De los Falcon a los algoritmos: el poder en la era del show

Cerdán Sánchez y Chivite en el congreso del PSN. EFE/ Jesús Diges
"A Sánchez le gusta el poder y alardear de hacer no lo que le gusta, sino lo que cree que le gusta a la gente, para dar envidia. La estética del espectáculo por encima de todo".

Me puede el sentido del espectáculo. Soy un frontman frustrado confeso. Eso de ir por la calle con los cascos y tararear al ritmo, como si tu vida fuera un videoclip, me pone más que a un socialista un sobre con billetes. Canten conmigo, amigos progresistas: Servinabares, qué lugares, tan gratos para conspirar; no hay como el calor del dinero en Servinabar.

Hala, dos socialistas más al trullo. De la banda del PeugeotCerdán, Koldo, Ábalos y Sánchez— ya solo queda Sánchez sin pisar la cárcel. Y a lo mejor lo hace por poderes, presidiario consorte, si hacemos caso a las sugerencias musicales del exministro de Transportes: investiguen el rescate a Air Europa y el papel de Begoña; investiguen, que ahí hay un temazo. Un hit, que dicen los de León Benavente. Que también cantan cosas como “quiero ser el tipo de persona que convierte el dinero en la ley”. O esta otra que me gusta mucho: “quiero convencerte de que lo que está pasando es normal”.

A lo mejor sonaba en aquel coche esa canción, vete tú a saber. O el rock de la cárcel de Elvis Presley. A Sánchez dicen que le va el rollo indie. Aunque no creo: nadie se cogería el avión privado que pagamos entre todos para irse a ver a los Killers —que son unos moñas comerciales— al FIB como primer acto de gobierno, hace ya casi ocho años. A Sánchez le gusta el poder y alardear de hacer no lo que le gusta —que a Sánchez no le gusta en realidad nada—, sino lo que cree que le gusta a la gente, para dar envidia. La estética del espectáculo por encima de todo.

He mirado el cartel de 2018: ese día tocaron en Benicàssim los Charlatans, y tú te coges el Falcon desde Madrid, abusando ya desde el principio de lo público, para ver a los putos Killers. En ese momento tendríamos que haberlo echado a patadas y ahorrarnos estos ocho años de show. “Que se pudra este ramo de rosas, pero no antes que usted, señor presidente”, por seguir con León Benavente.

A Txibite le gustan más Los Planetas, como a todos los puretas. No sé por qué me salta como sugerencia de amistad todo el santo día en Instagram y me tengo que enterar yo de estas cosas.

A mí me salta Txibite y, a un amigo a quien le comenté mis desasosiegos digitales, una ex, todo el puñetero día. “Instagram no hace más que pegarme sustos”, me dijo. Estoy por volver a solicitarle amistad y que el amor nos cosa a leches, como al niño de Love Actually. El algoritmo: nadie sabe qué es ni cómo funciona, pero ahí está, dominando el mundo y trazando sus conexiones locas. O no tan locas. ¿A Txibite le saltará Cerdán, que también se les acabó el amor de tanto usarlo? Lo que daría yo por ver ese algoritmo, incluso los mensajes privados, que donde hubo fuego siempre quedan resKoldos.

Por cierto, Drogas, tú me has saltado en Facebook; nunca te hemos escuchado que te parezca mal que usen tu canción como percha para gritar “Eta, Eta, Eta”, esa banda que mató a mansalva a mujeres y a niñas. A ver si por el lado del feminismo te ablandamos el corazón, tan ofendido que te sientes ahora que no se puede tirar del gatillo en el fútbol por el estribillo oficioso, no por la canción, que, no flipes, nadie te ha censurado nada.

En fin, que no, que no: no es normal lo que está pasando. Nada. Pero tranquilos: el algoritmo dice que sigamos bailando. Y eso es todo.