¿Quién tiene pasta en Pamplona?

Barrio de la Milagrosa. Jesús Garzaron
A ver si la verdadera brecha salarial no es entre hombres y mujeres sino entre lo público y lo privado, siendo lo público el que vive de lo que genera lo privado.

El otro día me saltó en internet un anuncio de una promoción de pisos en la Milagrosa. Como en otra vida me dediqué al tema de las constructoras y tal, antes de dejar de ser una eterna promesa, como Gorospe, y echarme a perder en esto de juntar letras en público y en privado a la fontanería de la comunicación, me picó la curiosidad y estuve enredando, a ver de qué iba la vaina esta.

Pues básicamente de lo de siempre: noventa y tantos metros cuadrados, tres habitaciones normalitas y una terraza sin más, con maravillosas vistas a la avenida de Zaragoza, que tampoco es que sea la playa de la Concha. Precio entre pitos y flautas/pitilingorris eta txistus y metiendo los impuestos: 500.000 €.

Joder, vaya estacazo. Y pasé a engrosar de golpe la lista de los pobres, esos que te encuentras con toda la parafernalia de cartones por el paseo del Arga, ya en un número desasosegante, y que Asirón presumía de que bajo su gestión habían dejado de existir.

Cuando yo era jovencito las cosas eran baratas o caras y tú decidías si te compensaba pagar lo caro. Es decir, más o menos podías asumirlo. Hoy hay unos precios que directamente ni te los puedes plantear. Hablo de mí, que solo soy un indigente amo de casa, que conste. Medio millón de euros por tener un piso de menos de 100 m2 en la Mila. Y se venderá, claro, porque que yo no tenga para pagar ese pastizal porque soy un tieso no significa que nadie pueda tenerlo para gastárselo en vivir en la Milagrosa.

Una de las constantes que se repite en Pamplona, desde que tengo uso de razón, es decir, desde que me tengo que abonar yo los batidos de vainilla y las partidas en el pinball, es que todo es carísimo. Desde un pincho y una caña hasta un piso. Y si es caro es porque alguien lo apoquina. Los gastos pequeños son asumibles y los pagas, total, ya, para lo que sales, pues dale. Vas a cenar un poco por hacer vida social y como te tomes un par de Macallans la cuenta sube sin enterarte de 100 pavos por cabeza, en locales con más nombre que espectáculo culinario, también te he de decir. Abro paréntesis. El único garito que me ha sorprendido los últimos años en esta gloriosa ciudad es Les Amies. Confieso que no es descartable porque yo sea un maldito afrancesado. Cierro paréntesis.

A lo que voy. En esta ciudad hay gente que tiene que tener mucha pasta. Si no es imposible que todo este tinglado pamplonica se mantenga con esta solidez. Y no hablo de los afortunados que se pueden pagar un piso en las espantosas torres de Salesianos, con vistas a las glamurosas huertas de la Chantrea, sino de los que no tienen problema en poner billete sobre billete, hipotecas de más de 1000 pavos al mes durante 30 años, para vivir en la Milagrosa, que será un barrio maravilloso pero no es Gorraiz, que tampoco es maravilloso.

¿Quién será esa masa silenciosa que tiene dinero, callandico-callandico, en una ciudad donde, según nos enteramos hace poco, más de la mitad de los sueldos los paga la administración: ayuntamientos, Gobierno de Navarra? ¿Quién será esa masa afortunada? Misterios de la ciencia. Luego que por qué Navarra es la comunidad en la que más han subido los impuestos durante los últimos años, teniendo los servicios de mierda que tenemos, siendo ya Nafacroa un infierno fiscal. A ver si la verdadera brecha salarial no es entre hombres y mujeres sino entre lo público y lo privado, siendo lo público el que vive de lo que genera lo privado. O yo qué sé. O qué sé yo. Pero alguna explicación tiene que tener todo esto. Y eso es todo.