Errejón, paradigma de la izquierda hipócrita

Fotografía de archivo tomada el 22/10/2024 del portavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados, Íñigo Errejón. EFE/ ARCHIVO/Fernando Villar
Otra constante es que ese pequeño mostruito, como tiene poder, está rodeado de gente que le tapa todo, le perdona todo, le consiente todo y le protege de todo. 

No falla, tú. Quien reclama más virtud, moral, rectitud para los demás, quien se sube a una caja de fruta dada la vuelta en la plaza pública a señalar al personal con el dedico, el maldito censor, el que pretende jodernos la vida poniéndonos una lupa –alguna mota al final encontraré que te hunda- es el que luego más tiene que callar porque tiene pringue a litros.

Otra constante es que ese pequeño mostruito, como tiene poder, está rodeado de gente que le tapa todo, le perdona todo, le consiente todo y le protege de todo, no vaya a ser que pierda su favor y me quede sin sueldo, sin estatus, sin carrera política en el partido, generalmente de izquierdas, que en lo tocante a estos temas de la moral es la izquierda quien más la caga porque han hecho de la moralidad inmaculada su punto central ideológico. Nosotros somos perfectos, no como los fachas que siguen contando chistes de gangosos en la intimidad o viajan despatarrados en el metro. Hay que ser machirulo, en euskera matxirulo, para en pleno 2024 seguir con esas prácticas denigrantes para las mujeres como es el manspreading.

En fin, la gente en su inmensidad vive entre unos parámetros aceptables de virtud y miseria. Todos tenemos nuestras cosicas, nuestros puntos de mejora, nuestros momentos más o menos virtuosos, nuestras fortalezas, nuestras debilidades. Es decir, que somos humanos, que acertamos y que nos equivocamos constantemente y que es lo que hay, quillo, que no hace falta para medrar en las organizaciones de izquierda darnos el coñazo tanto, copón, con vuestras hipócritas censuras.

Los Punsetes tienen una canción que va de eso, lo sospechosas que son las personas que no hacen jamás algo mal, que no la cagan nunca, que todo en ellas es perfección. Líbreme señor de los aliades porque esos son los que luego guardan los cadáveres en el armario a docenas, a los que les abres la tapa del arcón congelador, inocente de ti, buscando un helado y les encuentras tres cabezas cortadas.

Si lo queréis en bonito, más cultureta incluso, lo podéis ver en la peli de Sam Mendes American Beauty. Qué peliculón, colega. Una pasarela de personajes, algunos raritos y otros que van de intachables, que se van cayendo uno a uno para dejarnos ver a lo largo de los minutos la verdadera dimensión de la persona. San Medes lo lleva al extremo porque los más extraños son luego los más normales y el que más grita su intachable moral, el padre nazi que le reclama al chaval más hombría, al final es un homosexual reprimido hasta la asfixia que le mete el hocico al personaje interpretado por Kevin Spacey.

No falla, decía, en el caso de Errejón y su izquierda de puntos violetas y hermana, yo sí te creo, tampoco lo ha hecho. Un poco como las putas y los ministros puteros socialistas cuando se descubre el pastel. Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega, que le decía el capitán Renault en Casablanca a Rick para cerrarle el garito mientras un camarero le entregaba discretamente, gracias, sus ganancias a la ruleta.

Ahora todos lo sabían todo pero nadie hizo en ese mundo progre nada para pararle los pies… no vayan a utilizarlo los fachas contra nosotros y nos jodan el juguetico que es Podemos o Más Madrid o más País o PSOE que nos da poder, sexo y dinero, los dos tres únicos motores por los que se mueve un dirigente de izquierdas. Y eso es todo.