Los WhatsApps de Sánchez
El poder de Sánchez crudo. Sin cocina, sin focos, sin maquilladoras, sin puesta en escena, sin cámaras, sin gacetilleros amigos que lo interpreten, que te lo interpreten según el argumentario que tu equipo les proporciona cada mañana. El poder de Sánchez desnudo, el poder de Sánchez sin pompa, durmiendo con calcetines, rascándose el culo recién levantado camino del cuarto de baño a echar una meada. El poder de Sánchez tal y como es: una cosa cutre, de vuelo bajo, miedosa, tirana, déspota e implacable.
El poder de Sánchez violento, controlador, sin escrúpulos, dispuesto a aplastarte a la menor muestra de disidencia. El poder de Sánchez como un culto al líder. El poder de Sánchez con solo una misión: la de mantener el poder. El poder que solo espera de ti que obedezcas. Sí, señor presidente, a sus órdenes, señor presidente. Y ni eso. El poder de Sánchez no te permite ni lamerle la bota directamente, tienes que lamerle por bota interpuesta.
Sánchez lo sabe todo, pero no permite contacto directo, te mira, pero tú a él no puedes mirarle ni hablarle: llamadle tú y Santos Cerdán y ponedle las pilas, que deje de tocar los cojones, es lo que dice uno de los mensajes. Sánchez controla España y el PSOE con un putero corrupto, un buscavidas que no querían ni en el PSN y un portero de puticlú de Pamplona. La misma banda que se metió en un coche para recorrerse las sedes del PSOE y ganar unas primarias al aparato, la misma banda que no tenía sitio en aquel PSOE porque ninguno de los suyos veía a sus miembros con muchas luces, hoy suben y bajan el pulgar con la aplicación de Zuckerberg.
Detrás de Sánchez no hay ni una idea, está completamente hueco. Su equipo personal, los que controlan todo el cotarro, son tres personajes secundarios de una película de Torrente: Santos Cerdán, Koldo y Ábalos. Sánchez gobierna, saquea, desguaza el Estado español por WhatsApp. No hay más. No hay sofisticados mecanismos, solo hay una aplicación rudimentaria de mensajería instantánea que usamos todos.
Sin cuidado alguno. Sin medidas de seguridad básicas. Cualquier adolescente enviándose material sensible tiene más precaución que Sánchez y los suyos a la hora de comunicarse con el móvil. El poder de Sánchez es básico, el poder de Sánchez no necesita más. Un teléfono y gente que obedezca. Para los que piensan que detrás hay una conspiración de hombres malos, pero inteligentes, una habitación con muchas pantallas y muchos teclados, poco menos que esas imágenes de la NASA cuando mandan astronautas al espacio. Detrás no hay nada, cartón piedra.
Estamos solos en la galaxia. Ahora lo sabemos, ahora lo hemos visto con estos mensajes que se están haciendo públicos. Un documento impagable de cómo el poder de Sánchez actúa, nos actúa, somete, nos somete, sin plan, improvisando, a su mayor gloria, para mantenerse a toda costa en el poder.
Se ha descorrido la cortina y hemos visto la realidad, el retrato de Dorian Sánchez pútrido, tenebroso, pestilente, carcomido, corrupto. Hay que volver a los clásicos, siempre. El gobierno bonito que nos vendieron del guapo Sánchez ya lo tenía calado Oscar Wilde hace siglo y medio. Detrás de Sánchez solo hay una cara llena de gusanos. Y eso es todo.