euros, tú, dicen que ha costado lo que hayan hecho. ¿Y qué han hecho? Pues no lo sé. Recorro la avenida, desde el Edificio Singular a la Clínica Universitaria, ida y vuelta, escudriñando dónde se han podido gastar semejante pastizal, y nada. No doy con ello. Me veo jugando con el coche, para arriba y para abajo, como en esos pasatiempos de “busque las siete diferencias”.

Lo que encuentro: tres bordillos, cuatro matojos y una capa de pintura roja en unos pasos de cebra. Frente a uno de esos matojos, en el cruce con Iturrama, han plantado un atril con dos micros para explicarnos el "proyecto". Hay una foto gloriosa: Asirón y su comparsa mirándolos, como embelesados. Una tipa parece explicarles algo. ¿Pero qué asunto? ¿Y qué miran con semejante concentración? ¿Los matojos? ¿El vacío? Yo qué sé: una AsiroNada.

Empiezo a pensar que es una performance digna de ARCO, y que el alikate le está haciendo la competencia a Urmeneta. Leí hace poco que había expuesto en la Ciudadela su chifladura final: lanzado a tumba abierta por la ladera del arte conceptual, presentó una obra ni ejecutada ni visible, es decir, una obra que no existe salvo en su cabeza.

Mikel es un genio vendiendo humo. A mí me cae muy bien y si alguien quiere comprarle el acto de fe, ningún problema. Asirón, en cambio, es un jetas: el humo nos lo ha cobrado a cuatro millones y medio de euros sin preguntar si queríamos pagar por semejante mamarrachada. Y eso es todo.