Obituario | Alejandro Llano: una defensa del humanismo en tiempos de crisis

Alejandro Llano imparte una conferencia a los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras por el día mundial de la Filosofía en 2011. UNIVERSIDAD DE NAVARRA
Obituario escrito por Ignacio Salinas Casanova, antiguo alumno del Profesor Llano y vicepresidente del Círculo de Navarra en Madrid.

El pasado 2 de octubre falleció en Pamplona el Profesor Alejandro Llano, maestro de generaciones de estudiantes de Filosofía en la Universidad de Navarra, entre los que me encuentro. En febrero lo hizo también otro profesor, con el que compartía sentimiento de aprecio y admiración por parte de alumnos y colegas: Rafael Alvira.

Lamentablemente, Alejandro Llano llevaba años aquejado de problemas de salud, pero su vida fue fecunda, sobre todo desde el punto de vista académico e intelectual. Fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1981-1989) y rector de la Universidad de Navarra (1991-1996), así como autor de decenas de libros y artículos sobre casi todas las disciplinas filosóficas.

En lo que a mí se refiere, me impartió la asignatura Teoría del Conocimiento, que en el pasado había dado también el conocido Prof. Leonardo Polo, y Textos Filosóficos. Además, fue padrino de la promoción de la que formo parte.

Como profesor, Alejandro Llano destacaba por ser cercano, ameno y a la vez profundo. Cada concepto lo unía con una anécdota o experiencia personal, lo que hacía que sus clases fueran participativas y siempre entretenidas. Recuerdo el intercambio constante que hacía, sentado en su mesa, entre sus gafas de lejos y de cerca, en un gracioso juego de instrumentos y perspectivas. También frases, que no sé si eran suyas o de algún otro maestro (solía mencionar a Fernando Inciarte), como (si no reproduzco mal) “sólo un loco, como Don Quijote, podía decir aquello de ‘yo sé quién soy’”.

Como filósofo, dejó una obra teórica sobresaliente (de la que otros podrán hablar mucho mejor que yo), a la altura de su posición como destacado filósofo y catedrático de Metafísica.

Cuando menciono esto último, me viene a la mente la anécdota de cuando al torero Rafael “El Gallo” le presentaron a José Ortega y Gasset, diciéndole que era filósofo, a lo que la figura del toreo contestó con gracia su ya célebre: “Hay gente pa tó”. Y menos mal, pienso yo, porque harían falta muchos más como ellos que, con su pensamiento y obra, defendieran los grandes valores universales como la justicia, la libertad y la tolerancia.

Además de académico y profesor, Alejandro Llano fue sobre todo un intelectual, que se implicó en los debates sociales y políticos de un tiempo en crisis y lleno de incertidumbres. No se ocultó detrás de su erudición, ni en debates estrictamente academicistas, sino que se mostró siempre abierto e interesado por el mundo.

Me parecen especialmente interesantes tres de sus obras: “La nueva sensibilidad” (1988), obra que pude releer recientemente, “Humanismo Cívico” (1999) y “En busca de la Trascendencia” (2007), esta última en la que intenta explicar desde argumentos racionales la existencia de Dios. Son libros con afán divulgativo y de conceptos complejos, en los que Alejandro Llano trata no sólo de explicar lo que pasa, sino plantear soluciones desde la vinculación entre la Ética, la Política e incluso la Metafísica, de la que también fue un conocido defensor.

Todo ello lo realizó desde una posición política próxima a la democracia cristiana e incluso la socialdemocracia. Es decir, desde el humanismo cristiano, una de las corrientes más fructíferas del pensamiento contemporáneo (y lamentablemente sin el reconocimiento hoy que merecería), que contribuyó de forma decisiva a la construcción de los estados del bienestar y de proyectos políticos tan destacados como la Unión Europea.

Esta postura intelectual y moral de Llano recorre toda su obra, también en la reflexión sobre el papel que deben jugar las organizaciones privadas, en especial las empresas, como actores fundamentales en un desarrollo económico y tecnológico al servicio de la sociedad, por encima del beneficio e interés particular.

La idea de servicio y ser útil a los demás impregnaba su vocación vital y académica. Tal y como él mismo señalaba en el prólogo de “La Nueva Sensibilidad”: “Si de algo -y no es mucho- me puedo preciar en la vida universitaria, es de haber entendido mi trabajo como una ayuda a mis compañeros y estudiantes. Me llevó algún tiempo entender también que más valioso y difícil que ayudar es dejarse ayudar. Desde que lo comprendí, y ya viene de largo, he cultivado asiduamente tal actitud”.

Finalmente, me viene a la memoria, en el debate habitual sobre la falta de salidas profesionales de los estudios humanísticos, sobre todo de la Filosofía, cuando ingeniosamente rebatía: “No es verdad que la Filosofía no dé para comer. Otra cosa será cenar”.

Pues eso, Prof. Llano, seguiremos trabajando por ganarnos el sustento, no solo en el plano material, sino también en el espiritual, para que el humanismo, el civismo y la tolerancia no sucumban ante los riesgos del mundo tan complejo y polarizado de hoy.

Ignacio Salinas Casanova, antiguo alumno del Profesor Llano y vicepresidente del Círculo de Navarra en Madrid.