Asirón, el alikate que quiere capar a Pamplona
Ustedes, amados lectores, que son muy jóvenes, no se acordarán, pero hace unos 10 años, el partido del Eta trató de cargarse, como llevaba haciendo décadas con los humanos, la feria taurina de Azpeitia y Zestoa-toa-toa (antaño Cestona, un nombre mucho menos cómico y más solemne).
Aburrido de asesinar españoles, algún lumbreras batasuno decidió que, para meterle una nueva hostia a España, lo podían hacer por otros medios: atacando su patrimonio inmaterial, su cultura, sus tradiciones. “Nos será fácil acabar con los toros españoles en estos dos sitios en los que arrasamos en votos”, se dijeron.
Creyendo que la cosa estaba hecha, montaron unas campañas de esas suyas, con mucho ruido, para que se enteraran en España, porque si hay alguien que lo hace todo por España, contra ella, pero por España, esos son los aberchándales. Ahí tienes Alchachua, el único sitio de España donde han sacado una bandera española en los últimos carnavales, aunque solo sea para quemarla. En fin, qué cuadrilla de infelices.
El tiro les salió por la culata, les explotó entre las piernas la carga que iban a detonar, porque en esos dos bastiones batasunos, los suyos, casi los tiran por el ribazo: los toros, ni tocar. Nunca más se supo del asuntoak. Ospa hemendik, antitaurinoak!
Al alikate de Irroña le importan tres cojones los animales. Si le importaran algo, empezaría por respetar la vida humana, no compartiendo listas electorales con condenados por terrorismo y repudiando sin subterfugios los crímenes que su ideología ha cometido por todos los medios posibles: mutilando niñas, torturando a personas en zulos durante meses para volverlos chalados perdidos, asesinando padres que llevaban niños en brazos, dejando a los pequeños traumatizados también de por vida; quemando a gente, que es la muerte más horrible que hay, con bombas lapa en coches… El catálogo de crímenes de los aberchándales es especialmente cruel. Si quiere redimir su espíritu atormentado ya sabe por dónde empezar.
El alikate Asirón, que rima con tonto y con kopón, ha iniciado de nuevo una campaña para joder a España que consiste, básicamente, en cargarse los toros en Sanfermines, transformando estas fiestas universales, preñaditas de historia, de cultura, de intelectualidad, de identidad, en la aste nagusia de Irroña: bermudas vaqueras, zapatillas negras, riñonera, camiseta reivindicativa aberchándal made in Txina y bien de bolsas de plástico y botellas de refresco americano de dos litros, para el kalimotxo, alfombrando los suelos de plazas eta parques.
El otro día veía una foto de Pablo Sarasate en su palco de la plaza de toros de Pamplona, con un mantón de un violín colgando de la balaustrada, y me dije: “Mira, eso es un poco lo que somos, lo que nos quieren robar los aberchándales”. Si despojas de alma unas fiestas, si dejas una ciudad sin esencia, sin tradición, sin razón de ser, puedes hacer con ella lo que quieras, que básicamente es convertirla en una euskozombi. Que Pamplona sea un Hospitalet de Vizcaya, un Móstoles de Guipúzcoa, que es por lo que lleva luchando el partido de la Eta desde su creación.
Hemingway, Nobel de Literatura, no un piernas cualquiera del actual panorama literario euskoñazo, lo captó muy bien y lo dejó magníficamente escrito en Fiesta, libro que si no has leído ya estás tardando. Por qué Pamplona es única gracias a la tauromaquia, por qué Pamplona es completamente especial, no hay otra en el mundo, gracias a los toros. Y eso es todo.