En Portugal no resignifican los monumentos

En cualquier caso, como se entere el alikate Asirón, trae desde Irroña un barril de Goma 2 para volarles a los lisboetas su monumento porque no pueden alardear de una construcción levantada por el Franco luso.

La mañana está azul, radiante, y la luz, que en los sitios marinos entra y rebota sin freno, barriendo todos los espacios, incide contra el monumento como si fuera una pantalla de cine de las antiguas, antes de que la película comenzara, iluminada de blanco ya por el proyector encendido.

De las cosas, de las cercanas, de las que creemos dominar, sabemos poco. Una línea, dos, a lo sumo, en un relato que a saber cuánta verdad lleva. Lo pensaba hace un rato corriendo paralelo al Tajo, que aquí en Lisboa es un mar, camino del Monumento a los Descubrimientos.

Este monumento fue levantado por el dictador Salazar en 1960, leo. Aquí, por lo que se ve, no resignifican monumentos y los adoptan como lo que son, parte de la línea histórica de su país, sin problema alguno y sin pelearse con ellos, sin querer picarlos, demolerlos ni ocultarlos. En un par de días celebrarán con igual espíritu integrador y festivo la Revolución de los Claveles de 1974, que, pese a lo bello del nombre, fue una revuelta militar más y que desembocaría, como en España un año después, porque el mundo había cambiado, en la transición a una democracia.

Treinta y tres héroes portugueses forman el conjunto escultórico a mayor gloria de la nación y del régimen. Uno de esos treinta y tres héroes portugueses es, yo juraría, esa cara me resulta familiar… Voy a mirarlo porque me mosquea mucho. Anda, qué cosas, San Francisco Javier.

San Francisco Javier se embarcó en algún punto de este estuario y partió con los portugueses hacia la India. Eso aprendimos de pequeños, cuando nos contaron la historia, como si uno llega a un sitio, se monta en el primer barco que pilla y se va a ver el mundo. Así, por las buenas. No sabemos casi nada sobre lo que creemos saber algo.

Aquí al santo navarro lo consideran luso porque se fue a evangelizar el mundo por mandato de Juan III de Portugal. El imperio portugués fue desde Macao, en China, pasando por la India —en Goa está enterrado San Francisco Javier—, hasta Brasil, y aquí nadie monta follón, nadie les obliga a pedir perdón ni se auto odian como en España por ello. Y habrían sido tan pacíficos o belicosos como los españoles, que todos somos hijos de nuestra época.

En cualquier caso, como se entere el alikate Asirón, trae desde Irroña un barril de Goma 2 para volarles a los lisboetas su monumento porque no pueden alardear de una construcción levantada por el Franco luso.

Mientras trato de hacerme un selfi sudoroso frente monumento, llega un grupo de estudiantes con su profesor que les va explicando el asunto, sin mayores dramas, sin que nadie se rasgue las vestiduras. Prestem atenção, crianças, a coisa histórica é mais ou menos assim.

Saramago escribió que no podemos escapar de la historia porque la historia somos nosotros mismos. A lo mejor el alikate quiere volar también al escritor portugués. Y ya puestos, al profesor y a los niños que atentos atienden a las explicaciones. Y eso es todo.