Pedro Sánchez tiene un plan... o dos o tres

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Eduardo Sanz / Europa Press
Esa es toda la acción transformadora de Sánchez, a ese truco fía su supervivencia política, planes siempre ambiciosos que no se concretan nunca en nada y adquirir compromisos.

Circulaba hace años un chiste por la Comunidad Autónoma Vasca de que cuando el PNV no sabía qué hacer, cuando algún tema se le atascaba y no tenía claro cómo solucionarlo, el que fuera, montaba un parque tecnológico. Por cierto, intentado buscar el chiste en Google, he tecleado PNV + parque tecnológico y los resultados han sido una catarata de noticias de corrupción relacionadas con El Partido, en mayúsculas, claro, y esos dichosos polígonos industriales.

Es curioso cómo la corrupción según donde brote tiene interés mediático o no. Unas cremas, unos trajes o un contrato de una cantidad ridícula de dinero como el de Madrid abren telediarios y portadas de periódicos durante meses. La corrupción del PNV, en cambio, es un suelto en la sección de pasatiempos, metida en las definiciones del crucigrama, o detrás de la coletilla de las esquelas  "la familia no recibe, no se invita particularmente, imputado o condenando el miembro del pnv por tal o cual caso de corrupción..." no la vaya a leer alguien.

Pero bueno, no quería ir hoy por ahí, que lo que me interesaba era otra cosa, las soluciones de los políticos a los problemas reales.

Sánchez y su cámara de resonancia, todo ese ejército de medios de comunicación, periodistas vendidos al PSOE y tuiteros pacos fanáticos y charos enloquecidas, nos vendieron como un éxito sin presentes el arrancado por el presidente en el Consejo de Bruselas de esta semana. Para no sé qué en realidad, que le dan pista libre desde Europa para hacer urgentemente lo que le plazca y así bajar los precios de la electricidad, según nos dicen sus palmeros, y luego no sabe qué hacer con ese permiso, que hasta dentro de un mes no va a implementar nada.

Se presenta el tío ante los demás presidentes europeos, les dice que sabe lo que hay que hacer -contra el criterio de la sala, todo hay que decirlo-, monta el pollo, le dan permiso para hacerlo y en vez de aplicar ya lo que sea, nos enteramos de que bueno, yo qué sé, quizás dentro de un mes, hay que estudiarlo y tal, pondrá en marcha alguna medida... o no. ¿Pero no quería que le dejáramos operar urgentemente porque usted sabía ya por dónde meter el bisturí para salvar al moribundo? Cricrí, cricrí... sonido de grillos. Es decir, que no tenía ni puta idea pero algún parque tecnológico nos tenía que vender a la opinión pública española.

A Sánchez le sacas de los planes y ya no sabe por dónde le da el aire. Planes, eso sí,  ambiciosos, adjetivo preferido del presidente, muy ambiciosos, ambiciosísimos. Sale al atril, presenta un plan que nos anuncia siempre como ambicioso, de título imposible y elefantiásiaco tipo Plan para tener un plan de los planes de más se perdió en Cuba y volvieron cantando sostenible, resiliente, feminista, aliade, contra el heteropatriarcado Almudena Grandes... cierra la carpeta y se pira. Hasta el anuncio del plan siguiente, que volverá a ser ambicioso, que no os quepa duda.

¿Alguien se acuerda ya del plan de 200.000 millones de euros que anunció al principio de la pandemia y que sus pelotas nos vendieron como el más ambicioso, faltaría más, de la historia de España?

Esa es toda la acción transformadora de Sánchez, a ese truco fía su supervivencia política, planes siempre ambiciosos que no se concretan nunca en nada y adquirir compromisos. Que se lo digan a los afectados del volcán de La Palma, que por allí se pasó mucho porque pillaba cerca del palacio de La Mareta y alguna excusa había que poner para coger cada fin de semana el avión. En La Palma también adquirió el compromiso, siempre adquiere el compromiso, y les diseñó un plan para que volvieran a tener casa... que ha resultado más que casa un castillo de humo en el aire. Y eso es todo.