Para que el PSOE viva, el autónomo debe morir

Quedan dos años de legislatura y el PSOE busca polémicas para mantener la atención pública; mientras tanto, los que no viven del sistema —los autónomos— quedan señalados como el chivo expiatorio de la izquierda.

Bueno, ahora que ya Fripalestain no da para más, los palestinos se han empezado a matar entre ellos, y esa guerra civil a la izquierda no le da votos. Con algo habrá que ocupar el tiempo político para seguir avanzando sin movernos un milímetro del sitio. Quedan dos años de legislatura.

Dos años de vuelos privados. Dos años de vacaciones a todo trapo en los palacios de Lanzarote o Doñana. Y con algo habrá que entretener al personal, para que no vayan, como en Los Simpsons, con horcas y antorchas a sacar al Enjuto Mojamuto de Sánchez de la Moncloa.

El “Año Franco” no terminó de cuajar. Los más de cien actos con los que nos querían dar la brasa se han quedado en un puñado de desangeladas funciones que solo han servido para repartir pasta entre los animadores del PSOE. Leí, por ejemplo, que Quequé y Marina Lobo —que no sé quiénes son— se metieron 18.000 € por presentar uno de esos actos. Dos horitas. Cling-cling, caja. Joder, qué bien se vive al amparo del socialismo con el dinero público. Quién lo pillara.

El caso es que Franco ya no vende. Lleva 50 años muerto y, para la gente, más que un yogur caducado olvidado al fondo de la nevera, es ya la yogurtera en el trastero. “¿Esto que era de la abuela cómo funcionará?” “Yo qué sé, no tiene ni puerto USB, tira eso a la basura, que no debe ni funcionar.”

Anda el PSOE pegando palos a ver si suena la flauta con alguno. ¡El aborto! Nada menos. Me recordó a una escena de una peli —que no recuerdo el nombre— donde un inglés, en mitad de una guerra sin suministros, tenía tres hojitas de té que sacaba de una caja, las ponía en agua hirviendo, se servía una taza y las volvía a guardar. Reciclaje extremo socialista.

Lo bueno del aborto es que si te abortan luego no tienes que solicitar al PSOE piso, trabajo estable, seguridad, buenos servicios sanitarios o los no sanitarios —trenes, correos, carreteras y esas cosas—, o simplemente que no roben, que no se vayan los socialistas de putas con nuestro dinero.

La sociedad está tan desfondada que ya tampoco parece hacer mucho caso a ese tema. “¡Vamos a meter el aborto en la Constitución!” Como si quieres meter la farlopa del compañero Tito Berni. El PSOE tendrá que esforzarse un poco más en buscar la polarización, la gresca —que es donde mejor se mueve—, la tensión, creando mal rollo entre la gente.

Los viejos temas no funcionan. Van a tener que darle una vuelta de tuerca. Yo qué sé, algo más salvaje: el aborto exógeno, por ejemplo. Te puedes cepillar al niño si no te gusta hasta el año, o los dos, de haber nacido. Qué más da, si de lo que se trata es de seguir viviendo como Dios en el Gobierno.

El caso es que cuele. Que alguien se indigne. Que los tuyos salgan en tromba a justificarlo: “El aborto exógeno es progresista, ven, yo te lo explico, fachita.” Y así seguir matando el tiempo hasta las próximas elecciones.

Con el voto estable de los aberchándales —un aberchándal vota a aberchándal aunque sus jefes les hayan sustituido el euskera por el árabe; el caso es odiar a España en la lengua que sea— y alguna subida demencial de sueldos entre funcionarios y jubilados, a cuenta de la deuda que pagarán los jóvenes mañana, volverán a tener 176 diputados para seguir repartiéndose lechugas, soles y chistorras.

El que consiga vivir del sistema socialista vivirá como un marajá. El que no, morirá desangrado como un pobre autónomo, el nuevo enemigo público número uno para la izquierda. Y eso es todo.