Para el PSOE, un ciclista es un fascista
¡Enhorabuena, bicicleteros! Sois fascistas. Bienvenidos al club. Para la izquierda, también genocidas. Alguien tenía que pagar el pato de la debilidad de Sánchez, y os ha tocado. Un ciclista, un fascista. Chinchetas a la cara contra todo el pelotón. Al suelo con ellos. ¡Maravilloso! Tanto pedalear al son del PSOE, que os ha usado durante años para sus mierdas políticas, enfrentándoos a peatones y coches, para acabar así: de chivo expiatorio, señalados con el dedo para que Sánchez marque paquete y se sacuda la corrupción que le pringa hasta el cuello, mientras evita que Podemos le robe esa tarta jugosa de votos por la extrema izquierda.
Ya han destrozado la Vuelta. Sánchez, desde un mitin, lo bendijo. Cogió su avión privado por la mañana, voló a Andalucía, soltó las órdenes y se relamió con el caos: «orgullosos de los que revientan las carreras ciclistas». Métele más gasolina, que para eso mandamos. Y si de paso hay que atacar la casa familiar en Alsasua del director navarro del equipo Israel-Premier Tech, que pasaba por ahí, se ataca y punto. En Alsasua saben un rato de destruir vidas de vecinos. Experiencia no les falta.
Lo más gracioso de este sainete es que a la izquierda Palestina le importa un pimiento. Lo dejaron claro cuando Sánchez regaló el Sáhara hace unos meses a Marruecos, con sus decenas de miles de niños, ay, los niños, pobres niños, ¿cómo te olvidas de los niños saharauis? Cuarenta años dando la turra con el Sáhara y, de repente, silencio. Palestina no es más que el banderín de enganche, la causa que el PSOE necesitaba para cabalgar el dragón de la violencia y aferrarse al poder. Si mañana la petanca LGTBI diera más votos, colgarían la bandera palestina y sacarían los arcoíris de nuevo, misteriosamente ausentes en estas protestas, que fuera del poder hace mucho frío, y el dinero escasea.
No ha faltado a la cita ni el dúo estelar tragicómico de Irene Montero y Ione Belarra, con lo que parecen sus escoltas, gritándoles a otros policías de uniforme y a las cámaras: «sacadnos las caras así como de indignadas». Aquí se juegan dos o tres millones de votos ultraizquierdistas para salvar la Moncloa o recuperar un ministerio, que la limpieza de la piscina del chalet, el servicio doméstico, el colegio privado de los niños y las vacaciones en Mallorca no se pagan solas.
PSOE y Podemos, a patadas con los ciclistas, pensando solo en meter cada uno esos votos en su hucha. Y ahora que han cogido carrerilla, no descarten que corten los carriles bici por Palestina, si con eso frenan la sangría de votos. Qué pardillos sois, bicicleteros.
Hace nada, en marzo, el equipo Israel-Premier Tech corría la Vuelta a Cataluña sin problemas, ganando etapas y todo. ¿Qué ha cambiado en cinco meses para que ahora haya que reventar la Vuelta a España con la excusa de una guerra? La misma guerra que en primavera, ojo. Que el PSOE está en caída libre en las encuestas, acosado por la corrupción y la ineptitud para resolver problemas reales: salarios de mierda, escasez de vivienda, servicios públicos —el tren como paradigma— hechos trizas. Necesitan jaleo, una cortina de humo para taparlo todo y no bajarse del poder, ni por lo civil ni por lo criminal.
El PSOE se ha quitado la careta institucional y luce la cara revolucionaria de siempre, la de Pablo Iglesias —el primero, no el de los platós—, que amenazaba a Antonio Maura con «llegaremos al atentado personal si hace falta». Quieren domesticar el monstruo del caos, pero abrir cajas de Pandora nunca sale gratis. La violencia se desborda, y mal asunto cuando el poder la incita.
Por cierto, hoy declara el hermano de Sánchez, acusado de corrupción. ¿Se enteraron este fin de semana? ¿No? Misión cumplida, PSOE. Y eso es todo.