Sin ética ni estética
Vaya foto, colega. Se supone que Garbiñe Bueno, teniente de alikate de Irroña, del mismo partido que el alikate Asiron, iba a homenajear al asesinado Tomás Caballero por el terrorismo nacionalista vasco, ideología que ambos comparten. Qué pintacas, tú. Lleva las mismas zapatillas Chuck que he usado yo toda mi vida para bajar a por tabaco de resaca en Salou. No te digo más. Menuda pava, es el antiestandalazo hecha concejal.
Si te presentas en el homenaje a un asesinado con esas pintas —un pantalón vaquero pitillo de diario, una chupa de cuero chunguilla y unas zapatillas Converse de loneta roñosa— estás dejando un mensaje ético claro: que el muerto te importa una puta mierda.
Y ella también lo sabe. Es plenamente consciente de esa elección estética. No hay más que ver en las fotos de otros actos del ayuntamiento cómo sus indumentarias son mucho más elegantes.
Claro que es importante la estética. Para todos. Incluso para ellos. O, sobre todo, para ellos. ¿Cómo no va a ser importante la estética para un aberchándal, si son los primeros en cargar de connotaciones políticas e ideológicas una prenda de vestir, el chaleco acolchado, llamándolo fachaleco, por ejemplo?
Si la estética no fuera importante para los aberchándales, la connotación de esa prenda, o de cualquier otra, sería nula, y habría muchos aberchándales que usarían ese chaleco, que se calzarían mocasines de esos llamados castellanos o que dejarían de señalarte extrañados si, en mitad de uno de sus bares, aparece uno con traje y corbata. Si mañana llevar pendiente fuera de fachas, ningún aberchándal se pondría uno en la oreja.
El ser humano se viste de forma diferente, más digna, en una celebración para darle un carácter extraordinario a ese acto. ¿Por qué nos ponemos de blanco y con un pañuelo al cuello en San Fermín, si no tiene ninguna importancia la estética, no transmite mensaje alguno? Pues porque sí lo transmite.
Sin estética no hay ética. Desde el principio de los tiempos, la estética que adoptamos los humanos es un mensaje. Toda acción ética se manifiesta en formas: gestos, palabras, modos de actuar y de vestirse. Si despreciamos la forma, corrompemos el fondo. Sin la forma adecuada, el gesto ético se vuelve falso. Si un supuesto acto bondadoso se realiza con violencia verbal, por ejemplo, contradice su ética.
La estética es la manifestación visible de una ética invisible. Es lo que hay. El ser humano es así, un ser de convenciones. Sácale un dedo corazón en su cara a un aberchándal, un simple e inocente dedo —no es más que un dedo, todos tenemos dedos, ¿un dedo te molesta?—, a ver si no se rebota e intenta calzarte una hostia. Y eso es todo.