Caño

Imagen de la sala de espera de un nuevo centro de salud ARCHIVO

Nos juntamos el hambre con las ganas de comer, así que nos pusimos a hablar, primero del tiempo, y luego ya de cosas más o menos interesantes.

El otro día no me quedó más remedio que visitar al médico por culpa de mi querido lumbago. La gente iba entrando y saliendo de la consulta, a decir verdad, unos con más gesto de dolor o de preocupación que otros.

Recuerdo que nos quedamos en la sala de espera dos personas. Nos juntamos el hambre con las ganas de comer, así que nos pusimos a hablar, primero del tiempo, y luego ya de cosas más o menos interesantes.

- ¿Te gusta el fútbol?, me preguntó.

Yo puse cara de que sí, aunque reconozco que le prestaba más atención hace algunos años.

- ¿Sabes? Fui a clase con Luka Modrić. Sí, el del Madrid.

- ¿Ah, sí?

- Y le hice un caño en el recreo. ¡Un caño a Modrić!

Me lo contó emocionado, junto a otras anécdotas de aquel futbolista croata al que algunos denominan El Cruyff de los Balcanes.

Cuando el médico dijo “que pase el siguiente”, o sea, yo, con disimulo pegué una patada a una bola pequeña de papel de plata que había en el suelo, que pasó entre sus pies, y le comenté a aquel joven.

- Yo le he hecho un caño a quien le hizo un caño a Luka Modrić. ¿Eso valdrá como un caño a Modrić?

Y entré en la consulta con mi lumbago a cuestas mientras me chocó la mano con la sonrisa puesta.

Ideación de ‘Caño’

Las salas de espera, a veces, entretienen bastante…

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