Si no te viola un blanco jodete, jodete
Dos niñas de diez años fueron agredidas sexualmente en las inmediaciones de las barracas sanfermineras, una de ellas además sufriendo un intento de secuestro. Se me eriza la piel a unos niveles siderales al leer “intento de secuestro” y “niña” y “agresión sexual”. El agresor, a prisión fulminante. Y, sin embargo, esta gravísima noticia ha pasado sin pena ni gloria en Pamplona. He hecho un muestreo rápido en los grupos de WhatsApp de mis conocidos y casi nadie sabía nada. ¿Por qué? Porque el feminismo morado con la manita roja en la solapa no ha dicho ni mu. Se habrán ido a Salou para luchar contra el machismo y el heteropatriarcado. A callar. Y el que diga algo, facha.
Ni el ayuntamiento, ni los partidos de izquierda, ni las diferentes asociaciones que esa izquierda financia con los impuestos de todos han montado campaña alguna esta vez en defensa de las mujeres. ¿Por qué? Fácil. Siempre es igual: el relativismo moral de la izquierda, el de ante un mismo hecho no actuar de idéntica manera. Para que todo el mundo lo entienda: nunca es el qué, sino el quién. Cuando le convienen los agresores para su monserga —color de piel, estrato social, laboral, ideológico—, monta concentraciones cada minuto, Pamplona se llena de carteles contra las agresiones sexuales. Cuando el agresor no cumple esos parámetros que la izquierda considera ideales para sacar votos, circule, esa agresión sexual no nos interesa, aquí no ha pasado nada.
El mensaje es terrible: mujer, al feminismo y a los diferentes partidos y organizaciones de izquierda subvencionadas con nuestros impuestos les da igual que te violen; lo único que les importa es quién te ha violado. Si tu violador es blanco, con trabajo y vida social más o menos estable, en su fantasía paranoica le pueden calzar el delito a la derecha, todo serán manifestaciones a tu lado, abrazos, fotos, “no estás sola, hermana” y mucho “heteropatriarcado”. Pero si el agresor no es blanco, date por jodida, porque como de ahí no pueden sacar votos, no habrá concentraciones, ni apoyo, ni fotos, ni “hermana, yo sí te creo”, ni heteropatriarcado, ni machismo. Nada, solo silencio.
Vaya. ¿Y no había que alzar la voz siempre contra el machismo? Te hacen unas campañas mediáticas y políticas colosales contra los piropos, pero cuando dos niñas —hasta donde yo sé, siguen siendo mujeres las niñas, pero a saber con tanta modernidad cómo las considera ahora la izquierda— son agredidas sexualmente, el silencio es ensordecedor. A la izquierda que te violen le da igual; a la izquierda solo le interesa sacar tajada, alimentar la monserga, controlar el relato. Y si no aceptas ponerte de perfil y te revuelves contra ellos diciendo “oiga, que me han violado”, a lo mejor empiezan a ir contra ti, porque eso, en su cabecita loca, es hacerle el juego a la ultraderecha.
Defendamos a las personas por encima de las ideologías. Seamos fachas para la izquierda, ya ves tú dónde está el problema. Todos fachas. Y aún el racista seré yo por decir que la izquierda las ha dejado tiradas y no ha promovido ninguna manifestación masiva en san Fermines, como si ha ocurrido otras veces, exclusivamente porque el agresor no es estereotípicamente blanco, ese al que considera, nos considera —a tu padre, a tu marido, a tu novio, a tu tío, a tu sobrino, a tu hijo— potencial violador. Veréis. Y eso es todo.