Doce uvas

Un racimo de uvas para Nochevieja.

La semana pasada, después de recibir un par de malas noticias de distinta importancia, fui a un bar a sellar una bonoloto con la intención de cambiar mi suerte y, de esta forma, aparcar mi crispación.

En la barra del bar, junto a mí, había dos chicas jóvenes, muy jóvenes; no tendrían mi edad si sumamos las de ellas. Bebían algo rojo con hielos, supongo que Bitter Kas. Yo, preso del aburrimiento y de que la camarera me convirtió en invisible durante un buen rato, tras darle demasiadas vueltas a mis cosas no pude evitar escucharlas.

-He reñido con este. Por una auténtica chorrada, pero estoy rayada. ¿Sabes lo que te quiero decir?

-Resetea. Haz como yo. Cuando quiero empezar de nuevo, pienso que es Nochevieja, el día de los buenos propósitos: adelgazar, aprender inglés, gimnasio y, por qué no, también portarse bien… Yo, si estoy rayada, me tomo doce uvas.

-¿Y así reseteas?

-¡Claro! Es como una Nochevieja. Año Nuevo, vida nueva. ¿Me pillas?

Con mis malas noticias entre ceja y ceja y algo quemado después de esperar mucho más de la cuenta a que me atendiese la antipática camarera, en vez de obsesionarme con todo aquello, me acerqué al supermercado y, en pleno mes de octubre, compré una lata de doce uvas peladas y sin pepitas.

Ideación de ‘Doce uvas’

El otro día escuché a una persona que cada vez que quiere empezar de cero se toma doce uvas.

Caracteres con espacios: 1.393