Nosotros no robamos, solo matamos
Crean una empresa, la llenan de familia, amigos, conocidos y compañeros de partido. Eso para los empleados; para la propiedad, el paisaje era parecido, casi idéntico, que según la UCO aparecía ahí hasta el apuntador, literal: el que apunta con el dedico y dice “tú”, y luego lo publicaba. La incrustan en otras empresas a las que adjudican obras públicas —UTE, unión temporal de empresas, creo que se llama en leguleyo— y a cobrar, que la vida son dos días y ya vamos por el vermut del segundo. Todo perfectamente made in Nafacroa, que no Navarra, que aquello iba más por el lado aberchandal, por la b, siempre la b, como las cajas y las grafías: Nabarra, Servinabar, y así todo.
Entre medias, sale Otegi a sacar pecho. “Nosotros no tenemos casos de corrupción, ni uno”. Y claro, uno escucha eso y se pregunta si no será como decir que la ETA violar no violaba a ninguna mujer, fachitas: se las asesinaba y punto. Por favor, ¿por quién nos toma? Los aberchándales somos asesinos, no machistas. Los machistas son los españoles. La idea es más o menos así: nosotros no hemos robado, lo nuestro era impuesto revolucionario. Y tan impuesto: “O nos das dinero o te mato”.
En realidad, ¿cuánta pasta pública nos ha costado la ETA? Arreglar destrozos, cascotes, años enteros de escombros y reconstrucciones. Calculen: miles de millones. Pero ellos, dice Otegi, no tienen casos de corrupción.
Piensen, por ejemplo, cuánto cuesta reconstruir unas dependencias públicas donde has asesinado a once personas, entre ellas a dos gemelas de tres años, una niña de siete y otra de seis. Cinco niñas muertas. Cinco. Pero nadie podrá acusarnos de violarlas, fachitas, que aquí tenemos el estándar moral muy medido, muy afinado.
En ese delirio de lo que ahora los modernos llaman “conversación pública” estamos: los asesinos presumiendo de que no han robado mientras cargan a otros el precio de sus explosiones.
Pero sigamos, que queda tela de ikurriña que cortar. Pontifican: “Nosotros no somos partícipes de la corrupción”. Lo dicen los mismos que pactaron repartirse el mapa con Cerdán: tú a Irroña, yo a Sernivabar. Nosotros te aprobaremos los presupuestos del túnel de Belate, que también va con b, como las cuentas y los cuentos. Y así, como quien no quiere la cosa, se cocinan mayorías, amistades de conveniencia, silencios que huelen a humedad, a sótano, y acuerdos escritos con la letra universal de la pasta y el poder.
Nos sermonean sobre ética pública quienes convirtieron el miedo en un impuesto y la sangre en un modelo de negocio. Nos explican qué es democracia quienes necesitaron décadas de muertos para imponer sus neuras. Y ahora, renacidos, barnizados, reciclados porque el PSOE los necesitaba para sus mayorías y sus chanchullos, pretenden elevarse a los altares.
Vosotros sois santos, sí, santos, como Cerdán. Que también sois un rato largo: cerdanes. Y eso es todo.