SOCIEDAD

La Casa del Libro, el negocio que sobrevive a la soledad de la calle más famosa de Pamplona

Carmelo Buttini posa en una calle Estafeta vacía debido al confinamiento por el coronavirus. MIGUEL OSÉS

Las librerías son consideradas como un trabajo esencial, por lo que Carmelo Buttini es uno de los pocos que sigue abriendo su local en la calle Estafeta.

La calle Estafeta huele a pinchos, cañas, tradición navarra y toros. Es considerada la calle más televisada a nivel internacional por los tan esperados encierros de San Fermín, cuando mozos y toros enfilan su recorrido hacia la plaza todas las mañanas durante una de las fiestas más famosas del mundo.

Sin duda, son los 250 metros más visitados por los turistas en la Comunidad foral. Su ligera pendiente y bajos se adornan de fachadas coloridas y puertas abiertas a cada extremo del adoquín pavimentado. Hay bares, hostales, supermercados, tiendas de pañuelicos, pastas y diversos negocios que acogen a multitudes de personas diariamente.

Una descripción difícil de creer durante este tiempo de confinamiento. Después de más de 30 días en los que la mayoría de negocios cerró y en los que el silencio ha puesto en evidencia la soledad que se vive en las calles de la capital navarra, uno de sus locales se mantiene abierto: La Casa del Libro, de los hermanos Buttini.

Carmelo Buttini, dentro de su tienda, ubicada en la calle Estafeta. MIGUEL OSÉS

El pasado 13 de marzo, cuando se anunció el Real Decreto que obligaba a las personas a permanecer en confinamiento, se consideró que las librerías eran una actividad esencial. Por ello, el negocio de Carmelo Buttini ha sido uno de los pocos en mantenerse abierto en la calle Estafeta.

A la altura del número 36 se encuentra su establecimiento. Una fachada azul estridente y letras rojas indican sus más de 70 años de existencia. Los hermanos Buttini, Carmelo y Fermín, pese al riesgo de contagio, mantienen abierto de 7 de la mañana a 2 de la tarde su local para que, en el confinamiento, sus clientes no dejen de tener productos para entretenerse.

"La gente viene sobre todo a comprar puzzles, libros y la prensa diaria", relata Carmelo Buttini mientras atiende con guantes, mascarilla y alcohol en una mesa cerca a la puerta del local. "Hemos decidido sacar la mesa para evitar que los clientes entren al establecimiento; tenemos una para el dinero, para evitar cualquier contacto, y nos protegemos lo más que podemos", añade.

LA SOLIDARIDAD EN MEDIO DE LA CRISIS 

Los cambios más evidentes que han vivido desde que se inició la crisis por el coronavirus es de horarios, puesto que solían abrir también por las tardes, y ahora no es necesario. Sin embargo, el encargado ha notado, ahora más que nunca, la fidelidad de sus clientes y la solidaridad de los vecinos.

Buttini manifiesta que, a pesar del riesgo de contraer el virus, "no se pasa miedo". Mascarillas donadas por la Asociación de Comerciantes del Casco Antiguo y las que les han regalado vecinos del barrio les permiten mantener los controles sanitarios correctamente.

"Los vecinos del casco viejo están muy pendientes de nosotros, todo el tiempo nos preguntan si necesitamos algo, a veces nos traen cosas y continúan comprando sus productos de rutina, como la prensa o los puzzles", expone Buttini.

La librería ha pasado de generación en generación y los hermanos Buttini son la tercera que se pone al frente de este conocido establecimiento. Por eso, los vecinos se han estado acostumbrados durante años a que ese es el lugar donde se consigue la prensa diaria y el último libro publicado. Su popularidad se evidencia con la fila que ahora se hace con distancia y protección, pero que no deja de formarse a la entrada del local.

Un cliente sale de La Casa del Libro durante el confinamiento por el coronavirus. MIGUEL OSÉS

Los vecinos son en su mayoría personas mayores, una de las poblaciones más vulnerables de contagio, por lo que no pueden seguir yendo a comprar. Pero Carmelo Buttini encontró una solución. "Nuestros clientes más fieles son personas mayores que ahora han dejado de venir, pero en su reemplazo, vienen los hijos o nietos para llevarles los productos. Sin embargo, hay algunos que no tienen quien baje a por su libro o la prensa. Por eso y a pesar de que no tenemos un servicio de domicilio, a ellos les dejamos en el ascensor el encargo y, si no pueden pagar, ya pagarán cuando todo esto acabe", cuenta.

Solo pocos negocios se mantienen abiertos en la calle Estafea: esta librería, un Carrefour Express, Gurgur Delicias de Pamplona, una Taberna y la Vinoteca Honestus. "Nos mantenemos muy unidos, nos preguntamos qué tal estamos, nos juntamos, compartimos y ayudamos como nos sea posible", relata Buttini acerca de la relación que mantiene con los pocos negocios que tiene cerca.

UN LIBRO Y UN FOLIO, LA MEJOR COMPAÑÍA

El dueño del local considera que es una situación preocupante, pero, a través de sus productos, sabe que puede ayudar a las personas a pasar un mejor tiempo en casa. Hay productos que, debido a la crisis, no ha vendido, como las tarjetas de regalo, y algunas revistas.

Pero le sorprende el incremento de venta de los paquetes de folios, a lo que afirma que "claro, la gente, encerrada con críos, necesita materiales para entretenerse, y entonces eso se esta vendiendo mucho".

Por otro lado, los libros, una de sus líneas de mercado más importante, no se vende tan bien como antes, porque algunos clientes quieren unos libros específicos, que ahora mismo no tienen y que, debido a que muchas distribuidoras están cerradas, no hay forma de pedirlos.

"Los productos llegan en menor cantidad que antes, a horarios diferentes y se reparten a otro ritmo. Hay pedidos que ahora tardan hasta tres días o más en llegar", alega Buttini, que añade que "los pedidos se hacen teniendo presente el tiempo que pueden tardar".

FOTÓGRAFO EN LOS RATOS LIBRES

Carmelo Buttini, además de dedicarse a La Casa del Libro, tiene una afición especial por los toros y por fotografiar las calles de la ciudad, en especial por las que componen el Casco Antiguo.

Una cuenta de Instagram es donde publica diariamente rincones, situaciones, festividades y paisajes de la ciudad que parecen comunes para quien los vive diariamente, pero que él les ha encontrado un encanto especial.

Carmelo Buttini atiende a una clienta empleando una mesa colocada para tratar de minimizar el riesgo de contagios. MIGUEL OSÉS

Ahora, durante el confinamiento, su afición personal no se ha detenido y es un recurso para mantener una mirada en esas calles que ya no se transitan y que nuevamente han adquirido un valor especial para la comunidad. Fotografías y vídeos de la soledad, el silencio y las filas con distanciamiento social que se hacen para adquirir la prensa diaria. "Las fotos son una manera de mantener cerca la ciudad a los que en persona no pueden sentirla", alude.

Buttini espera que la situación termine pronto y, mientras tanto, el famoso reloj que marca la llegada de San Fermín y que adorna la entrada del local no se detiene, confiado en llegar a cero y anunciar la tan esperada festividad de este año.