El patio de Txibite es particular

Desde hace meses, los que vivimos en Iturrama y pasamos casi a diario por el colegio público del mismo nombre estamos asistiendo, en riguroso directo, a un espectáculo demencial de derroche de dinero público.

Se suele hablar en abstracto de cómo los políticos derrochan, roban y enchufan a familiares. Todos sabemos que lo hacen, pero rara vez vemos el proceso. Es como el lobo: no lo ves cazar. Dejas las ovejas en el corral, te vas a dormir y, al día siguiente, las encuentras despanzurradas.

Ves, por ejemplo, al vicepresidente de Txibite, te vas a dormir y, al día siguiente, su mujer aparece cobrando un sueldazo en la empresa pública que gestiona viviendas de protección oficial, esas que ya no se construyen. Anda, ¿y esto es normal?

De la dimisión como portavoz del PSOE navarro de Coronalzórriz –que no como parlamentario socialista, ojo, que ahí sigue cobrando cada mes, con paga doble en julio y diciembre– por tener a su pareja trabajando en Servinabar, no sabemos nada. ¿Cómo habría sido aquello? ¿Descolgó el teléfono y se lo pidió directamente al dueño aberchándal? ¿O se lo comentó a Cerdán en la barra de un discopub, de esos con toneladas de ambientador cítrico barato para tapar el tufo a nicotina de la moqueta?

“Oye, mira, te voy a pedir algo, es que mi pareja…”. (¿Cómo le llamará Coronalzórriz: pareja, novia, chica, amorcitoak, cielitoak? Urge un ¡Hola! navarro para estas cosas del salseo foral).

Aquí no ha pasado nada, fachita, no te detengas a mirar. Socialistas trabajando, circule. Quien no cobra un sueldo en Navarra es porque no quiere… emparentar con un socialista.

Desde hace meses, los que vivimos en Iturrama y pasamos casi a diario por el colegio público del mismo nombre estamos asistiendo, en riguroso directo, a un espectáculo demencial de derroche de dinero público.

Aprovechando la ocurrencia de la izquierda de que las líneas de fútbol y baloncesto en los patios escolares son “espacios fascistas” que hay que eliminar, se pusieron a hacer obras.

Construyeron isletas absurdas de hierba, cercadas con maderas tan bajas que, en un patio lleno de niños desbocados, no parecen lo más seguro. ¿Y si alguno tropieza, cae y se ensarta como un espeto? Pero bueno, ellos sabrán, que son los expertos. Pintaron el suelo de colores, las fuentes de morado podemita y, cuando todo parecía terminado, al día siguiente… ¡reventaron el suelo otra vez!

Volvieron a empezar, supongo que cobrando de nuevo, claro, que de eso se trata. Más isletas de hierba, incluso encima de las que ya habían puesto, y a tomar por saco el suelo pintado de colorines. Ahí siguen, con el patio hecho un cristo, maquinaria pesada removiendo cascotes para hacer cuatro sandeces, a semana y media de empezar el curso escolar. Olé, olé y olé. ¡Braboak por la gestión eficiente!

Este maravilloso espectáculo de derroche público merece una explicación. Algún responsable, ya sea del Ayuntamiento de Irroña o del Gobierno de Nafacroa –que, total, son los mismos socialistas aberchándales–, debería aclararnos: ¿cuánto dinero público se han gastado en este patio levantado dos veces? ¿Quién lo aprueba? ¿Quién lo cobra?

Anímense, no sean tímidos, convoquen una rueda de prensa y expliquen algo al sufrido contribuyente, que ya está bien de que solo nos utilicen –“Pamplona no tolerará agresiones sexistas”– como teta a la que ordeñar. Y eso es todo.